Datos personales

Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

jueves, 17 de enero de 2013

peronismo y lucha ideológica

"Será revolucionario o no será nada"

Tantas décadas después del 17 de Octubre, el peronismo quizás sea una filosofía del poder. No sería poco.


Para Hugo Moyano el partido Justicialista se convirtió en una "cáscara vacía", incapaz de expresar la rica pulpa que el camionero representa. Cuando eso dijo en Huracán, en diciembre de 2011, todavía no marchaba a la Plaza de Mayo con Luis Barrionuevo, ni sus protestas merecían la encendida solidaridad de la Sociedad Rural. Ahora se sabe que estaba hablando de otra fruta.

Curada en salud, la derecha aprendió a no dudar: sin demasiados giros sintácticos sostiene que cuanto más a la izquierda esté el peronismo más peronista será. Quizás leyó mejor que muchos a John William Cooke, para quien "el único nacionalismo auténtico es el que busque liberarnos de la servidumbre real: ése es el nacionalismo de la clase obrera y demás sectores populares, y por eso la liberación de la Patria y la revolución social son una misma cosa, de la misma manera que semicolonia y oligarquía son también lo mismo." El concepto, formulado por Cooke en Cuba 52 años atrás, aún hoy sirve para entender lo que pasó en Mar del Plata hace una semana.


A propósito, el pasado sábado Jorge Fernández Díaz así tituló su columna en el diario La Nación: "Cómo nos gusta que el peronismo nos mienta." En la nota de mención, su autor comparaba el arribo de la Fragata Libertad al puerto marplatense con la llegada a la misma orilla –pero hace 22 años– del portaviones norteamericano Kitty Hawk, transportando 50 aviones de combate en su lomo. Ilusión menemista de "Primer mundo" entonces, fantasías de "patria sí, colonia no" ahora, bajo el mismo soporte ideológico, lo suficientemente elástico, vago e impreciso como para poder contener con singular gracia dos perfiles políticos tan disímiles: el peronismo.


Lo que intriga es el título, sin embargo. Fernández Díaz se posa sobre una distancia que no convence a nadie, y apelando a la segunda persona del plural asume para sí la subjetividad de una sociedad aparentemente manipulada, engañada deliberada y repetidamente por el peronismo. A Julio Cobos, que hablaba de sí mismo en tercera persona, y siempre estuvo ajeno a casi todo (especialmente el gobierno nacional que supo integrar -que no supo integrar- durante cuatro largos años), no le habría salido mejor.


Tantas décadas después del 17 de Octubre, el peronismo quizás sea una filosofía del poder. No sería poco. Tal vez incluso menos que eso: un manual de procedimiento. De ahí que "Néstor y Cristina militaban de lejos el peronismo noventista", como dice, enojado, Fernández Díaz. Sin dudas estaban esperando su oportunidad. En la Argentina, la izquierda que se asume como tal, meramente formal y explícita, adolece de la imprescindible lectura de ese vademécum. "Todo es ilusión, menos el poder", decía Lenin. De Altamira a Giustiniani preferirían vivir de ensueños. "Todo es fantasía, menos gobernar", aportaría Kirchner. "Para los 40 millones de argentinos", agregaría, y sin neutralidades, Cristina Fernández.


 Cuántos que creen “ganar las discusiones” quisieran contar con esa afiatada maquinita de mandar. Hay una izquierda que vive despotricando contra el Estado y después se casa por Civil. Pronuncia discursos con principios morales para adornar que el día de la votación mete en el sobre una hoja de papel de diario. ¿Será que aceptan dócilmente que su módico universo electoral se circunscriba a "las necias que se mueren por los charlatanes", como decía Roberto Arlt?


Con tal de existir, cierta "izquierda de derecha" se esmera en parecer otra cosa. De otro modo no se explica la insólita solidaridad de Hermes Binner con Henrique Capriles, ni la caminata por Playa Grande en bikini de Victoria Donda junto a Alfonso Prat Gay, secundados por Humberto Tumini, quien luciendo su chamise Lacoste no tuvo mejor idea que confiarle al cronista del diario La Nación que los militantes del ERP no se enriquecían como los funcionarios de La Cámpora.


Qué sorpresa enterarnos cuatro décadas después del Devotazo que al centenario diario de la familia Mitre Mario Roberto Santucho le resulta más amigable que Eduardo "Wado" de Pedro. A 40 años de las ofensivas luchas de la clase obrera, a la derecha le viene bien cualquier argumento que desmienta y contradiga a quienes quieren poner otra vez a la delantera a las clases subalternas. Está visto: el oportunismo no es sólo un recurso de los viejos habitué a la unidad básica.


Para la derecha, el peronismo será tolerable en tanto tienda hacia la conjunción entre clases objetivamente incompatibles, aunque bajo el claro predominio de la burguesía. "La reconciliación", diría Ricardo Darín. Y si no, no. Un "peronismo" que se chupe el dedo y se cuide bien de no "disparar" con 22 mensajes seguidos vía Twitter, de 140 caracteres cada uno, para responder la más corrosiva acción de prensa que haya padecido un gobierno democrático. Lo de Cristina, "una metralleta para violar la división de poderes y sitiar la justicia"; las mil tapas de Clarín y otras tantas operaciones de Magnetto contra el gobierno, el sagrado derecho a la "libertad de expresión". Singularidades de la "prensa independiente".


Las únicas pujas políticas a ser aceptadas por la derecha serán las que protagonicen las distintas facciones de la burguesía: un "peronismo" noventista y financiero enfrentado a otro desarrollista y proindustrial, que sustituya por producciones locales las mercancías hasta ayer importadas, incluso a costa de cierta inflación. Pero jamás si se resuelven crecientemente en favor de los trabajadores las contradicciones propias de toda sociedad capitalista. Eva en el billete de cien pesos, vaya y pase; su rostro mirando desafiante las calles de Barrio Norte, y comprensiva hacia Barracas, todavía; pero la distribución progresiva del ingreso, la juventud "unida y organizada" ocupando puestos clave del Estado, rejuveneciendo con nuevas prácticas transformadoras y mirada estratégica las viejas estructuras políticas y los gordos aparatos burocráticos, eso nunca.


El peronismo, mal que les pese a tantos y tantas a la derecha del escenario actual, tiene marcado desde sus orígenes otra cosa, muy distinta de lo que de Piumato a Claudia Rucci quisieran para él. Le sienta mejor la foto de Cristina en La Habana, con Nicolás Maduro y los hermanos Castro, que el forzado minué que aspiran a bailar desde Moyano hasta Mauricio Macri. Todavía hoy no pocos insisten en creer que "el peronismo será revolucionario o no será nada". Así, al menos, pensaba Eva Duarte de Perón
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jueves, 10 de enero de 2013

malas palabras

¿Pueden imaginarse a Hebe presa?

¿El fiscal habrá pensado igual sobre Eduardo Buzzi, cuando dijo que había que "desgastar" al gobierno?

Lo único que le falta a la justicia de ojos siempre abiertos, atenta a las necesidades de última hora de las corporaciones económicas, es meter presa a Hebe de Bonafini. Si un juez federal hiciera caso a la acusación del fiscal Diego Nicholson y procesara a la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, estaríamos ante un salto cualitativo en los escándalos que es capaz de provocar el Poder Judicial. Seguramente se ahondaría la crisis de la justicia, que atraviesa una edificante discusión ideológica despachos adentro y cuya disputa alcanzó tomas de posición públicas.

Qué preocupada debe estar la derecha judicial al ver cómo crece la cantidad de jueces, fiscales, defensores y funcionarios que suscriben las solicitadas por "Una justicia legítima". Naturalmente, cuanto más democrática quiera ser la justicia, más retrógrados se volverán sus múltiples segmentos reaccionarios. Equilibrio de las especies, que se dice.


Es notable, pero en su presentación judicial el fiscal le imputa "lo vulgar de las palabras" de Hebe, no obstantes lo cual "esa exigencia no debe ser sólo entendido como provenientes de alguien de muy mala educación (sino) como partes de una misma acción intimidatoria". Las malas palabras. Hebe no aprende más.


Prisión a la emblemática Madre de Plaza de Mayo por presionar con malos modales a los jueces, no como hace Magnetto, que erosiona gobiernos democráticos a través del límpido recurso de la operación de prensa, ese genuino recurso de las corporaciones en las sociedades liberales. ¿No tienen acaso los pueblos derecho a peticionar y a reclamar públicamente por lo que creen justo?


¿El fiscal habrá pensado igual sobre Eduardo Buzzi, cuando el capo de la Federación Agraria dijo que había que "desgastar" al gobierno? Claro, Buzzi acababa de ganar la batalla legislativa por la Resolución 125. Por entonces, el partido de los dueños de la tierra contaba con un vicepresidente propio. ¿Qué juez o fiscal habría de procesarlo? Por otra parte, ¿no debieran ser los propios jueces de la Corte los que, si se sintieran amenazados por las Madres, solicitaran un refuerzo policial a sus custodias?


La justicia se permite ser coaccionada por los poderes fácticos, pero siempre con buena educación. ¿Alguna vez alguien leyó de los editores en jefe del diario La Nación una puteada? El mayor exabrupto de Clarín fue haber pedido el procesamiento de periodistas por el delito de lesa opinión, y si bien fue una barbaridad democrática, el barniz del discurso procesal penal lo disimuló bastante.


¿Dónde están que no se oyen los que decían que el Ministerio Público fiscal era un apéndice del oficialismo, cuyos magistrados estaban alineados a la conducción de la Procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbo?


En parte, no sería en vano que suceda. Si sobreviniera un procesamiento de Hebe se abrirían, por fin, las compuertas que mantienen cerrados, ajenos a la democracia, los tribunales, y que impiden verla a la Señora de ojos vendados cómo mira por debajo de la gasa. En ese caso, ni falta haría que las Madres pronuncien su discurso al fin de cada marcha de los jueves al pie de las escalinatas del Palacio, esquivando la caca de palomas. La democracia se merece de una vez que las formas se parezcan al fondo del asunto.
polémico pedido del actor

El Grupo Darín y la reconciliación nacional

Darín tendrá un merecido Oscar en su curriculum, pero la presidenta cuenta con el respaldo popular.

Si no brinda conferencias de prensa es "soberbia y autoritaria"; si responde a las críticas que considera injustas o infundadas porque "individualiza". A la prensa hegemónica no hay nada que haga o deje de hacer la presidenta que le venga bien. Naturalmente, todo lo que hace un mandatario es materia opinable, pero ¿todo debe ser criticado simplemente porque lo hizo o lo dijo la presidenta? Es notable: a la carta de respuesta de Cristina Fernández de Kirchner a la irrespetuosa diatriba (¿o denuncia a la marchanta?) planteada por el actor Ricardo Darín, le dicen "crítica de la presidenta a Darín por dudar del origen de su patrimonio". La crítica, en todo caso, fue del actor, que empezó primero, y mereció la réplica de la gobernanta. Como si la mandataria que inviste el cargo más importante de la República no fuese tal cosa, sino, apenas, una vecina  interviniendo intempestivamente en una reunión de consorcio.

Según el sistema de sentidos creado unilateralmente por la prensa opositora, Darín puede sugerir despreocupadamente que el dinero del matrimonio Kirchner creció de modo irregular, pero la presidenta debe evitar responderle. Para el organigrama mediático que estipula lo que está bien y lo que está mal, si lo hiciera atentaría gravemente contra la libertad de expresión de un artista. Ricardo Darín tendrá un merecido Oscar en su curriculum vitae, pero la presidenta cuenta con un respaldo popular mayoritario, expresado en las urnas de la democracia, que debe honrar. ¿Por qué una mandataria revalidada en su cargo menos de un año y medio atrás, debe dejar pasar que un actor multipremiado, con mucha prensa, mimado por la crítica cinematográfica, le diga corrupta? Si lo hiciera, ¿no estaría defraudando la confianza y la responsabilidad depositadas en ella por la ciudadanía?
Darín puede decir cualquier cosa contra la presidenta porque es el mejor actor argentino. Los demás, apenas una cohorte de aplaudidores que viaja en avión presidencial al festival de cine de Mar del Plata. Fito Páez toca porque le pagan; Alfredo Casero es un auténtico artista porque no trabaja en el canal público. ¿Y la gente? La gente va a Plaza de Mayo a disfrutar del concierto de Charly García, no a festejar los 29 de democracia, menos que menos a escuchar el discurso de la presidenta. Hay, no obstante, un tramo de la respuesta de Cristina Fernández en su carta fechada en El Calafate, que, desafortunadamente, fue omitido en el tratamiento mediático que se le dio al tema. Es el referido a la "reconciliación". Dijo la presidenta: "Me interesa saber a qué se refiere. ¿A los juicios de lesa humanidad? Porque ha habido alguna jerarquía eclesiástica que se ha referido a terminar con los juicios por la memoria, verdad y justicia utilizando justamente el término ‘reconciliación’. O tal vez usted se refiera a que me reconcilie con quienes me desean la muerte, festejan la de Néstor o les gustaría destituirme. ¿No sería mejor pedir que cesen los insultos, las agresiones, los golpes a periodistas o la falta de respeto a la voluntad popular?"


Y sigue Cristina: "La palabra ‘reconciliación’ goza de múltiples acepciones. ¿Con quiénes deberíamos reconciliarnos? Porque créame, no estoy peleada con nadie, aunque sí es público y claro que existen diferencias de pensamiento con respecto a nuestro proyecto de país, políticas públicas, la memoria, verdad y justicia... y eso es vivir en un país democrático. No ponerse de acuerdo también es un derecho, como lo es resolver de acuerdo a la voluntad y responsabilidad que el voto popular le ha asignado a cada uno, sin la menor soberbia, simplemente con la responsabilidad que me otorga la Constitución Nacional".


Paradójico. Justo cuando el país asiste a una grosera operación de prensa que busca desprestigiar la política oficial en materia de Derechos Humanos, haciendo foco en el ministro de Justicia, los medios se saltean las precisiones de Cristina Fernández respecto de la "reconciliación". Raro.


Realmente, es mucho más edificante debatir socialmente, incluso a través de los soportes mediáticos, qué entendemos los argentinos por "reconciliación", que insistir en vano con una denuncia penal sobre la cual la Justicia ya se expidió hace años, con una pericia contable de por medio. ¿O acaso la Justicia es creíble y justa cuando emite una cautelar que dura entre 3 y 10 años, y lo es infinitamente menos cuando falla a favor de un gobernante que hizo de la lucha contra las corporaciones una consecuente política de Estado? La presidenta respondía a la siguiente afirmación de Ricardo Darín: "Desde afuera se ve que estamos en el fondo del mar. Yo quiero que le vaya (a Cristina) como los dioses. Yo quiero que timonee, que convoque, que baje la adrenalina, que llame a una reconciliación. ¿Cómo puede ser que entre la gente común haya amigos que no se dirigen la palabra? ¿Sabés hace cuánto que no pasaba eso?"


Sí lo sabemos, Darín: desde el primer peronismo, con un intervalo en la década del setenta, que "no pasaba eso". Aquellos fueron los años de mayor ofensiva popular. Cuando los pueblos avanzan, se organizan, conquistan derechos, alcanzan puestos relevantes en la institucionalidad del Estado (por ejemplo el gobierno y las mayorías parlamentarias, aunque infinitamente menos en el Poder Judicial), los históricos ganadores del capitalismo ven en riesgo la supremacía de sus intereses. Es entonces cuando afirman que se terminó la concordia. Apelan al miedo. Agitan fantasmas. Dicen "se viene el zurdaje". La reconciliación es para ellos un tiempo impreciso, de duración variable, sin densidad histórica, de quietud social y calma en las grandes pujas intraclases, que pone en el freezer la historia y a resguardo de las clases acomodas los inevitables cambios sociohistóricos que más temprano que nunca han de sobrevenir.


Si así ocurriera por siempre, la civilización humana no tendría historia, sino, apenas, una sumatoria de siglos, todos iguales entre sí, o muy parecidos. La década del noventa es, para ellos, la síntesis de la "reconciliación". El ansiado "fin de la historia". La clausura para siempre de las ideologías, ese lastre de las sociedades del conflicto, siempre en estado latente de revolución. El "jubileo" que reclamaba ligera e insistentemente la jerarquía eclesiástica. No en vano los indultos a los genocidas, el "vamos por todo" de la impunidad iniciada por Alfonsín, el desmantelamiento del Estado en sus funciones económicas estratégicas, y la asunción del mercado como el gran (des)organizador social. Always.
OPINIÓN

La política de derechos humanos no se mancha

Ser hijo o hermano de desaparecidos no da derechos políticos extra. Si eso ocurriera se trataría de un privilegio. Y los desaparecidos cayeron en la lucha por otra sociedad infinitamente mejor, más igualitaria y justa, profundamente libre, sin privilegios de clase, de sangre o de cualquier otra especie, tan característicos del capitalismo.


Paco Urondo, Rodolfo Walsh, Roberto Santoro y tantos y tantas otras, no presentaron un certificado de intelectuales ni dijeron "yo soy escritor" o "yo soy médico", para ser relevados por sobre sus compañeros de riesgos de vida y compromisos de lucha asumidos colectivamente, con total humildad y plena conciencia.

¿Acaso hay que darle la razón a Eva Donda, hermana de Victoria, que piensa igual que Cecilia Pando, cree en la existencia de dos demonios iguales aunque de distinto bando, y hasta dio un discurso en la Plaza San Martín en reclamo del juzgamiento de los integrantes de ERP y Montoneros? De ninguna manera.


Que el cortesano Carlos Fayt haya firmado una solicitada por los desaparecidos en 1978 no lo excusa ante quienes lo señalan por haber fallado dos veces a favor de las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida, la última cuando Néstor Kirchner era ya presidente y la Corte Suprema tenía su actual composición. Menem estuvo preso durante la dictadura y eso no lo exime de su responsabilidad política en el perdón y olvido en que vivieron los genocidas durante su gobierno.


Las luchas políticas se libran con política. La historia la escriben los pueblos todos los días, con el cuerpo y la palabra, y no con el currículum de ex protagonistas devenidos en cualquier otra cosa totalmente distinta y ajena a lo que supieron ser alguna vez.


El kirchnerismo supo sobrepasar los márgenes autoimpuestos por los fundamentalistas de la imposibilidad. Néstor primero y Cristina después obraron con firmeza ante poderosos enemigos, no durante los años en que ocuparon cargos de menor importancia institucional, sino al arribar a la investidura más significativa de la democracia. No es "relato", es un lugar ganado en la historia grande de este país.


Si Clarín tiene objeciones que formular a la política oficial en materia de Derechos Humanos debería intentar contrarrestarla con argumentos políticos. Así funciona la democracia. Si Magnetto no supiera o no pudiera expresar racionalmente sus pensamientos e intenciones, debería exigírsele, cuanto menos, que sincere los intereses que lo mueven a actuar del modo que lo hace.


Pero no. Eso sería pedirle demasiado a un consorcio empresarial lo suficientemente grande y poderoso como para andar fijándose en pequeñeces. Cualquier protagonista político o institucional con cierto peso en el escenario actual que se meta con Clarín se come, cuanto menos, una operación de prensa. La mafia se lleva mejor con intrincadas astucias y bajezas morales de cuarta categoría antes que con el llano debate de ideas.


Ninguna operación mediática, ningún oportunismo opositor, ningún familiar sanguíneo que priorice su vínculo parental por sobre el compromiso de lucha de los desaparecidos, podrán manchar a un gobierno que hizo del fin de la impunidad, de la reivindicación de los desaparecidos, y de la continuidad por otros medios de sus luchas, una firme y sostenida política de Estado. Lo que el kirchnerismo hizo respecto de lo que pasó en la Argentina durante el Terrorismo de Estado, lo distingue en el mundo entero y le da identidad política, sustrato ideológico y sentido histórico.

jueves, 3 de enero de 2013

la justicia, en deuda

La Cámara "en lo Clarín y la Rural"

Si ciertas dependencias judiciales parecen feudos, si la prospia de los nombres se repite, bien poco puede esperar la sociedad democrática.

La justicia se encuentra desde el primer minuto hábil del año 2013 en feria. La mayoría de los juzgados de todas las competencias y fueros del país está de vacaciones. Sólo permanecen guardias mínimas en algunas dependencias. En otras, ni la luz se enciende. Los tiempos procesales se vuelven aun más laxos. La feria de enero interrumpe los plazos y prolonga hasta febrero –y más allá también– lo que para cualquier ciudadano común resulta improrrogable. Por ejemplo, obtener un sobreseimiento al filo de fin de año que lo rescate de una prisión preventiva. Pero no: para brindar en casa y con la familia hay que llamarse Fernando de la Rúa.

El tribunal más encumbrado de la juricatura nacional sabe que el sistema judicial está en deuda con la democracia. Para comprender muchos fallos bastaría conocer cómo funciona la estructura interna de los tribunales, la matriz oligárquica que articula su burocracia, y lo amigable que resulta para sus miembros, la exclusiva "familia judicial". Sólo ascienden los portadores de apellido. La movilidad escalafonaria es para los ahijados de los padrinos, especialmente en el ámbito de la Corte. Si ciertas dependencias judiciales parecen feudos, si la prosapia de los nombres se repite como el eco en muchos fueros, bien poco puede esperar la sociedad democrática.


El último acuerdo de cortesanos respecto de la Ley de Medios volvió a dejar pagando a los otros dos poderes del Estado. Alguna vez, en pleno conflicto con las patronales rurales por la Resolución 125, el todavía hoy presidente de la Corte había declarado que lo mejor era "no judicializar" los diferendos propios de la política, y que era allí donde debían resolverse porque "para eso funciona la política". ¿Seguirá pensando igual Ricardo Luis Lorenzetti? ¿Será que para él el lugar por excelencia de la política ya no es más la soberanía popular expresada en las urnas, ni las decisiones de los dos poderes del Estado de derecho renovables periódica y democráticamente?


Sin dudas, el voto no positivo de Julio Cobos les sentó bien a quienes no deseaban anticipar tanto los tiempos y obligar a los jueces a asumirse como políticos, como pareciera estar ocurriendo ahora. He ahí, quizás, otro de los logros de este tiempo de transición, veloz e intenso: las cosas cada vez más claras.


Para el juez Raúl Zaffaroni, en tanto, la justicia no es una corporación debido a que existe en su interior "pluralidad ideológica" entre sus miembros. De acuerdo. Evidentemente, los 200 y pico de jueces y fiscales que firmaron la solicitada por "Una justicia legítima" no son los que insisten en mantenerse atados como con pernos a las corporaciones económicas, mediáticas, eclesiásticas, o a todas ellas juntas. El problema es la competencia: ¿habrá en materia judicial algo más determinante que un fallo de la Corte? ¿Quién pudo más: aquel intachable fiscal de investigaciones administrativas, Ricardo Molinas, renunciado por Menem en 1991, o el riojano Julio Nazareno?


Que existen edificantes disputas y hasta una saludable batalla por la hegemonía al interior del Poder Judicial es notorio. Tanto como la adversidad de los progresistas en la correlación de fuerzas. A veces pareciera que el poder económico baja una bandera a cuadros, tras la cual el segmento más aristocrático de la justicia se pone en línea y firma a coro sus dictámenes. El mismo día que la Corte rechazó el per saltum en el expediente Clarín, contradiciendo lo perentorio de su anterior fallo y extendiendo la cautelar hasta el impreciso día que haya sentencia de fondo, otros jueces de un tribunal de más allá confirmaron el sobreseimiento de De la Rúa por los crímenes ocurridos durante la represión a la rebelión de 2001. Para la Agencia de Noticias del Poder Judicial se trató, apenas, de los "incidentes del 20 de diciembre".


¿Qué pasaría si la cabeza del Poder Judicial enviara un mensaje a los tribunales inferiores de absoluto crédito a sus competencias y apoyo a su trabajo, aunque también muy claro respecto de su compromiso institucional? Algo así hizo la presidenta hace una semana cuando identificó a sectores del PJ como responsables por los saqueos organizados miserablemente a cuatro días de la Navidad.


Que Néstor Kirchner haya presidido el justicialismo hasta el día de su muerte, y que ese partido formara parte sustantiva del Frente Para la Victoria, no le impidieron a Cristina producir semejante muestra de autoridad, deber democrático y contracción al cargo más importante de la República. A la presidenta pareció no pesarle su condición de peronista, ni tener pactos con las lecturas más ortodoxas del movimiento policlasista. Los pejotistas, claro, no se lo perdonan. Vienen alzando las orejas desde 2008, cuando en pleno conflicto con las patronales agrosojeras, Cristina dijo que después de las Madres ya nadie podría considerar a la Plaza de Mayo como propiedad política exclusiva de los peronistas.


¿Será capaz el Poder Judicial de una conducta semejante, de real soberanía también para con la propia tropa, que parece lo más difícil? ¿O será nomás como dijo Martín Sabbatella, para quien algunos jueces no están preparados suficientemente para enfrentar a las corporaciones, porque ellas son parte constitutiva de la justicia? ¿Imagina alguien al titular de la Corte pidiendo perdón en nombre del Poder Judicial por la inacción de los jueces (cuando no pasmosa complicidad) ante el genocidio, la impunidad, el saqueo del patrimonio público, el desmembramiento del Estado?


Ya sé, ya sé: los jueces deben ser independientes, sus fallos no tienen por qué tener en cuenta el contexto, el Poder Judicial debe velar por la división de poderes (especialmente si se trata de un gobierno progresista y popular), cada causa es un mundo, el fallo de Casación nada tiene que ver con la condena de un tribunal oral, mucho menos con la cautelar de la Cámara Civil y Comercial. Pero que las hay, las hay. Ni en los Estados Unidos la justicia es un enclave al interior del propio Estado, con semejantes niveles de discrecionalidad y autonomía, como ansían nuestras élites. Los jueces deben ser independientes y no autistas sociales, ahistóricos, desentendidos de la marcha de un Estado que componen desde su especificidad. A este paso, ¿quién va a negarles a Miguens, Biolcati y Etchevehere su derecho a ilusionarse con que la "Cámara Nacional de Apelaciones en lo Clarín y la Rural" ampare a los hacendados y suspenda a tiempo la "confiscación"?