Datos personales

Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Ni civiles ni militares: Estado o grupos económicos

AEROLÍNEAS Y PROYECTO NACIONAL
 Publicado el 17 de Noviembre de 2011

El gobierno nacional ha vuelto a enfatizar sus objetivos estratégicos: la defensa a ultranza del patrimonio público, la optimización de sus facultades legales, y la confirmación de su rumbo económico, político y social. 
 
El conflicto desatado por un sector de los trabajadores de Aerolíneas subraya la necesidad de abordar un debate central, ciertamente impostergable: el rol del Estado en la actual circunstancia histórica que atraviesa el país. Ese debate debe formar parte de la agenda diaria de los argentinos y no sólo ser materia opinable entre los funcionarios públicos y los analistas políticos.

 En rigor, importa poco si los controladores de tráfico aéreo deben ser civiles o militares, como falsamente plantea el argumento opositor, resaltando la contramarcha a una medida dispuesta en su oportunidad por Néstor Kirchner. Eso es casi anecdótico. Nota al pie. Lo cardinal en el decreto presidencial, que el lunes transfirió con autoridad y decisión al área de Defensa las tareas que cumplían los operadores de la torre de control de Ezeiza afiliados al sindicato de Cirielli, es que el gobierno nacional ha vuelto a enfatizar sus objetivos estratégicos: la defensa a ultranza del patrimonio público, la optimización de sus facultades legales, y la confirmación de su rumbo económico, político y social por sobre cualquier prejuicio. 

 A propósito, el titular de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde, hizo sus primeras armas en la militancia política en el gremio de empleados judiciales. Los trabajadores nucleados en la UEJN (por Unión de Empleados de la Justicia de la Nación ) tienen una consigna que sirve para pensar lo estatal, tanto más en un proceso como el que recorre la Argentina desde 2003: “Los judiciales somos la última garantía de justicia para los argentinos”, especialmente los de flacos recursos económicos y culturales, que no tienen dinero suficiente para pagar buenas defensas técnicas ni grandes contactos en las corporaciones que estructuran la vida en la sociedad capitalista.

 Los judiciales tienen muchas razones para protestar, tanto que no cuentan todavía con un Convenio Colectivo de trabajo que los habilite a discutir formalmente con sus empleadores (la Corte Suprema, en última instancia) todo lo que hace a su relación laboral: desde el salario hasta el horario de la jornada. Sin embargo, nunca boicotearon el servicio de justicia. ¿Se imagina alguien qué pasaría si los trabajadores judiciales sabotearan los juicios penales a los genocidas como respuesta a las deficientes condiciones edilicias en las que deben cumplir su labor? Cada vez que llaman a paro de actividades (y en los últimos años esto ha ocurrido poquísimas veces), aclaran en los volantes que los convocan, que quedan exceptuados del compromiso gremial los trabajadores que prestan servicio en los tribunales federales abocados a la tarea de juzgar el terrorismo de Estado. Es un gesto político, hacia adentro de los tribunales y hacia la sociedad toda, que los engrandece.

 Porque los trabajadores que cumplen tareas en empresas o áreas del Estado tienen un doble cargo: al tiempo que deben observar el buen cumplimiento de sus quehaceres por imposición propia de su función, también deben hacerlo por la demanda social que ese empleo está llamado a satisfacer. “Los estatales” (genérico que no alude a un encuadramiento de tipo sindical, claro, sino en tanto su pertenencia a la supestructura del Estado, cualquiera sea el poder del que dependan) tienen que hacerse cargo de esa responsabilidad. Es intransferible e intrínseca a su función. No cumplirla es un agravante. Sus objetivos gremiales deben exceder lo estrictamente salarial y comprender motivaciones políticas, siempre con responsabilidad e inteligencia, que aporten a la visión de país de ese segmento de la clase trabajadora, y no al mezquino e inmediato interés de ciertos dirigentes.

 El Estado es un área sensible por definición. Terreno de disputa entre clases, siempre está en tensión. El Estado que ahora es inclusivo, hasta 2003 era todo lo contrario. Sólo se dedicaba a satisfacer intereses privados y privativos, y a armarse hasta los dientes, con leyes y balas, para enfrentar con rigor y brutalidad a quienes los resistieran. En el caso de Aerolíneas Argentinas estas tensiones resultan evidentes. No son pocos los que se montan al conflicto para regresar al debate político los mitos y obsesiones más rancios de los años noventa: ineficiencia estatal, rentabilidad empresarial vs. perfil social de la compañía, dirección técnica (un director-gerente que, esencialmente, sepa manejar un avión) por sobre la gestión política y estratégica, en sintonía con un determinado proyecto nacional, encarada por un abogado y militante.
Nunca como ahora (un escenario signado por la fuerte crisis financiera en los países europeos, el golpe de mercado que se intenta dar en nuestro país, el envío de divisas que las multinacionales en aprietos en sus casas matrices exigen a sus filiales en las regiones periféricas) resulta más inoportuno y contraproducente privilegiar el interés sectorial en detrimento del general.

 ¿Qué mundo están proyectando quienes juegan con fuego queriendo correr por izquierda al oficialismo? Quienes comparan a La Cámpora con López Rega, al tiempo que avizoran cierto stalinismo franquista que confiscará los ahorros ¿dónde viven? Afuera del Estado de la inclusión social, de la generación de riquezas y, principalmente, de su equitativa distribución, no está la revolución socialista. Por el contrario, hay lobos capitalistas, voraces intereses financieros y usureros de todos los colores frotándose las manos, esperando que el mercado les dé la oportunidad perdida por goleada en los comicios. Creen que la crisis mundial les abrirá la puerta que la región les cerró en la cara cierto día de noviembre de 2005, cuando la Cumbre de las Américas en Mar del Plata. Se equivocan.

Fortalecer al Estado, maximizar sus recursos, simplificar sus pliegues y contradicciones, armonizar la conducción de quien acaba de ser reelecta con un porcentaje de votos casi desconocido por nuestro sistema democrático, deben ser el reto y desafío a encarar por quienes ansían profundizar el proyecto iniciado en 2003, tal como lo demandó el pueblo en las urnas, menos de un mes atrás.

jueves, 10 de noviembre de 2011

La calle “30 de abril de 1977”

La primera marcha de las Madres de Plaza de Mayo
Publicado el 10 de Noviembre de 2011
Por Demetrio Iramain
 
No hay distribución de la riqueza ni transformación material que perdure, si las luchas concretas en pos de conseguirlas no se proponen cambios simbólicos. Ninguna de las dos disputas puede prescindir de la otra.
 
Hay una calle en La Paternal que cruza la Avenida San Martín, poco antes (o después) del puente. No obstante sus pocas cuadras, su nombre, que corresponde a una determinada fecha, es emblemático. Y remite a un hecho francamente desgraciado de la civilización humana. Ese día sigue siendo feriado en el calendario oficial, pero desde el año pasado ha visto alterado sensiblemente su alusión simbólica. El 12 de octubre ya no es más el Día de la Raza, sino el del Respeto a la Diversidad Cultural.
 
¿Quién podría estar en contra de seguir reescribiendo la historia de nuestro pueblo, cambiando ahora el nombre de esa calle por el de otra fecha: 30 de abril de 1977, día que recuerda la primera marcha de las Madres de Plaza de Mayo, como instancia previa a declarar feriado nacional inamovible esa jornada? Ya llegará el día en que una calle larga, céntrica, cercana a su sede en el barrio de Congreso, o contigua al Palacio de Justicia, lleve el nombre de esa organización.
Por cierto, La Paternal es un barrio de trabajadores. El más importante club de la zona, Argentinos Juniors, donde debutó Maradona, fue fundado en una biblioteca anarquista, cierto día de agosto de 1904. Inicialmente, el club se llamó Mártires de Chicago, en honor a los obreros ahorcados en esa ciudad norteamericana el 1 de mayo de 1886. Un día después del 30 de abril. “Mente sana en cuerpo sano”, es el lema del club campeón de América. Consigna dialéctica si las hay, propia de otra sociedad superadora de la actual, ya vieja, que todavía hoy insiste en abordar ambos componentes de lo humano por separado, enfrentados uno con el otro. También las Madres han unido conceptos que el capitalismo presenta antojadizamente inconexos: ética y política, teoría y práctica, acción y reflexión.
Algo estará mejor, “más sano” en la salud cívica de La Paternal, el día que una de sus calles recuerde la última gran epopeya de los argentinos, y no la marca en el calendario que señala el comienzo de uno de los mayores genocidios que soportó la especie humana: el de la colonización de nuestro continente por las naciones más poderosas de Europa.
Aunque las Madres que ese día marcharon por primera vez en Plaza de Mayo no lo sabían por entonces, a partir de esa fecha cambió para siempre la historia de esta parte Sur del mundo. Las Madres dejaron una huella profunda, no sólo en la herencia de lucha de este pueblo, también en la cultura de Occidente.
Como en ninguna otra experiencia similar y contemporánea a la suya, las Madres convirtieron su particular vínculo filial en vital lazo político. Hicieron del dolor único e intransferible que la ausencia del hijo o hija provoca, una profunda relación política con su pueblo. Socializaron la maternidad y se reconocieron como Madres “políticas” de todos los desaparecidos, “hijas” de sus hijos e hijas, “paridas” a la lucha por el ejemplo de ellos y ellas. Lograron lo que parecía un imposible: que un grupo de mujeres, madres de hijos arrancados para siempre de la vida, sin experiencia política alguna, totalmente heterogéneo en la formación ideológica de sus integrantes, absolutamente desconocedor del tamaño del enemigo a enfrentar, hiciera de su lucha un planteo revolucionario, humanista como pocos, singularmente eficaz y claramente vencedor de las mayores perversiones del capitalismo, que recorrió el mundo e inspiró a otros colectivos de mujeres.
El próximo 30 de abril (apenas dentro de seis meses) se cumplirán 35 años de ese día. Tres décadas y media protagonizando las Madres de Plaza de Mayo hechos emblemáticos de nuestra realidad cultural y política, nacional y latinoamericana.
La cifra redonda del aniversario subraya la pertinencia del reconocimiento hacia ellas. Y no sólo: que muchas de estas heroínas contemporáneas estén vivas todavía; que a pesar de sus 97 años, como tiene la Madre de edad más avanzada, aún continúen marchando; que cada jueves a la hora de la siesta cualquiera de nosotros pueda verlas en la Plaza de Mayo, o acercarse para conversar con ellas, justifica que ocurra eso que pocas veces sucede en la vida institucional de nuestra democracia: el homenaje en vida.
Seguramente, ciertas voces de la derecha residual y la vieja oligarquía resistirán la modificación catastral. Precisamente, porque entienden que el cambio excedería la mera variación en el registro de calles y avenidas. Son los mismos que le siguen diciendo Canning a la Avenida Scalabrini Ortiz, y que se regocijan con que la calle que recuerda a Juan Domingo Perón se llame por su grado militar y no por la condición que alcanzó con el voto de su pueblo: presidente. Hay sutilezas de grandes proporciones.
La derecha sabe, por zorra y por vieja, que un proyecto de transformación como el que transita la Argentina lo es cuando su competencia alcanza el terreno cultural. No hay distribución de la riqueza ni transformación material que perdure, si las luchas concretas en pos de conseguirlas no se proponen cambios simbólicos. Ninguna de las dos disputas puede prescindir de la otra.
No es momento de forzados consentimientos. “¿Quién ha visto al carnicero casándose con la ternera / a la ternura con el capitalismo?”, se preguntaba Juan Gelman hace 40 años. La respuesta tiene vigencia todavía hoy. En la Argentina del futuro las Madres de Plaza de Mayo representan el Km 0 de la unidad nacional. El necesario punto de encuentro de identidades políticas diversas. El puente entre generaciones. El 54% de votos favorables a la profundización de lo ya recorrido, es razón y fuerza fundamental de lo que todavía resta ser alcanzado.
Ojalá los argentinos de bien nos honremos a nosotros mismos al finalizar el mes de abril próximo, rebautizando esa calle con el nombre “30 de abril de 1977”. Homenajearlas a las Madres en vida, a 35 años del comienzo de su lucha, sería un profundo acto de justicia. De reparación histórica. También para con los socialistas y anarquistas que fundaron cerca de esa calle el club Mártires de Chicago, más de un siglo atrás. Uno más en una tierra dolorida pero entusiasmada, arrasada pero en franca reconstrucción, que lenta y decididamente va encontrándose consigo misma. 

lunes, 7 de noviembre de 2011

De dólares y dolores

FALSA CONCIENCIA
Publicado el 3 de Noviembre de 2011

El reto es alcanzar una nueva hegemonía que trascienda el resultado electoral. Que plasme los millones de votos en una construcción social y política de largo alcance.



Algunos comunicadores del establishment quieren instalar forzadamente la idea de que el triunfo arrollador del oficialismo anuncia la próxima llegada del “comunismo estatista”. Recurren a la emoción violenta del egoísmo antisocial para sugerir conductas rayanas en el ridículo o la más elemental de las psicosis. Quieren convencernos de que lo que se viene es una especie muy particular de dictadura del proletariado, o dictadura a secas, cruza de Francisco Franco y Fidel Castro. El mono tremendo del conflicto por el conflicto mismo y la crispación.
 
Extrañamente, algunos prejuicios evitan la objeción irracional a la figura de la Presidenta. La monocromía argumental se frena seca ante el contundente resultado del 23 de octubre. Hay quien prefiere descargar su ira en cierto fetiche a mano de su absurdo: Guillermo Moreno.
 
Algunos se preocupan por la “prepotencia gestual” del secretario de Comercio, como repiten sin pensar. No se detienen a calibrar que sobre el funcionario no pende ni una sola sospecha de coimas, a pesar de que debe lidiar a diario con influyentes empresarios, capaces de formar precios. O de deformarlos, a los precios y a los funcionarios.
 
En la intimidad de sus cabezas sobre la almohada todos esos argentinos que reciben acríticamente los discursos mediáticos, saben que se necesita mucho más que un par de guantes de box para ejemplificar las mil batallas que aún debe librar el proyecto nacional y popular, pero no se hacen cargo del desafío. No se disponen a desandar las opiniones que consumen, ni siquiera desde las conclusiones que les dicta su propia experiencia vital. Si no fuera por el modelo de sustitución de importaciones que Moreno ejecuta eficazmente, múltiples fuentes de trabajo estarían cerradas con siete candados. Todo eso sin contar los aumentos salariales de cada año, que superan con holgura no sólo los índices oficiales de inflación, sino también los privados, que difunden malintencionadamente los opinólogos de la derecha. 
 
Por cierto, el efecto político inmediato de conductas semejantes es casi nulo. Quienes creen sin dudar las constantes operaciones de distracción y/o confusión mediáticas, son cada vez menos. Sus cacerolas suenan huecas. Elecciones mediante, ese drama particular de algunas conciencias es, no obstante, un complejo mundo a descifrar. Lo que falta.
 
¿Y qué es eso que falta? Conciencia y organización. Los desconcertados no son, objetivamente, enemigos del proyecto nacional, sino víctimas de la hegemonía cultural de las clases que los mantuvieron sojuzgados históricamente. La consolidación de otro proyecto para las políticas estatales, superador del que lo mantuvo cautivo durante los 35 años anteriores a hoy, requiere un avance en ese sentido. Que marchen juntas las políticas redistributivas, los resortes de control gubernamental y el desarrollo cognitivo de las clases populares.  
 
De ahí el reclamo de la Presidenta de organizarnos, expresado en su discurso en la misma noche del comicio. La necesidad de formarnos en política, de agruparnos en múltiples frentes que no nos dejen solos ante la vida en sociedad, impávidos ante el televisor, para sobrellevar en mejores condiciones las batallas que indefectiblemente sobrevendrán. Eso también (y quizás esencialmente) es profundización. Sin organización y conciencia no hay medida progresiva que aguante.
 
El proyecto nacional y popular nunca mintió sus intenciones. Desde la campaña del año 2003 propone una “Argentina unida, una Argentina normal, un país serio”, pero en la perspectiva de un “país más justo”, como ya expresara Néstor Kirchner en su discurso ante la Asamblea Legislativa , el 25 de mayo de 2003. ¿De qué se asustan entonces? ¿Acaso quieren volver al Estado bobo del neoliberalismo tardío, que observaba impasible la fuga de capitales que dio el tiro de gracia a la convertibilidad? Ya aprendió este país nuevo, en franca construcción, a resolver los conflictos propios de su desarrollo, a darles el lugar que se merecen en una democracia ágil y dinámica como no conocimos los argentinos al menos desde la postdictadura.  
 
El reto es alcanzar una nueva hegemonía que trascienda el resultado electoral. Que plasme los millones de votos en una construcción social y política de largo alcance. ¿Cómo? Quizás articulando sobre la certeza de que solos no somos nada, que el cambio será colectivo o no ocurrirá nunca, y que sólo trascenderemos en comunidad. O trabajando sobre una condición indispensable: superarnos a diario, para ser mejores personas, más despiertas, solidarias, dispuestas al esfuerzo compartido, comprometidas con un tiempo histórico que es de transición, como lo son todos, porque si estuviera quieto o estanco estaría fuera de la historia.  
 
“El cambio no debe reducirse a lo funcional, debe ser conceptual”, dijo Néstor Kirchner en su mensaje por cadena nacional el 5 de junio de 2003. Son palabras fundacionales de este proyecto, que siguen reconociéndose en los últimos mensajes de Cristina Fernández. Una delgada pero firme línea de conducta los une. ¿O qué es sino una exhortación a cambios conceptuales el reclamo de la mandataria en cuanto a la necesidad de “otras prácticas para las protestas”, pronunciado tras el extemporáneo corte de la Avenida Ricchieri realizado por 50 activistas de la UATRE ? 
 
No es sólo un saber académico lo que hace falta. Los libros instruyen, pero sin la experiencia resultan incompletos. No hace falta ser sociólogo para tener conciencia de la pertenencia a una determinada clase social, con tales y cuales intereses, en un momento muy preciso del mundo, en este lugar de la región latinoamericana. Pero ellos, los sociólogos, también son necesarios, como los torneros y los poetas.   
 
Noviembre es desde hace un año el mes del feriado nacional por el Día de la Soberanía. Buena excusa para repensar la Historia. Para reconocernos en ella y proyectarnos. Para dejar de mirarla con ojos ajenos, y empezar a hacernos cargo de nuestra parte en sus misterios, que no tienen que ver con un pasado color sepia, sino con la más palpitante actualidad. En ese juego andamos.