Datos personales

Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

sábado, 31 de diciembre de 2011

Viviremos y venceremos

Cansan tantos rodeos infinitos, previsibles rebusques, explicaciones mitad clínicas, mitad zodiacales, para confundir lo evidente. La espera entre impaciente y comedida a que lo sugiera otro –si es un profesional médico, mejor– para decirlo luego envuelto en el celofán de periodistas-brujos, políticos-chamanes, golpistas-demócratas. El giro predecible y obvio sobre un mismo punto como un adolescente que no sabe cómo decir el amor. Perro que da vueltas sobre su cola, deliberada y torpemente, antes de ponerse a cagar.
 
Se les nota, sin embargo. Bailan un minué sin gracia, infinitamente más lento que el compás. Sonríen por lo bajo mientras otean a la pareja de al lado. Vigilan, expectantes. Siempre están al acecho.
 
Se gastan un rollo entero en Spinetta en suecos, flaquísimo como un pescado rabioso, para insinuar al mismo tiempo que la muerte siempre anda rondando por ahí, en un cuerpo u otro, saltando de un pulmón a una garganta, según le plazca.
 
¿Qué te pasa, sur, que llueve cáncer en pleno capricornio? No hay caso; este país parece que es así, nomás: contragolpeador.
 
Cuando Néstor murió, sus enemigos más notorios en los medios que ya sabemos evitaron la primicia. Se pellizcaron antes de subirlo a sus sitios digitales. Tardaron unos minutos más que el resto. Ahora, igual. Les encanta conjugar esa palabra tremenda, como una maldición, en sus títulos de portada, a prudente distancia, “objetiva y veraz”, de quienes difundieron velozmente la información, por mensajes de texto o mirándose al fondo de su iris, acaso como un exorcismo, y no pegan un ojo desde entonces.  
 
Y después, el pronóstico falluto: curable en 9 de cada 10 casos, cuando resulta obvio que le prenden la vela al 10 por ciento restante.
 
La democracia de los buenos modales ha inventado otra plaga para los que osen cuestionar al poder fáctico: stress más depresión post traumática, igual: enfermedad del poder. “La tragedia de los presidentes peronistas”, como decía ayer el zócalo de una pantalla que ya conocemos. Sabelotodos que demandan prudencia. Equilibrio. Maestros ciruelas que repiten, como una tía solterona: “Yo te dije”. Como si los dueños de la guita no ejercieran el poder. Como si el poder fuera exclusiva propiedad o atributo de la mandataria que el pueblo eligió, y no de los poderes concretos, del dinero puro y duro, que no votó ninguno, pero estructuran nuestras vidas en sociedad desde que nacimos: las corporaciones, los propietarios de los medios donde sus empleados tras los micrófonos festejan a sueldo. Cáncer y aguinaldo. ¡Fuera la Gendarmería de Cablevisión!
 
Se equivocan, sin embargo. Erran otra vez. Insisten en el mismo error de otras veces, de otras circunstancias incluso más dramáticas que una cirugía programada.
 
Cuanto más duro y difícil se le haga, más cuesta abajo en la pendiente, más sola y débil parezca, hipotensa, afónica, más néctar saldrá de esta mujer. El pueblo, simplemente, la acompaña. La banca. Le cree. La ama. Su silencio es un grito que golpea contra las ventanas. Dice que está para lo que sea necesario. Ordene nomás, señora Presidenta. Compañera, que se dice. Nosotros: sus partisanos, como dijo Hebe, en la Plaza, el último jueves del año que ya termina. 


Demetrio Iramain