por Demetrio Iramain 
Borges  decía que “fuera de la ética, las opiniones de un hombre suelen ser  superficiales y efímeras”. Al fin y al cabo, eso es lo que cuenta ahora,  que murió Ernesto Sábato y mientras todo el mundo recuerda su tarea al  frente de la CONADEP, uno no puede olvidarse de su almuerzo con el  dictador Videla, que también compartió Borges, en el que el escritor se  acordó de olvidar el secuestro de varios de sus colegas, a pesar del  encargo previo formulado por los grupos que ya denunciaban la feroz  represión del régimen dictatorial.  
Eso  no fue todo: a la salida de aquella comilona, ante los periodistas que  aguardaban expectantes y para desilusión más absoluta de los familiares  de los desaparecidos, Sábato expresó: “Me dio una excelente impresión.  Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresiono la  amplitud de criterio y la cultura del presidente”. ¿Y la ética, señor  escritor?  
Mientras  Borges, al menos, pidió perdón años más tarde, Sábato todo lo  contrario. Don Ernesto apenas si se lavó el rostro sucio de olvidos y  agachadas en la plácida fuente servida por el alfonsinismo. Una línea de  conducta, que se dice. Sólo quién aceptó comer sin sobresaltos con el  genocida que acuñó por primera vez el término “desaparecido” para  referir su propia criatura criminal, podía escribir el texto  introductorio al Nunca Más y plasmar en él, con pocas palabras,  el mito que se dio en llamar “Teoría de los dos demonios”, según el cual  guerrilleros y militares eran exactamente iguales por el empleo de las  armas y la violencia física en sus acciones.  
Lo  peor que podría pasarle a la sociedad argentina contemporánea es que la  muerte de Sábato congele sus cambios culturales, su desarrollo  ideológico  y su cognición crítica sobre su proceso  histórico de 200 años de derrotero, impidiéndole situar en la  perspectiva que lo venía haciendo la política de impunidad –disfrazada  de ejemplificadora Justicia– del primer alfonsinismo, de la que Sábato  fue su más emblemático intelectual orgánico.  
En 2006, a 30 años del golpe militar, un nuevo prólogo del informe Nunca Más  puso las cosas en su lugar respecto de la falaz versión radical del  Terrorismo de Estado. Con rigor histórico, el nuevo prefacio tuvo el  mérito de no quitar de las sucesivas ediciones el texto inicial, sino de  discutir con él, abiertamente y de cara al lector.   
Contrariando  las prescripciones de nuestra tradición occidental y judeo-cristiana,  tratándose del segmento más trágico de nuestra historia social, ni la  muerte redime las graves faltas éticas de un hombre durante su vida. La  Historia , que se cuenta sola, ubica a todos y cada uno en su lugar;  sólo hay que saber leerla. Así, al menos, dijo la presidenta Cristina  Fernández de Kirchner en su mensaje a los trabajadores, un día antes de  la muerte de Sábato. 
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