El imperialismo, de fiesta
por Demetrio Iramain
El corresponsal de Clarín da su informe para el medio radial de la factoría mediática. Desde Washington dice a la audiencia de Radio Mitre que la gente que se congrega en las puertas de la Casa Blanca a festejar el asesinato de Osama Bin Laden no porta un sentimiento de venganza, sino de reclamo de Justicia. Extraño. Seguramente esas multitudes desconocen la consigna de los falangistas españoles proclamada casi un siglo atrás, y que inauguró la masacre en España, seguida luego en toda Europa: “Viva la muerte”.
¿Se le puede llamar “Justicia” al crimen cometido por un ejército de ocupación en un país distante a miles de kilómetros de sus fronteras nacionales, resuelto por decisión de su presidente constitucional, quien, como un macho letal entre la furia de la vida más irracional, confiesa al mundo que “la orden para matarlo fue mía”? Ni el gobierno paquistaní fue advertido de la proximidad de la operación de inteligencia montada por la CIA y que motivó la fulminante acción armada.
El imperialismo es así. Brutal si republicano; sutil cuando de demócratas se trata. No respeta la soberanía de los demás países casi nunca, pero, eso sí, a Bin Laden lo entierra en el mar, en conformidad con las creencias islámicas de la víctima. Cualquier semejanza con los vuelos de la muerte de la dictadura militar argentina es mera coincidencia.
Cuando Obama asumió su gobierno, declaró que lo primero que haría sería desmontar sus cárceles en la bahía de Guantánamo, territorio de la isla de Cuba. Todavía estamos esperando. Sin contar la ofensa que ello significa para gobierno y pueblo de ese pequeño país cuya revolución socialista todavía se mantiene en pie, las condiciones de detención allí verificadas hieren la condición humana.
Elecciones legislativas mediante, que Obama perdió en manos de la derecha más visceral, su gobierno no sólo mantiene la base imperialista, sino que intenta calmar la sed de sangre de los conservadores logrando el ansiado trofeo que ni Geroge Bush hijo alcanzó durante su fiebre de bombas: el cuerpo sin vida del combatiente saudí.
No obstante, a no desesperar: la CIA ya anunció que “los terroristas casi con seguridad intentarán vengar la muerte”. Ergo, el increíble presupuesto militar para seguridad interior y armamento bélico continuará tanto o más abultado.
Esta vez la exitosa operación realizada por un comando de elite no provocó otras victimas civiles o militares. No hubo daños colaterales en la acción. Distinto sucede en Trípoli, claro, donde tras el bombardeo aliado lanzado el mismo día de la operación en Paquistán, resuelto contra la opinión de la mayoría del mundo con excepción de los países con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU que autorizaron la incursión armada de la OTAN, murieron un hijo y tres nietos de Khadafi, pero Muammar no.
“Nuevamente se nos recuerda que Estados Unidos puede hacer lo que se proponga. Esa es nuestra historia”, dice el Presidente del país campeón de la democracia representativa y liberal que tanto le gusta a Vargas Llosa. Incluida la venganza, que tratándose del imperialismo más cruel de la civilización humana por aquí se llama, paradójicamente, “justicia”. Jactancias de la libertad de expresión.
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