La campaña del PRO
Demetrio Iramain
Los publicistas de la campaña electoral del PRO han inundado la ciudad de Buenos Aires con afiches de generosas dimensiones y tipografías, en los que pueden leerse mensajes y consignas ciertamente llamativos.
Hasta ahora, el aviso más explícitamente político, que escapa a la típica superficialidad visual de los slogan PRO, es aquel que sostiene que durante la gestión del alcalde Macri en la ciudad de Buenos Aires la tasa de mortalidad infantil del distrito descendió hasta su nivel más bajo en toda la historia.
Lo cierto es que ese índice viene bajando en la ciudad desde mucho tiempo antes. Entre 2004 y 2008, mermó del 8,7 a 7,7, y luego continuó constante la tendencia decreciente, claro que en total sintonía con lo que ocurre a nivel nacional.
La publicidad capciosa de ese indicador desconoce olímpicamente una obviedad: todas las mediciones socio-económicas han mejorado en forma sostenida desde 2003, especialmente los de ocupación, y no sólo en Buenos Aires, ciudad cuya actividad económica hace más factible alcanzar esos registros.
Por cierto, ese crecimiento social no ha sido mérito de su gestión local, sino de un modelo de desarrollo endógeno, con inclusión a través de la creación de empleo y aumento del consumo interno, que encabeza el gobierno nacional y que tiene en la ciudad de Buenos Aires a su más sobreactuado contrapeso. Ni hablar del notable impacto de la Asignación Universal por Hijo en todas las mediciones de vulnerabilidad social, y su huella en los índices de escolaridad y atención médica primaria, que Macri pasa por alto deliberadamente.
¿Se puede ser tan necio como para desconocer que el subsidio del Estado nacional por hijo, ahora extendido a todas las mujeres embarazadas, cuyo cobro establece a modo de contraprestación el riguroso seguimiento médico del proceso de gestación, incide positivamente en la medición de los casos de mortalidad infantil por causas evitables?
La espesura que adquirió el debate político en la Argentina habrá sugerido a los estrategas PRO cambiar por contenidos más políticos aquella vaga tecla de play sobre un fondo de rabioso amarillo y ninguna otra palabra, estética que lo llevó al triunfo electoral en junio de 2009, aunque con una notoria merma respecto del torrente de votos de dos años antes. La conciencia que segmentos cada vez más amplios de la sociedad capitalina tienen respecto de los intereses en pugna bajo los conflictos materiales y simbólicos que operan en la realidad, invalida la impronta antipolítica y marketinera que Macri quiso darle a su gestión.
La política ya no es un shopping noventista y neoliberal, advierte con un dejo de nostalgia el Jefe de gobierno, quien, no obstante, insiste en bailar en público entre un cotillón de globos y la cosificación del embarazo de su esposa, hija de un acaudalado empresario textil. ¿Con eso quiere enfrentar al proyecto colectivo referenciado en el gobierno nacional, que expresa la fórmula Filmus-Tomada?
Procesamiento judicial confirmado por la Cámara Federal mediante (y que lo inhabilitaría para presentarse a elecciones distritales), hasta la estricta coloración amarilla del fulgor PRO debió ceder paso a otras tonalidades. Una multiplicidad de triángulos multicolores, a manera de banderines marítimos, que quizás remita a las fiestas juninas del nordeste brasileño, o a los corsos de Avenida de Mayo, ambiciona darle forzadamente un toque carnavalesco y divertido a la campaña, que las urgencias de la derecha le impiden agregarle.
Por lo demás, resulta paradigmática esa invitación de Macri a los sectores sociales más refractarios a sus políticas excluyentes, expresada en esas fotos súper producidas, de anónimos adolescentes de barrio, muchachas y muchachos, con remeras de Sumo, de River, tocando la guitarra, despreocupadamente, o con camperas de cuero negras y pañuelos palestinos al cuello, y una única consigna “Vos sos bienvenido”. Si bien en los interlocutores que la campaña de afiches construye no aparece una mención clara a una determinada pertenencia de clase, es obvio que no los supone en los estratos sociales más altos.
¿A quién le habla Macri? Evidentemente, quiere tutearse con la juventud de las barriadas más populares. Sorry, gordo. Allí donde no llegó la cosmética policía metropolitana que sólo patrulla las calles más allá de la avenida Córdoba, al menos sí llegó el fotógrafo de Jaime Durán Barba para tomarles unas instantáneas y hacerlos sentir protagonistas. “Bienvenidos”.
Ahí donde ya no es posible divertirse barato pues el macrismo continuó de la peor manera la política iniciada por el ibarrismo tardío, y que consiste en inhabilitar pubs y boliches chicos, de cerveza y entrada módicas, donde puedan tocar las bandas barriales que no logran ingresar al gran circuito del rock, al menos está la foto de la minita y el chabón desalineados.
Allí donde las escuelas se caen a pedazos, y sus estudiantes las toman en protesta por el deterioro de la educación pública, van los publicistas de campaña y hacen posar delante de sus flashes a los adolescentes tipo Socorro 5º año, para volvercool los rasgos más antisistémicos de su rebeldía generacional.
“Algo es algo”, especula Macri que pensarán los pibes sobre sus forzadas apelaciones a quienes siempre le dieron la espalda, porque él se las dio primero. Se equivoca. En los barrios del sur y más al norte también, saben que para el PRO jamás serán bienvenidos los jóvenes, para peor morochos y pobres, sino, apenas, sus votos.
Ese número informe, quizá la única cualidad realmente objetiva de las democracias liberales, apenas si representativas, hasta ayer sostenía el mito que construyeron a su imagen y semejanza nuestras elites políticas y culturales. Ahora, vaya paradoja, el neoliberalismo chorrea justamente por donde antes más se sustentaba: el caudal de votos. ¿Se acuerdan cuando Menem decía “esperen las próximas elecciones y voten por otro candidato”? La derecha, ahora, ni eso. Macri, menos.
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