Datos personales

Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

jueves, 22 de noviembre de 2012


Hebe es las Madres

Hebe tuvo la virtud de sintetizar en ella las multiplicidades de sus demás compañeras.


Nunca habría imaginado Hebe de Bonafini el 30 de abril de 1977, cuando las Madres marcharon por primera vez en Plaza de Mayo, que un día, alguna vez, muchos años después (digamos unos 35 años), el intendente de La Plata, ciudad donde Hebe nació, la declararía ciudadana ilustre de la capital provincial, en un acto demasiado emotivo, al que asistiría el vicepresidente de la Nación.

Nunca lo habría imaginado. Jamás. El dolor se lo impedía. Cuando salieron a la calle, ni nombre tenían. Eran, apenas, madres en minúscula, desesperadas. Objetos del sufrimiento causado por un terror hasta esos días inédito en estas tierras, desconocido, aunque ya empezaban a ser sujetos de su rebeldía. Convocarse en Plaza de Mayo y marchar contradiciendo al estado de sitio, fue su primera marca colectiva. Un salto cualitativo que, aunque ellas no lo sabían por entonces, daba junto a ellas la clase obrera mundial. "Estamos halagadas de recibir este premio hoy, y por sentir que lo que estamos haciendo les sirve a todos. Eso es lo más importante", dijo Hebe.

Como el Che, que dejó escrito en la última carta a sus hijos que la revolución es lo único importante, y que "cada uno de nosotros, solo, no vale nada", las Madres se pasaron la lucha demostrando qué es lo importante, y qué no. Cuáles son las contradicciones insalvables y cuáles, apenas, las secundarias. Pasaron 35 años y algunos todavía no lo comprenden. Otros y otras sí. Definitivamente sí.

Para las Madres de Plaza de Mayo, salir a buscar a los hijos fue el único modo posible de seguir vivas. Lucharon con naturalidad, como quien se levanta a la mañana y vive. Lucharon como vivieron. De ahí el concepto "de la cocina a la Plaza". Al salir de sus hogares a desafiar la dictadura, con cierta ingenuidad, sin una conciencia acabada sobre el tamaño del enemigo a enfrentar y la complejidad del duelo, tampoco sabían que estaban ingresando en la historia grande de las luchas populares de su tierra.

Una Madre, todas las Madres. Hebe tuvo la virtud de sintetizar en ella las multiplicidades de sus demás compañeras. Ella es el denominador común de un riquísimo universo de mujeres ciertamente heterogéneo, de historias y formaciones disímiles, cuyo kilómetro cero fue el dolor inconmensurable por la ausencia del hijo o hija. De allí su formidable mérito: dirigir un colectivo que convirtió esa angustia individual e intransferible, que también fue social e histórica, y cuyas consecuencias abarcaron varias generaciones (la de los propios hijos y las que vinieron luego), en un movimiento de oposición, resistencia y puente intergeneracional con aquellas luchas y estos desafíos del presente, de reconocimiento internacional y proyección, por lo menos, continental. No todas las madres de desaparecidos llegaron tan lejos.  

"Les debemos todo a tantos pibes, por eso quiero que este reconocimiento sea para ellos. Me tocó recibirlo a mí, pero ellos, los anónimos, son los ciudadanos ilustres de esta ciudad. Esos anónimos que hacían teatro en el Colegio Nacional, que estudiaban y trabajaban en los barrios, con los curas progresistas que había en La Plata, y qué felices que eran; con los sindicalistas de verdad, no estos burócratas de hoy. Ellos nunca pedían permiso para no ir a trabajar. Trabajaban y a la noche, las reuniones."

No son palabras de ocasión, sino una línea de coherencia mantenida en el tiempo y sostenida hasta con el propio cuerpo. "El otro soy yo." Un tiempo que abarca los últimos 35 años de vida política nacional, y cuyo legado para quienes continúen la gesta de las clases subalternas, es uno solo, aunque definitorio: colectivizar las respuestas al enemigo, para volverlas más fructíferas. No pedir nada para uno, sino entregarlo todo por los demás. He ahí la única garantía de verdad en lo que se enuncia.

Las que socializaron la maternidad y se convirtieron en Madres de todos los desaparecidos, sin distinguirlos por pertenencia partidaria o método de lucha, lograron derrotar al capitalismo en su propia fortaleza: de entrada nomás rechazaron los planteos individuales, en singular, que el sistema les ofrecía como única manera de encausar su problemática. También el dinero. Las Madres le ganaron a la muerte de visitante, vencieron al terror en su cancha, discutieron la lógica más atroz del sistema de denominación de igual a igual, sin dobleces. Al igual que a la presidenta Cristina, a ellas tampoco las corrió nadie con aprietes ni patoteadas, y eso que en el caso de las Madres los ataques incluyeron el secuestro y desaparición de las tres compañeras señeras del movimiento: Azucena Villaflor de Vicenti, Esther Ballestrino de Careaga y María Eugenia Ponce de Bianco, en diciembre de 1977.

Como dijo Amado Boudou en el acto, Hebe "es una mujer colectiva". La lucha de las Madres lo es. Ellas no podrían haber ocurrido nunca en la historia si no fueran un sujeto colectivo, un sueño compartido, una estrategia común, un esfuerzo de a muchas. Las Madres fueron, ya en plena dictadura, las primeras en marcar el camino de estar "unidos y organizados". No había modo de vencer el terror ni de retomar los sueños revolucionarios de la generación que más cerca había estado de alcanzar el cielo, si no se encaraba de modo urgente, preciso y eficaz el reto de la cohesión y la necesaria síntesis que debe alcanzar un pueblo si quiere liberarse.

Si las Madres de Plaza de Mayo hubieran pensado en los premios, ya tendrían el Nobel de la Paz en las vitrinas de su sede. Pero no: allí hay poemas, pinturas, retratos de jefes de Estado fotografiados junto a ellas, una imagen del Che, pañuelos de lucha obsequiados a las Madres por colectivos insurgentes, revolucionarios, a la ofensiva o en la resistencia, de todas partes del mundo. A ellas les alcanza con el reconocimiento de su pueblo. Moran en el corazón de quienes se piensan a sí mismos en función del país que habitan y sueñan para sus hijos y los hijos de sus iguales de clase. Les basta y sobra con la distinción formal de las autoridades democráticas elegidas por el pueblo que protagoniza la alternativa de liberación abierta el 25 de mayo de 2003. Hebe quizás no lo soñó aquel 30 de abril. Sus hijos, menos. O quizás sí. Confiaban en el tiempo. En la fuerza indomable de los pueblos. En la verdad y la solidaridad. Si se lucha por los demás, y ese otro es tan grande como un pueblo entero, esa lucha está embarazada de futuro. Para siempre. A veces tarda demasiado, pero sabe dar a luz.

martes, 20 de noviembre de 2012

opinión

El "paro general" de dos fracciones sindicales

Durante la campaña electoral para el secretariado general de la CTA, Pablo Micheli había recurrido a los servicios de la sobreactuación: calificó de "insalvables" a las diferencias con el cegetista Hugo Moyano. Dos años después se comprueba que no lo eran tanto. Pura retórica. Para el estatal, el apéndice del camionero era Hugo Yasky, su rival en la interna, y no él mismo, como terminó siendo.

Las "irreconciliables" discrepancias incluían, faltaba más, la poca democracia sindical en la CGT. Difícil explicar el giro de última hora, que le permite al "horizontal" Micheli coincidir en una medida de acción directa con quien supo decretar un paro en los estudios de TN Pictures.

Peor el líder de la Federación Agraria Argentina, a quien el paro le recuerda las jornadas de 2008. El fervor de Eduardo Buzzi en la evocación es inversamente proporcional al deseo de olvidarlo todo que debe sentir Moyano. Muy suelto, Buzzi avisa (¿o amenaza?) que aquel chofer que circule por la ruta con carga como combustible, será exhortado amablemente a "volvete o continuá mañana". Posiblemente, les habr á dicho lo mismo a los 25 camioneros que Moyano dijo haber enviado a Ceibas en aquel 2008, para frustrar el incipiente desabastecimiento a las ciudades. Fue el mismo Moyano quien lo confesó en Huracán, en diciembre pasado, cuando pateó definitivamente el tablero. Ahora estará arrepintiéndose de tanta honestidad brutal. El argumento que hasta ayer empleaba para exigir candidatos en las listas electivas y espacios propios dentro de la estructura de poder gubernamental, hoy resulta demasiado incómodo.

Por lo demás, es mentira que el paro sea la primera huelga general de trabajadores durante el ciclo kirchnerista. Primero, porque no es general, sino la puesta en común de dos centrales sindicales (tres, diría Luis Barrionuevo) que reúnen bajo sus ampulosas siglas, de dudosa legalidad, una decena de gremios menores, excepto los camioneros y bancarios. Aunque sin barcos ni aviones, un "paro general" con subtes, trenes y colectivos no se ha visto nunca. Menos aún, una huelga "general" netamente política, convocada por las fracciones de dos centrales sindicales, que sólo se ponen de acuerdo en la fecha de no ir a trabajar, y que no logran coordinar ni una movilización conjunta. No importa: las flaquezas del paro las empatan la profusa cartelería y la manija mediática.

Segundo, porque el primer paro general desde el 25 de mayo de 2003, se produjo el 9 de abril de 2007, cuatro días después del asesinato del maestro Carlos Fuentealba. Entonces, la única CGT, la única CTA y las múltiples corrientes clasistas y antiburocráticas coincidieron en la calle para repudiar el crimen y exhortar a que el fin de la represión al conflicto social y la protesta que el kirchnerismo portaba como bandera sea definitivo y se convierta un logro histórico y cultural de la democracia y la política.

Algo hemos avanzado, en proporción similar al retroceso evidenciado en ciertas prácticas sindicales. Las protestas de trabajadores ya no son por demandas tan excluyentes, la defensa de la vida y la fuente laboral. A pesar de un mundo que tira para atrás, de un sistema global que se contrae y exige a las economías más débiles ahorro y expulsión de vastos segmentos de la población, la Argentina recorre otro camino: el de la inyección de recursos en los sectores populares para no detener la rueda que hace girar el círculo virtuoso de la economía, el único posible dentro del corset capitalista: consumo, trabajo, producción, Estado que recauda y se fortalece para contrarrestar los ciclos adversos. Pero algunos no lo entienden. ¿Seguirá Piumato preguntándose, como un zombie, "quién cambió"?
sol

a Palestina

¿quién sabe hablar la lengua del pueblo palestino?
¿quién se anima a tocarla con un palo
...

para ver qué sale de allí,
un silencio aunque sea?

el israelí que aprieta el botón y suelta bombas sobre gaza,
sobre los niños de gaza,
sobre las mujeres y los viejos de gaza,
sobre el alimento que
ya no dará de comer a nadie en gaza, y

desconoce los suspiros, los enigmas, las angustias y no
del colonizado como si éste fuera
ajeno, extranjero, animal,
¿sabe? ¿se olvidó que
alguna vez fue hombre?

para escribir en hebreo hay que hacerlo desde el fondo del
renglón hacia el principio.

si en nuestro latino corazón leemos la orden militar israelí
primero sabremos que cayó rota de un bombazo
la escuela con cuarenta niñitos dentro y
después recién que fue un misil del estado.

¿cómo no lo sabría entonces el sionista
que apretó el botón?

por lo demás, muchas cosas podremos no comprender
de esa añeja y dolorida lengua árabe y
sin embargo sí leemos qué dicen ahora quienes
hablan palestino y le ponen su cuerpo a
la palabra que nombra la libertad.

su propia carne en llaga viva entregan
todavía a sus misterios,
para que esa palabra
exista,
sea,
respire bajo los escombros de
la invasión.

por sus ojos se sabe qué dicen
los palestinos cuando lloran,
sus mujeres cuando se abrazan,
los niños y niñas que andan por ahí,
entre los cascotes, cuando miran
sorprendidos a ésa,
la famosa muerte que pasa.

por el modo de mirar hacia una
sombra se sabe qué están diciendo;
siempre hacia una sombra donde
otros verían el sol.

otros, otras, por ejemplo: yo
que a miles de kilómetros de las
bombas veo el sol, ese lujo vulgar
de los hombres que no mueren masacrados
en su tierra ocupada.


(este poema fue escrito hace dos años, quizás más. la masacre es la misma. la muerte, que es terca, insiste en parecerse a la muerte)

jueves, 15 de noviembre de 2012

entre la contradicción y la falsa conciencia

Las situaciones estrambóticas

 

No es una casualidad que el Grupo Clarín tenga sus manos manchadas de sangre.

Monotemática, la derecha recurre a las excepciones para explicar el 8N. En vez de buscar el trazo grueso de la protesta prueba con sus anécdotas. Su última novedad: la cacerola también la habrían tocado ex votantes del kirchnerismo. ¿Será por Alberto Fernández que lo dice? Difícil darle densidad sociológica a esa aseveración. Evidente error de concepto, que esconde la deliberada (y repetida) intención de socavar la base social del kirchnerismo.

 Arriesgo un mínimo común múltiplo relativamente fácil de identificar entre la informe multitud del jueves pasado: la desaprobación (entre el duro rechazo y la más vulgar de las apatías) a la política oficial en materia de Derechos Humanos. Naturalmente, no todos los que salieron a la calle son defensores de los genocidas. Ni Julio Bárbaro llegó a tanto. Sin dudas, los terroristas de Estado no cuentan con una corriente de opinión favorable tan numerosa, pero sí de una legión de indiferentes a quienes les preocupa más atesorar dólares que quedar pegados a Cecilia Pando. Por ahora, a la derecha cruda y dura le alcanza.


 Tras tantos años de derrota política, de condena histórica, de juicios y castigos, llenar el Obelisco resulta un bálsamo. Desde las marchas-Blumberg y el voto-Cleto que no lograba articular respuesta. No en vano aquel reclamo afiebrado de mano dura a los delincuentes surgió el 1 de abril de 2004, apenas siete días después de la expropiación de la ESMA a la Marina de Guerra.


En los papeles, el kirchnerismo empezó el 25 de mayo de 2003, pero su profundo contenido revisionista y transformador nació el 24 de marzo de 2004, cuando Kirchner llamó "mis compañeros" a los desaparecidos, ordenó al jefe del Ejército que descuelgue los cuadros de Videla y de Bignone, y pidió perdón en nombre del Estado por la dictadura y la posterior impunidad. Ahí empezó otra Argentina. Su huella cultural, simbólica y política tuvo la trascendencia de lo inevitable e imposible de desandar. Ese día el naciente kirchnerismo definió claramente a sus enemigos, señaló su universo de aliados, y estableció cuál era su noción de democracia y el destino estratégico que habría de guiar sus políticas públicas, hasta hoy. La derecha, que no olvida ni perdona, se la tiene jurada desde entonces. Sólo el imponente aparato cultural con que todavía cuenta el poder económico podría confundir los tantos y lograr esa escena bizarra de nuestra democracia: el 8N.


De ahí el carácter definitorio del 7D. Si el clan Magnetto siguiera indemne ante los fallos de la ley, la democracia habría comprobado que su techo es demasiado bajo para las demandas de cientos de miles que salieron a las calles a reclamar lo que sus convocantes, en el fondo, no quieren para ellos, porque nada están dispuestos a ceder. Si un reclamo por algo parece por otra cosa, hay que desconfiar. Si las demandas son contradictorias, si el rasgo ideológico es difuso, si no hay referentes claros, a no dudarlo: la movida es de derecha. Si a quienes les importa la Fragata olvidaron las Malvinas o se ponen del lado de los fondos buitre, eso quiere decir que hay otra ecuación oscura, inconfesable, detrás.


Un Obelisco lleno de gente en defensa de la justicia, la libertad de expresión, contra la inseguridad y todo sometimiento de las instituciones, podría ser indicativo de salud democrática. Si los movilizados masivamente un día de tanto calor, a pesar de los cortes de luz, no exhiben en sus pancartas ninguna demanda material, entonces es que las políticas anticíclicas dan resultado.


La poderosa maquinaria cultural que alumbró la protesta se propuso frustrar los avances más valiosos de nuestra democracia, manipulando hasta el grotesco la subjetividad de los argentinos. Un extranjero que recién se asomara a la política nacional tranquilamente podría confundir a los movilizados del 8N con los adherentes al 7D. ¿O no es el gobierno, acaso, el actor político que más persigue la defensa de los fallos de la justicia, el castigo a quienes contravienen la ley, la plena vigencia de la norma que garantiza libertad de expresión y multiplicidad de voces, y contra toda forma de presión de los grupos económicos a las instituciones de la República?


La derecha se queja por la ley que le dará en temas de gravedad institucional rápida intervención al Tribunal de justicia más importante y prestigioso, pero si es por ella, el 8N sería un per saltum de dudosa legalidad, que le ahorraría a su forzado esquema institucional el incómodo (y, esencialmente, adverso) trámite de las elecciones.


Jamás habrá imaginado el juez Recondo una plaza en su nombre. Nunca Magnetto se habrá soñado tan popular. Criaturas de la falsa conciencia. La clase media es la hija más destacada de la clase obrera, la que pudo estudiar y viajar por el mundo, la que tuvo acceso a bienes culturales; pero a veces se contenta con creerse hija no reconocida de la alta burguesía. Su único desafío: mendigar su apellido, rascar las migas de una improbable herencia, que nunca llega. Si fuera tan fácil y menos determinante, la batalla cultural, la distribución igualitaria de riquezas se daría sin más trámite. Para la revolución socialista bastaría con sentarse a esperar que las contradicciones alcanzaran su punto de hervor, y ya. Pero no. La historia no camina sola.Todo proceso sociopolítico debe doblegar pulsiones que quieren regresarlo hacia atrás. El caso argentino iniciado en 2003 quiso desandar sus pasos en las elecciones del 28 de junio de 2009, pero fue esa contingencia la que terminó impulsándolo drásticamente. La Ley de Medios fue sancionada apenas cuatro meses después de esos comicios. Ni hablar de la Asignación Universal por Hijo o Hija, y la estatización de los fondos de jubilación, hasta entonces en manos de los bancos, sin dudas las medidas más radicalizadas del kirchnerismo hasta ese momento.


El 8N es la reacción a lo que el proyecto nacional y popular se trazó para el segundo mandato de Cristina: profundización e institucionalización de las transformaciones. A las cacerolas de noviembre le seguirán los micrófonos abiertos para todos y todas del 7D. Antes, claro, deberá sortear otros intentos de restauración conservadora, teñidos, incluso, de paro y protesta popular. Que las corporaciones económicas se disfracen de trabajadoras. Las situaciones estrambóticas de las que habló la presidenta en septiembre.

jueves, 8 de noviembre de 2012

el 8-nada

Clarín y la guerra

Jorger Lanata ya no investiga los desaguisados de Clarín y La Nación en Papel Prensa.

Hace algunos años a Héctor Magnetto no se le conocía siquiera el rostro. Fue un fotógrafo del diario que por entonces dirigía Jorge Lanata quien expuso ante la sociedad sus ojos saltones, bestiales, como los de una pantera adentro de un moisés, y cuyo recuerdo no le deja dormir el sueño en paz a Lidia Papaleo. Aún hoy el conductor de PPT le estará pidiendo perdón al CEO del grupo para el que trabaja por aquella imprudencia. Como Moyano, que vive arrepintiéndose de sus ex convicciones, siempre a gusto de su entrevistador.

Lanata ya no investiga los desaguisados de Clarín y La Nación en Papel Prensa. Alguna vez fundó un diario para explotar comercialmente la inexistencia de una voz mediática que confrontara como él creía necesario (y rentable) con el kirchnerismo. Hoy, ni eso. Su ego le ganó a su creatividad. Suma su vocecita paga a corporaciones mediáticas de vieja data, cuya capacidad de seguir desestabilizando gobiernos tiene fecha de vencimiento: escribe en Clarín, se lo escucha en Radio Mitre, y quien quiera despejarse de un mal resultado en los partidos del domingo puede reírse un rato viéndolo en El Trece, a la hora en que ya no pasan más Fútbol de Primera.


Que Magnetto haya tenido que salir a hablar públicamente es indicativo de lo temeroso que se encuentra el holding ante el avance inexorable del calendario. Y de las resoluciones judiciales, claro. “¿Qué te pasa, estás nervioso?”, se preguntaría uno que yo sé. El 7 de diciembre se acerca sin remedio, y son los generales mediáticos quienes, al fin, salen a jugar sus últimas cartas. Cuando la democracia honra la noble palabra que la nombra suceden estas cosas. La honestidad brutal de una puja de intereses que va a fondo.


Nótese que la derecha ya no descarga su prejuicio descalificando de “periodistas militantes” a quienes no piensan como ella. Ahora los “periodistas militantes” son los de los medios hegemónicos. En La Plata, el diario Hoy, experto en operetas, obsequia a sus lectores un póster coleccionable en el que se convoca a decir “Basta” el 8 de noviembre. Sin maquillaje ni pudor alguno. Mañana, no obstante, quizás hasta afirmen que fue una movilización “espontánea”.


El cacerolazo será el fuego de artificio de una contienda que no es tal. Clarín imputa al gobierno estar disputando una “guerra”, pero en verdad es el grupo multimediático quien la libra. En democracia, bajo el pleno imperio de la ley y de un proyecto político que se propuso institucionalizar los cambios que promovió, las guerras únicamente las declaran quienes se saben al margen de aquella. Contra ellos, la Constitución.


Hace unos días un diario opositor mostró las fotos de la fortaleza que los gerentes de Cablevisión montaron en las puertas del ingreso a la planta, para “resistir” el 7-D y burlar a los oficiales de justicia. Guardias de seguridad privada, un corralito con vallas custodiado celosamente por agentes de anteojos oscuros, cámaras y un riguroso control de ingresos y egresos de personal dan cuerpo a la temible hipótesis de conflicto del Grupo Magnetto: las resoluciones del AFSCA, los fallos de la Corte, las cédulas de notificación judicial.


Resulta llamativo que ante este nivel de beligerancia por parte de un emporio económico que desafía sistemáticamente la ley y los poderes del Estado, la oposición se rasgue las vestiduras por el simple discurso de un diputado. Lo que Andrés Larroque dijo en el Congreso debiera merecer otro discurso de similar voltaje que le responda, y punto. La democracia y sus juegos institucionales lo permiten, y hasta lo estimulan cuando, como ahora, en sus disputas se definen a suerte y verdad espesos intereses materiales. No pudo ser.


Dicen que entre quienes abandonaron la sesión había legisladores dispuestos a votar por la afirmativa. ¿Será que fue más fuerte el enojo que su convicción, acaso? ¿Pudo más la obvia especulación que la voluntad de votar una ley que extiende derechos a jóvenes? ¿Tan frágil podrá ser el compromiso democrático de esos diputados? A propósito, yo me sentiría más cómodo en las barricadas de Larroque, y menos entre las sombras del Apocalipsis que profetiza Carrió, propias de un sérpico despechado. No es sólo cuestión de estilo.


Paradojas de nuestra democracia: denunciadores seriales de ataques a la libertad de expresión pretenden que un diputado del oficialismo no se exprese con igual libertad. ¿O acaso hay que ser opositor para ejercer ese sagrado derecho? ¿Qué no habrían dicho de Cristina si uno de sus funcionarios estuviera procesado ante las sospechas de sus vínculos con el narcotráfico y la trata de personas? Si hasta editorializaron sobre el uso político de la muerte de Néstor Kirchner por su viuda, cuando el cuerpo del ex presidente todavía estaba tibio. Vamos.


En la Argentina de los últimos años, la hipocresía política podrá tener las patas incluso menos cortas que la mentira y hasta gozar de amparo cautelar en tribunales inferiores de justicia, pero eso sí: está absolutamente desnuda. Todos saben quiénes apelan recurrentemente a ella. Se la conoce por vieja y por mañosa. Sus maniobras resultan, a esta altura, obvias. Su entramado, evidente. Es un mérito de la democracia que logramos alcanzar los argentinos y del que ya no volveremos atrás.


Por lo demás, si la derecha sale a la calle es porque no le queda otra. Hacer de cuenta que ataca es, hoy, su último gesto defensivo. La capacidad de articular política e institucionalidad le es adversa, como nunca antes. A quienes supieron gobernar el país con mano de hierro o guante de seda durante los 27 años anteriores al 25 de mayo de 2003, les debe resultar complejo recurrir a la acción directa. Por más masivas que sean sus muestras callejeras, les resultará difícil soportar el peso institucional de una democracia que, 29 años después de ser reconquistada, se pone, al fin, los pantalones largos. Es en la política, la gestión del Estado, la extensión de derechos, la creciente inclusión social, la profundización en la mejora de todos los indicadores socioeconómicos y culturales que la derecha pierde por escándalo.


El 8-N es, apenas, la expresión de una carencia. La formulación de una incapacidad. Romney, Capriles, Bullrich Luro Pueyrredón. Hasta los dirigentes que invitan a movilizar juran que no saldrán a la calle. Un dolor en el juanete presumiendo saber el futuro político. Un malestar como de quien no pasó bien la noche creyéndose categoría sociohistórica. El pasado proyectándose mañana. La nada misma. Cuidado.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Insólita nota de magdalena ruiz guiñazú

Robar a la verdad

La propia EUDEBA aclaró que ya en su primera edición el prólogo del Nunca Más aparecía sin firma.

El lunes pasado, mientras Albano Harguindeguy agonizaba en la cama de su casa, el diario La Nación publicaba una columna de opinión de Magdalena Ruiz Guiñazú, en la que la periodista expresaba la "sorpresa e indignación" que le provocaba que en la última impresión del libro Nunca Más se omitiera la firma de Ernesto Sabato del prólogo original, escrito en 1984.

La nota en cuestión se titula "Robar a los muertos", y constituye una burda operación intelectual, que busca atribuirle al kirchnerismo una supuesta "apropiación de la Memoria", que conformaría "un robo inexcusable cuando, además, esa Memoria tiene carácter de Informe en un hecho jurídico".


La propia EUDEBA, editora del libro, aclaró que ya en su primera edición, contemporánea a la Conadep, el texto aparecía sin la firma de su autor, aunque siempre se atribuyó su redacción a Ernesto Sabato. Siendo el escritor que presidía la comisión de "notables" –también integrada por Ruiz Guiñazú– un intelectual premiado por su obra literaria, su autoría en singular de un texto que presenta un trabajo colectivo, de grandes implicancias institucionales y políticas resulta, a la vez que un detalle carente de sentido, casi una obviedad. En verdad, a Magdalena no le molesta tanto que no aparezca el nombre de Sabato tras el último punto y aparte del prólogo, sino que en el año 2006, al cumplirse 30 años del golpe, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación haya escrito otra introducción, que no modificó ni una coma de la original, pero que dejó sentada ante las nuevas generaciones de argentinos la falsedad histórica del primer prefacio.


El Informe Sabato fue considerado el documento oficial por el cual las autoridades de entonces del Estado nacional explicaron lo ocurrido en los años inmediatamente anteriores, según una particular y muy discutible interpretación: la teoría de los dos demonios. "Durante la década del '70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países", sostuvo el escritor en el arranque del prólogo. Su pluma complacía así la estricta necesidad política del naciente gobierno radical: conformar el clamor popular de castigo sin enojar demasiado a los militares. Hacer de cuenta que la justicia.


Esa infame explicación sintetizó el forzado consenso que trató de imponer el alfonsinismo a la sociedad argentina, encorsetando la flamante democracia. Varios lo aceptaron, Magdalena entre ellos. Aunque no todos, claro. Mientras una multitudinaria manifestación acompañaba la entrega del Informe de la Conadep, las Madres de Plaza de Mayo realizaban un histórico acto en Parque Lezama, en el que Hebe de Bonafini explicaba que no marcharían junto a la UCR porque intuían que esa operación alfonsinista era, en rigor, el primer paso en el camino de la impunidad. "La verdad que buscamos es la que tienen los militares. Queremos saber quién se los llevó, y eso no está en el Informe. Queremos saber quién hacía las listas, y eso no está en el Informe. Queremos que todos los militares que están en el Informe sean pasados por la radio, para que el pueblo conozca sus caras, porque todo tiende a que nos olvidemos de ellos. Acá se habla mucho de los reprimidos pero poco de los represores", presentía Hebe.


Repartir culpas por partes iguales, empatar a las víctimas de la represión con sus verdugos, igualar revolucionarios con genocidas, fueron condición esencial para fraguar en la conciencia colectiva las condiciones que hicieran posible el progresivo perdón, planificado con suficiente anterioridad. Recién hace unos años aquel esforzado "consenso" comenzó a resquebrajarse drásticamente. Fue entonces cuando aquellos que lo habían aceptado y agachado la cabeza ante las contraindicaciones de lo "políticamente correcto", alzaron airadamente su voz para disimular lo expuestos que quedaron sus tibiezas y límites demasiado angostos. También los de Magdalena Ruiz Guiñazú.


El texto agregado en 2006 aclara la nueva visión del Estado argentino respecto de la década del setenta, y que incluye que el entonces presidente Kirchner llamara "mis compañeros" a los desaparecidos, la justicia declarara la inconstitucionalidad de las leyes de perdón, y las Madres comenzaran a ser tratadas con honor institucional por parte de los funcionarios de un Estado que hasta entonces las había combatido velada pero sostenidamente.


Lo que quizás más enoje a Magdalena es que el nuevo prólogo juzga de "inaceptable" que se "pretenda justificar el terrorismo de Estado como una suerte de juego de violencias contrapuestas como si fuera posible buscar una simetría justificatoria en la acción de particulares, frente al apartamiento de los fines propios de la Nación y del Estado, que son irrenunciables".


La denuncia de Ruiz Guiñazú respecto de la firma de Sabato es, además de inexacta, una simple excusa para señalar otras objeciones al gobierno, explícitamente políticas. Dice Magdalena: "Cabe preguntarse si quienes se permiten semejante atropello no deberían ocupar su tiempo en, por ejemplo, redactar otro Nunca Más con los desaparecidos por la Triple A (…) Seguramente su agitado proselitismo partidario no debe permitirles ese tiempo fundamental." Textual.


Cabe preguntarse, en realidad, por qué esta experimentada periodista omite deliberadamente reconocer que las políticas del gobierno nacional crearon las condiciones para que la luz de la justicia alcance hasta la Masacre de Trelew, sin contar la causa que se instruye en el fuero federal y que investiga penalmente los crímenes de la Triple A. En política, el odio y la cerrazón nunca son buenos consejeros. Si la historia es una construcción social, entonces siempre ha de estar en movimiento. Hacer relecturas de sus documentos, someterlos a nuevas interpretaciones, no implica en absoluto manipularlos. Que eso suceda es indicativo de que la historia no está quieta, ni sus pueblos, que la protagonizan, están muertos. Como dice el nuevo prólogo del Informe, "el Nunca Más del Estado y la sociedad argentina debe dirigirse tanto a los crímenes del terrorismo de Estado como a las injusticias sociales que son una afrenta a la dignidad humana". Quien no lo intentara, y tanto más si tiene altas responsabilidades al frente del Estado, sí estaría robando a los muertos, y traicionado la generosidad de aquellos que dieron la vida por la osadía de construir un país distinto, este al que ahora, trabajosa y esperanzadamente, estamos arribando.