Datos personales

Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

jueves, 30 de junio de 2011

Cristina y más allá la inundación




MISERIAS Y VIRTUDES DEL ESCENARIO ELECTORAL



Publicado el 30 de Junio de 2011
Quienes capitanean el proyecto nacional y popular siempre están un paso más allá que sus enemigos. Adonde la oposición va, el gobierno ya fue y vino. Esa distancia no es nueva.


La presidenta Cristina Fernández dijo que sabía que iba a ser candidata a su reelección desde el 28 de octubre pasado, cuando el cuerpo de su marido aún no había terminado de acomodarse a las sombras y una multitud conmovedora salía a las calles para saludar el ejemplo de vida del ex mandatario y transmitirle fuerza a su esposa. Pocas declaraciones con tanta frialdad y ardor, pasión y lucidez, dejan ver la cualidad conductora de la mandataria.
Quienes capitanean el proyecto nacional y popular siempre están un paso más allá que sus enemigos. Adonde la oposición va, el gobierno ya fue y vino. Esa evidente distancia en la visión política y estratégica de unos y otros no es nueva. Por caso, se verificó en los días que siguieron al 28 de junio de 2009, cuando la oposición destituyente se frotó las manos especulando con la caída del gobierno, y Cristina respondió contragolpeando eficazmente sobre los puntos más sensibles de sus detractores: Ley de Medios, Fútbol para Todos, Asignación Universal por Hijo y reestatización del sistema previsional, volviendo virtuosos y productivos los fondos de los trabajadores.
En sólo un año, un oficialismo apenas si rasgado por aquella no del todo convincente performance electoral arremetió con victorias clave en los terrenos simbólico-cultural y político-económico.
Cristina es por ella misma, por mérito y capacidad propios, pero también por debilidad intrínseca de sus contrincantes, cuya falla de origen no está en la pobreza de sus argumentos, ni siquiera en la nula destreza de sus portavoces, sino en la notoria imposibilidad de ofrecer un plan superador al actual para beneficiar a las mayorías populares, y no únicamente a las clases dominantes. Incurablemente, la derecha no leyó bien los reclamos redistributivos que en 2001 llovieron como pus sobre esta democracia.
La designación de Amado Boudou indica la decisión y el carácter político del oficialismo. Si bien no fue una sorpresa, tampoco resultó una obviedad. Como tampoco fue una extrañeza total la edificante incorporación de Gabriel Mariotto al binomio bonaerense. El proyecto nacional y popular en curso desde 2003 es versátil en sus extremos, y concentrado en su conducción. Las contradicciones las resuelve en camino de su profundización. Siempre. La oposición, al revés.
La versión más vetusta que supo alcanzar la derecha alguna vez, quiere leer que Cristina desairó al “peronismo” en beneficio de La Cámpora. Como si La Cámpora no tuviera su anclaje en el peronismo; como si toda expresión heterodoxa, joven, de nuevo orden que atraviesa la política argentina concluyera en esa agrupación, y sólo aspirara a un cargo electivo.
¿Cómo se explica si no este diario, que cumple un rol decisivo en la batalla comunicacional, dirigido por un grupo muy joven y calificado de periodistas, entre tantos emprendimientos similares, en variados soportes? ¿Cómo subsumirlo todo a un mero rasgo generacional si son las Madres de Plaza de Mayo uno de los actores principales de este proyecto? ¿Cómo obviar las experiencias sindicales de base, cuyos protagonistas son deliberadamente ninguneados por el núcleo duro de sus dirigencias y no progresan como correspondería en sus gremios, y que también conforman esa nueva juventud maravillosa, ubicada al otro lado del puente generacional que Cristina une con grandeza?
Qué raro, no obstante, que la corporación mediática no haya titulado así: “La CGT le impone el vicepresidente a Cristina”, en virtud del apoyo de Moyano a Boudou en su precandidatura a jefe de gobierno porteño. Por ahí podría haber discurrido su delirio, pero no. Eligió el camino opuesto.
No reparan en la candidatura a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires de Facundo Moyano, hijo del camionero, y su seguro ingreso a la Cámara Baja. Su nombramiento es muy significativo, tanto como lo fue aquel grosero error de la dirigencia sindical: haber firmado una declaración de apoyo al duhaldista Momo Venegas, grave desliz del que todavía mana humo y que habrá pesado, y mucho, en la conformación final de las listas electivas.
Porque, como dijo Cristina, la lealtad no debe ser a una persona o un cargo, sino a un proyecto colectivo. Ser leal no equivale a ser corporativo. El proyecto ha madurado lo suficiente como para ya no andar con vueltas en sus definiciones ideológicas, lo que supone el nombramiento de los mejores hombres y mujeres (y la referencia también incluye una renovación etaria), que han de llevarlas adelante, eso que se le reclamaba con vehemencia al oficialismo desde 2005, cuando obtuvo su primera victoria electoral. Claro que la corporación mediática, sólo leal al dinero y a los duros intereses de sus accionistas, no lo entiende así.
En su relato, Cristina pasó de ser “la esposa de” a gerenciar un “unicato”. De ser una presidenta pintada al óleo, gobernada por su marido, a dirigirlo todo, con absoluta prescindencia de su entorno, y hasta de sus aliados políticos. Todo ello sin reparar en la escasa durabilidad que alcanzaron quienes auguraron un viraje en la política oficial respecto de los Derechos Humanos ante el caso Schoklender. ¿River se fue al descenso y no hubo fórmula presidencial para sacar a los millonarios de la calle de la amargura, como se afirma sin dudar una coma en Clarín el domingo 26? Quizás ese era el deseo de quien lo aseveraba, confesa aficionada a la parcialidad riverplatense, que sabe que “el malhumor nunca es buen aliado de los oficialismos en campaña electoral”, tanto como la desesperación es un salvavidas de plomo para la obtusa oposición toda vez que acontecen circunstancias políticas que podrían profundizar su declive.
Entre tanto, las elecciones en las provincias continúan y el cristi-kirchnerismo se impone con total contundencia. ¿Entonces?

jueves, 23 de junio de 2011

Las Madres en pasado y presente

COHERENCIA DE AYER A HOY 

Publicado el 23 de Junio de 2011

Las Madres no tenían nada que esconder, igual que ahora, 31 años más tarde, cuando un juez ordena revisar su sede y ellas conducen a los oficiales de policía hasta sus armarios. 



Las Madres de Plaza de Mayo siempre libraron su lucha a plena luz del día. Contra lo que muchos les aconsejaban, eligieron el sitio más sensible y peligroso de todos, en horario diurno, para mostrarle al mundo lo que estaba ocurriendo en el país. Su desesperación de madres daba así la primera respuesta a la adversidad y el dolor extremos, y comenzaba a doblegarlos. Mientras el capitalismo descendía hasta el más sombrío de los infiernos, la humanidad descubría que era capaz de contragolpear de un modo que hasta ese momento no creía posible.  

Si la clandestinidad, el no frecuentar los lugares habituales, el cumplimiento de rigurosas condiciones de seguridad personal habían resultado insuficientes para preservar la vida de los hijos, ellas resolverían actuar públicamente en forma inversa: a la vista de todos, también de los guardianes del Terrorismo de Estado.  

“Adentro del edificio, una imagen fuerte: los afiches que recuerdan a los desaparecidos de fondo, y la Federal , custodiando los movimientos de la documentación”, describe ahora, con fingida aflicción, el cronista del diario Clarín. Se refiere al allanamiento que en el atardecer del pasado miércoles 15 de junio el juez Oyarbide ordenó sobre la sede de las Madres de Plaza de Mayo. 

La hipocresía a la que recurren los editores de poderosos emporios mediáticos severamente sospechados de complicidad con los autores de delitos de lesa humanidad (o su llana comisión), es patológica. A esta altura de la política nacional, su perversión debiera estar medicada, puesto que malogra a los mismos sujetos que la emplean. En vez de potenciar su mensaje, frustra a sus emisores. No hieren tanto a sus interlocutores, mucho menos a las Madres, sino a sí mismos. Chorrean venganza y se les nota.

Las Madres, en cambio, los rebaten con su historia. Y con el arrojo que surge de ella. A propósito, hacia junio de 1980, la organización decide dar un nuevo paso en su batalla comunicacional. El primero había sido ocupar la Plaza de Mayo; el siguiente hacerse visibles entre la multitud informe que iba en peregrinación hasta la Basílica de Luján, cuando idearon ponerse en la cabeza un pañal blanco, de tela, que todas conservaban de los tiempos en que sus hijos eran bebés. Pero ahora iban por más: crear una herramienta de prensa propia, en papel, de confección casera, pero importantísima: el Boletín Madres de Plaza de Mayo, para dejar sentado en él todas sus actividades (entrevistas, cartas, acciones) y expandir su labor de denuncia al exterior, venciendo la parálisis y la fragmentación que el sistema de terror insistía en decretarles.

Hace poco más de un año, cuando las Madres realizaron su Juicio ético y político a los periodistas cómplices de la dictadura, en Plaza de Mayo, Hebe volvió a recordarlo: “Difícil fue hacer el primer boletín, en 1980. Sin plata, sin saber, pegando de a pedacitos; hasta poníamos los cumpleaños, de ignorantes que éramos (…) Algunas cosas denunciábamos. Secábamos el papel con una estufa a kerosén. Lo hacíamos en una fotocopiadora en una casa.”, relató aquel jueves 29 de abril de 2010.

Esa casa era la de Hebe, en La Plata. Como también era de Hebe la responsabilidad de conducir al movimiento Madres de Plaza de Mayo, por elección de sus compañeras, desde el día que la organización se constituyó como Asociación Civil, el 22 de agosto de 1979, ya sin la presencia señera de Azucena Villaflor, Mary Ponce y Esther Ballestrino, secuestradas entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977. 

¿La casa de cuál otra Madre podía ser? Seguramente la de muchas, porque en política la audacia nunca puede ser un atributo meramente individual; Hebe apenas si resume de exacto modo las singularidades de cada una, incluidas las suyas propias, y las colectiviza. Y las potencia. Ella es algo así como la raíz cúbica que contiene el misterio y la maravilla de todas las demás.

Esa misma cualidad es lo que pone de relieve el periodista Víctor Hugo Morales en su discurso al momento de entregarle a Hebe de Bonafini el Premio Rodolfo Walsh, el viernes 17, también en La Plata : la valentía, el coraje, eso de lo que tanto adolecen quienes embisten sin anestesia contra las Madres. “Conozco muy pocas personas que se hubiesen animado a escribir con la tinta de la sangre de sus hijos esa carta (abierta a la Junta Militar ) que firmó Rodolfo Walsh. Estoy seguro que una de las primeras firmas, sino la primera, era la de esta mujer”, dice el uruguayo.  

Alguna otra vez, Hebe misma había recordado que mientras confeccionaban el número uno de aquellos emblemáticos Boletines, agentes policiales que aparentaban ser una cuadrilla telefónica se acercaron hasta el domicilio de la “imprenta” montada en su casa, y con excusas vagas pretendieron ingresar para ver de qué se trataba. “Tomá un ejemplar, lleváselo a tus jefes, y no jodas más”, le dijo Hebe, palabras más, palabras menos, al espía disfrazado de obrero de Entel.

Las Madres no tenían nada que esconder, igual que ahora, 31 años más tarde, cuando un juez ordena revisar su sede y ellas conducen a los oficiales de policía hasta sus armarios, seguras de su accionar, confiadas de su conciencia limpia.

Hace dos jueves, desde que las Madres son puestas con malicia en la primera plana de los diarios que ya sabemos, Hebe de Bonafini se vale en cierto tramo de su discurso de la historia política de su organización. Elige algún hecho puntual, que coincida con la misma fecha del mes en que estamos ahora, pero de hace dos décadas atrás, y lo narra con lujo de detalles. La sola contraposición con este presente en el que tanto (y mal) se habla de ellas debiera helar la sangre de esos periodistas que escriben litros de tinta contra las Madres desde esos mismos medios que por entonces callaban las atrocidades del régimen cívico-militar.

Hebe sabe que en la historia de las Madres se encuentran las claves para comprender su actualidad. Que su recorrido explica en forma clara y sucinta su presente. Quien quiera entender a las Madres que revise su historial. Allí está todo. Existe una diáfana línea de coherencia que ninguna portada en los diarios de mayor tirada nacional podrá tergiversar. Nunca. Esa trayectoria las defiende mejor que cualquier declaración de apoyo, aunque resulten ellas necesarias y abrigadoras, y más en estos tiempos.

Su Norte son sus hijos, la Plaza de Mayo, y su pertenencia a la clase trabajadora. Su más central concepto ideológico: la certeza de luchar como se vive, de vivir para otros, de no querer nada para sí, de servir a la causa y no servirse de ella. Nada ni nadie las mueven de esas verdades sencillas, aprendidas de sus hijos, de su gente, en la cocina, todas juntas. Así, y no de otro modo, han llegado ellas hasta el último rincón del mundo con su grito, que seguirá gritando mientras alguien alce la bandera de la sociedad sin clases, del hombre hermano del hombre, de la Revolución.

martes, 21 de junio de 2011

Las Madres y Rodolfo Walsh

PREMIO a HEBE DE BONAFINI

 

Publicado el 18 de Junio de 2011




El premio “Rodolfo Walsh” por su labor en Comunicación y Derechos Humanos concedido a las Madres de Plaza de Mayo, en la persona de Hebe de Bonafini, y en reconocimiento de la organización que ella preside desde 1979, destaca una trayectoria de 34 años de entrega apasionada por la comunicación, la libertad y la superación del hombre y la mujer contemporáneos.

Es inaceptable que el mérito de las Madres para recibir el galardón quiera ser desvirtuado por las últimas quince portadas del diario Clarín.

La marcha en la Plaza de Mayo y el pañuelo blanco fueron las primeras herramientas de comunicación forjadas por las Madres en pleno horror dictatorial, para conjurar la censura con que las trataba el régimen. Esas armas fueron sostenidas hasta hoy, y ampliadas a múltiples soportes.

Quienes impugnan la cualidad de Hebe para recibir el premio, seguramente desconocen sus formidables entrevistas a personajes de nuestra cultura en su revista Sueños Compartidos, ni han oído su estilo personalísimo y muy efectivo en la conducción de Pariendo Sueños, su ciclo radial en la AM 530.

El énfasis con que ahora se pretende deslegitimar a Hebe y a la facultad que la premia, no se empleó para desautorizar a quienes en el año 2000 dispusieron desde la misma casa de altos estudios similar distinción para el periodista de TN y La Nación , Joaquín Morales Solá.

¿No se inquietó entonces la hija de Rodolfo Walsh con el reconocimiento, como sí lo hace ahora para gusto de los medios que sostuvieron el genocidio que se cobró la vida de su padre, entre otros treinta mil argentinos? Seguramente sí, mas su queja no fue replicada con tanta rimbombancia como ahora, que hasta merece la tapa del diario Clarín del día de la ceremonia de entrega.

El recuerdo de aquel hombre que durante su vida encaró una lucha desigual contra un enemigo criminal y poderoso, desde una trinchera montada en su máquina de escribir; que fue orgánico y aceptó formar parte de una estructura política alzada en armas, a pesar de no conducirla y con la cual discrepó internamente; que dio valientemente un ejemplo de ética profesional, de coraje cívico y de actitud militante, no puede pertenecer sólo a quienes portan su mismo apellido. Sería un acto egoísta y traicionero para con su memoria.

El ejemplo de Rodolfo Walsh no es un título de nobleza. Sus herederos de sangre podrán disponer con absoluta soberanía de los derechos de autor de sus obras, pero no del sentimiento que inspira una vida entregada generosamente a los demás, cuyo último acto lo hizo “sin la esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso asumido hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”.

Las Madres de Plaza de Mayo, que durante su recorrido ideológico-político arribaron al concepto de “socialización de la maternidad”, a la reivindicación de todos los hijos e hijas desaparecidos, sin distinción alguna por pertenencia tal o cual organización u opción partidaria; que pasaron del reclamo individual a la lucha colectiva, se reconocen, ahora, y hace ya varios años, “Madres de todos los desaparecidos”. También de Rodolfo Walsh.

Los une una ligadura mucho más inquebrantable que el vínculo filial: su amor al pueblo, su pertenencia a la clase trabajadora, su común sueño de comunicación en libertad y socialismo.

jueves, 16 de junio de 2011

Los misterios no existen, las Madres sí

TIEMPO ARGENTINO


BRUTAL CAMPAÑA MEDIÁTICA


 

Publicado el 16 de Junio de 2011

Ellas, mujeres simples, de su casa, paridas a la lucha política por la desesperación, les dan una revancha a sus calumniadores. Siempre. Jueves a jueves. Y siempre vuelven a vencerlos. 

Los planetas de las Madres giran en torno a la Plaza de Mayo. Como Marte o Mercurio lo hacen alrededor del sol, los proyectos de las compañeras del pañuelo blanco tienen ese centro de gravedad, que los ata unos con otros a través de un perno indestructible: la Plaza.

El pañal. La inicial carta a  la Dictadura. La solicitada en La Nación. La conformación como Asociación. La Plaza. El pañuelo blanco como territorio de su recorrido ideológico: del reclamo individual al colectivo, de las señas del nombre propio y las fechas de cada secuestro a la socialización de la maternidad, del reclamo ante la ausencia de cada hijo o hija a la continuidad del sueño revolucionario de los treinta mil. La Plaza. La marcha iniciada tras la orden policial de que circulen, y que no se detuvo nunca más. La primera Marcha de la Resistencia, la segunda Marcha de la Resistencia, las 25 Marchas de la Resistencia. La Plaza. La consigna “las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también” gritada en plena Plaza durante aquellos oscuros y patrioteros días de 1982. Las siluetas recortadas sobre jóvenes cuerpos acostados en las baldosas rojas de la Plaza. La Marcha de las Máscaras a la Plaza, la Marcha de las Manos en la Plaza. El rechazo a cobrar dinero en bonos por la vida de sus hijos, a juntar sus huesos de las fosas comunes o el mar, a darlos por muertos aun sabiéndolos asesinados, a abandonar la Plaza a instancias de la naciente “democracia”, como se hacía en llamar por el alfonsinismo y todo lo que vino después. Las tomas de la Catedral, de la Casa de Gobierno, del Cabildo, de la Bolsa de Comercio, de la Plaza. Los Boletines artesanales, el Periódico, la Librería, el Café literario, la Universidad Popular, la Editorial, la Biblioteca Julio Huasi, la Videoteca, la Revista, el ECuNHi, la Misión Sueños Compartidos, el CeMoP, la Radio AM  530, la Plaza. Los recitales de rock en Ferro, en Rosario Central, en la Plaza. La Plaza. Los viajes a Cuba, a Venezuela Bolivariana, a Irak, a Palestina, a Israel, a Yugoslavia en pleno bombardeo, a Chiapas, al Perú del MRTA, a Cutral-Có, a General Mosconi, al mundo, a la Plaza. El primer minuto del año 2000 en la Plaza, el jueves 20 de diciembre en la Plaza, el ayuno por los presos políticos en la Plaza, cierto ayuno en la Plaza para que se solucionen los conflictos docentes. La Feria de Artesanos, la Calesita, los Congresos de Salud Mental, de Economía Política, el Archivo histórico de las Madres que conserva toda su memoria y ahora está siendo digitalizado para su puesta al servicio de las nuevas generaciones, la Plaza. La Plaza este jueves y otra vez al jueves siguiente. La Plaza, hijos que faltan. La Plaza, el país.
 
Los enemigos de las Madres saben bien dónde encontrarlas. La Plaza de Mayo no tiene puertas ni ventanas; su techo es el cielo, sus paredes, la Historia. Ellas, mujeres simples, de su casa, paridas a la lucha política por la desesperación, les dan una revancha a sus calumniadores. Siempre. Jueves a jueves. Y siempre vuelven a vencerlos.

Muchos desconocen acabadamente la espesura de la que hablamos cuando nos referimos a las Madres de Plaza de Mayo. Ni lo tienen suficientemente en cuenta ante el fusilamiento mediático de estos días. Se entiende: la capacidad de los medios hegemónicos por crear sentido e instalar la orden del día de los temas políticos y coyunturales, es considerable todavía. Resisten, y cómo, el impacto que la nueva ley de Servicios de Comunicación Audiovisual tendrá sobre el cuerpo social cuando la normativa sancionada con amplia mayoría parlamentaria rija en toda plenitud.

Para perpetuarse, la versión despiadada de capitalismo que conoció estas tierras necesita regresar al hombre hacia atrás. Desesperadamente. Todavía sueña con hacerlo en las elecciones de octubre. Ansía volverlo desconfiado, temeroso, incomunicado socialmente, aislado en la prisión de sus desmesuras: demasiada información disponible pero sin el programa necesario para administrarla convenientemente: la conciencia, que es de clase.

Que Hebe continúe diciendo que insistirá en su manía de confiar en la gente, que seguirá viviendo multiplicada, en otros; que a pesar de surtidas traiciones seguirá brindando con infinita generosidad su amor de madre y trabajadora a los jóvenes que, así hayan delinquido alguna vez, quieran ingresar a trabajar en las obras de la Misión Sueños Compartidos, es, francamente, un escándalo. En ellas el dolor sí, pero la tristeza o el desánimo jamás. Nunca las quebró el sufrimiento.

De ahí la feroz campaña mediática de estos días, rayana en el odio. Enlodar a las Madres de Plaza de Mayo y a Hebe en particular, lastima la sensibilidad común que supimos alcanzar los argentinos. Hieren el pudor. Quienes lo hacen desafían una construcción social, una marca indeleble en nuestra cultura, que excede largamente a esas mujeres que portan el pañuelo blanco. Hebe, como el Che, representa eso que todos quisiéramos ser alguna vez, y nunca nos animamos, aunque nunca lo confesemos en público.

Una mueca de venganza asoma, ahora, por detrás de los opinadores de la derecha. Se quieren cobrar en una semana los 34 años de derrota simbólica que las Madres les vienen propinando puntualmente, día a día. Le exigen a Hebe que alce la bandera blanca de la rendición. Que pida perdón por sus osadías. Creen estar a las puertas de un escenario similar al que previeron la noche del 28 de junio de 2009. Y se vuelven a equivocar. No entienden que la justicia del reclamo de las Madres, el consenso social de su lucha, su perenne exigencia de “Aparición con vida” con que todavía hoy rasgan la legitimidad de origen de un sistema que recién en 2003 empezó a ser realmente democrático, son previos a los litros de tinta empleados estos días para desconfiar de ella. “Turros”, quizá esté pensando Hebe, invicta, embroncada, al fondo de sus ojos celestes como la tormenta que sobrevendrá algún día. Y yo también.

La derecha trivializa todo lo que toca. Sus resortes ideológicos procuran abreviar la riqueza de la subjetividad humana y recetan que sean las guerras, la mano dura, el consumo desenfrenado, el individualismo, la antisolidaridad los que resuelvan la complejidad del hombre contemporáneo. El hombre es, en verdad, su enemigo. Las Madres, su blanco móvil.

Quien por desconocimiento no crea en la maravilla de las Madres, que pase y vea su pasión. Deténgase en el instante previo al inicio de su marcha de cada jueves. Que observe el modo, la cadencia de estas mujeres al tomarse todas juntas del cartel y dar el primer paso. Que mire sólo eso, el primer paso. Todos los pies juntos hacia delante, al mismo tiempo. Una orquesta de Cámara, con instrumentos de cuero, rompiendo el silencio en el Teatro Colón.

Los misterios no existen, pero que los hay, los hay. Yo vine aquí serio, asombrado, a hacerle un poema a mi hija, y me salió a las Madres de Plaza de Mayo.

lunes, 13 de junio de 2011

Hebe



Corría el año 1928 en el país y ella, que recién nacía, no sabía que tras de sí, en el agujero o hueco que hizo Hebe cuando cayó en la tierra, piedras quedaron, costra se hizo el piso, duro se puso el suelo.  

83 años pasaron luego, con todos sus días y sus noches, veranos y al revés, y ahora sale petróleo de allí, un platino todo negro que hace andar al mundo.

Para Hebe el mundo es aquí nomás: la Plaza de Mayo. Su estética, los hijos; la épica, sus compañeras; y la filosofía, el hombre y la mujer que pasan por enfrente, silbando.

Millones de años tiene el mundo sobre esta historia de tres siglos nada más, y muchos menos aún si el kilómetro cero es El Dique: Kica primero, buena esposa después, madre siempre.  

Cuando la peste que sembraron en la Tierra pica en el talón de Hebe, otra que sudestada; ¡le crece en la memoria un recuerdo de lo que tiene que pasar!

Ay Hebe, todo lo que todavía tiene que pasar.

2

Me pregunto por qué cuando corría el año 28 en el país y Hebe salió al mundo por primera vez, hubo otro que también nació y más tarde, ponele unos treinta años, sería el Che.

¿Por qué a él lo reconocieron tarde y nunca del todo bien, como eso que quisiéramos ser alguna vez y no nos animamos, lo mismo que con Hebe?

¿Por qué el mismo año los dos? ¿Por qué en el mismo cuadrante sur del mundo?

¿Qué tiene la Revolución adentro que no se apaga nunca y habla por ella con señas o fortuitos?

¿Nunca pensó la Historia que a su paso quedan huellas de lo que va a pasar?

¿Que a pesar de muertes, hambre, el olvido, el desamor en cualquiera de sus manifestaciones, existen hechos o situaciones aún menores a la anécdota, que anotician a uno sobre otra cosa cuando esto pase, sobre la otra vida que va a ser?

¿Por ejemplo, esa extraña coincidencia en determinado año de un siglo por demás particular en el sino de la especie humana?

¿Será entonces que el palito elige a la madera para ser, y no al revés? ¿Que recién después viene el parche, cuero de animal o plástico de fábrica, que será tambor sólo si el palito quiere?

¿Qué está primero: el río o la correntada, la cabeza o el corazón?  Y lo que es aún más definitorio: ¿a quién le importa eso? ¿Pregunta acaso la hora a qué minuto pertenece el próximo segundo? ¿No suma sesenta y a otro día mariposa? La Revolución, igual, mas la generación que siguió a la de los desaparecidos no lo sabía. Lo aprendió como se pudo. De las Madres de Plaza de Mayo.  


Demetrio Iramain

jueves, 9 de junio de 2011

Estaremos siempre junto a las Madres

TIEMPO ARGENTINO



HEBE Y LA LUCHA DE CLASES

Publicado el 9 de Junio de 2011

Había que tener agallas para plantarse en plena Plaza de Mayo durante los años de la crueldad neoliberal, y soñar en voz alta con el socialismo y reivindicar a los hijos como revolucionarios.
 

La lucha entre clases sociales contrapuestas, antagónicas, no es la resultante de un ejercicio intelectual, abstracto. Por el contrario, existe. Se toca con las manos. Se cobra a fin de mes. Se han escrito largos libros y gordas teorías de flacos aportes para desvirtuarla, para decir que ya no explica el mundo, que ya no alcanza para comprender la Historia y proyectar el futuro, y –no obstante el gran aparato propagandístico con que contaban– han convencido a pocos. El tan promocionado “fin de las ideologías”, que entusiasmó a tantos, no llegó solo; fue acompañado de abundante literatura y filosofía, de cátedras muy bien rentadas, que la propia Historia se encargó de desmentir.
Con naturalidad y gran eficacia, Hebe de Bonafini ha vuelto estos días a ese concepto central del pensamiento político y filosófico, que estructuró las luchas y los procesos sociales de todo el siglo XX. Nunca se fue de su clase, Hebe. Su pertenencia al segmento social de más abajo, que jamás se extravió de su conciencia, la defiende mejor que nadie de las mugres y mentiras que sus enemigos mediáticos, de clase también, tienden estos días sobre ella y sus heroicas compañeras, las Madres de Plaza de Mayo. El pueblo de a pie, que no tiene para comprarse una Ferrari, sabe. Hebe le habla de igual a igual. Su palabra conversa con su pueblo sin mediaciones, porque de él respira.
Ejemplos cotidianos sobre la coherencia entre las condiciones de vida de cada Madre en lo individual, y en su comportamiento público, sobran. ¿Qué es si no la ética? ¿Se puede vivir diferente a lo que se dice, u obrar distinto a como se piensa y vive? ¿De qué hablamos si no cuando hablamos del Che?
Es absolutamente cierto que las Madres se pagan hasta el agua. Yo las vi con mis propios ojos recolectar el dinero para pagarse el almuerzo, redondear para arriba y no hacer problema por las monedas, con tal de terminar rápido el trámite y empezar raudamente la reunión de elaboración política y reflexión colectiva de cada día martes. Parecen quinceañeras haciendo tiempo para ir a bailar.
Yo las vi viajar todas juntas en micro a Córdoba (y no en avión, sólo la presidenta de la entidad), a comandar el acto que Hebe compartió con Fidel Castro y Hugo Chávez en el campus de la universidad nacional que fue cuna de la Reforma de 1918.
Pero seguramente el argumento político más claro al que recurrir para preservarlas ante las calumnias de sus enemigos, es contraponer en blanco sobre negro las injurias de ahora con aquella posición histórica asumida por la Asociación Madres de Plaza de Mayo, tomada durante la década de 1990: el rechazo a cobrar las cuantiosas indemnizaciones monetarias que el Estado (por entonces neoliberal, perdonador, cómplice de los genocidas) ofertó a los familiares de los desaparecidos, a modo de perverso reconocimiento de su responsabilidad en el genocidio.
Había que tener agallas para plantarse en plena Plaza de Mayo durante los años de la crueldad neoliberal, y soñar en voz alta con el socialismo, reivindicar a los hijos como revolucionarios, aceptar que podían haber sido guerrilleros pero nunca “perejiles”, y gritar contra la corriente derrotada y posibilista “el que cobra la reparación económica se prostituye”. Sólo las Madres tuvieron el coraje de hacerlo.
Quienes quieren bien a las Madres muestran ese conmovedor rechazo a vender la sangre de los hijos e hijas por un puñado de dólares en bonos de cancelación de deuda, y de ese modo silencian abruptamente a sus calumniadores. Sólo con eso alcanza.
La reparación económica fue repudiada tajantemente por las Madres, no así por el resto de organismos de Derechos Humanos (excepto la Asociación de Ex Detenidos), que sí la cobraron. La compensación monetaria resumió exactamente la necesidad capitalista de cosificarlo todo, de expresar en valor de cambio hasta la vida de los revolucionarios que dieron lo mejor de sus capacidades humanas para transformar desde la raíz este injusto sistema de organización social, que todavía rige las relaciones entre las personas y tiende a deshumanizarlas. 
Tan vergonzosa e inaceptable fue la oferta, que la reparación económica distinguía los montos a ser pagados según el “lucro cesante” que había dejado cada desaparecido: cierta cantidad para un obrero raso, y otra muy superior para los deudos de un doctor. ¡¡Justo a ellos, los revolucionarios, cuya mayor grandeza, su mayor gesto ético fue haberse igualado entre sí, sin distinción patrimonial alguna, y hacer una argamasa de vida y sueños con los desheredados por el capitalismo!!
Pero, atención: si bien la histórica discrepancia respecto de las reparaciones económicas expresa concepciones distantes sobre los derechos humanos, lo que sale a la luz no es eso ahora, sino la necesidad perentoria de los enemigos del gobierno nacional por desprestigiar al proyecto popular en curso, que tiene en las Madres de Plaza de Mayo a uno de sus principales sostenedores, mal que les pese a muchos, que no son tantos, pero conservan todavía cuantioso poder mediático.

miércoles, 8 de junio de 2011

Las Madres, nueva síntesis popular


La Marchita + La Internacional = El Himno


Demetrio Iramain

Era tan compacta, apretada, la multitud reunida el jueves 2 de junio en Plaza de Mayo en apoyo a las Madres, que al momento del discurso de Hebe de Bonafini quienes estaban a la izquierda del escenario, si bien cercanos, apenas si podían verle los ojos mientras lo pronunciaba. Yo entre ellos. Sólo sus ojos. Fue suficiente.

Los enemigos de las Madres están en franco retroceso. Aún tienen cuantioso poder de fuego, pero la pendiente en cuya cúspide moran todavía ha empezado a inclinarse. Está en declive. Juegan la promoción con pronóstico francamente desfavorable. Creyeron, equivocadamente, ganada para siempre la batalla cultural y política, y por eso actúan así, con la inmediatez y la urgencia, a la desesperada, propias en quienes se sienten vencedores eternos, campeones de lo absoluto, y fracasan. Especulan con que si el pañuelo blanco fuera salpicado por alguna mínima mugre, nuestro pueblo se quedaría sin su emblema mayor, su capital simbólico más poderoso, perdiendo al mismo tiempo un hilo conductor que lo reencuentra con lo que fue socialmente, y quiere ser todavía.

La dictadura cívico militar no vino porque sí. Se propuso volver a fojas cero con las conquistas de la clase trabajadora. No se trató de un perverso plan de sangre, ideado por mentes alteradas, sino una aceitada maquinaria de dominación. El genocidio fue el alto costo que asumieron pagar los poderosos para cambiar drásticamente el patrón de acumulación capitalista: pasar de un modelo industrialista a otro financiero; de uno sostenido en la producción y el trabajo a otro justificado en la especulación. De las fábricas con obreros organizados, conscientes, bien remunerados, a los grises bancos y casas cambiarias. Esa fue la “brillante” solución que hallaron nuestras clases dominantes para superar las contradicciones insalvables a las que había arribado el sistema por entonces.

Y no sólo eso. La burguesía también planeó conjurar los avances en la conciencia de la clase obrera y el grado de desarrollo organizativo que alcanzara en la década del setenta, para obturar por décadas la posibilidad de que los de más debajo de la pirámide social vuelvan a terciar con posibilidades ciertas de triunfo en la perenne puja entre clases. Porque esa lucha entre clases opuestas, antagónicas, sigue, aunque no lo parezca. Ni un genocidio puede hacerla cesar. Continuó, incluso, bajo la quietud sepulcral de la dictadura y por entre el silencio de cementerio del neoliberalismo. Es objetiva. Se toca con las manos, se cobra a fin de mes.

En aquellos convulsionados años setenta, plenos de luchas a la ofensiva y “crispación”, como se dice ahora, las clases populares llegaron a disputarles a las elites económicas y culturales palmo a palmo el poder político. El terrorismo estatal fue el rostro que asumió la “solución final” de nuestra burguesía a esa contradicción extrema que presentó entonces el sistema capitalista, cuya fracción dominante a nivel mundial advirtió tempranamente la superación de la guerra fría y la posibilidad de expandir el sistema a escala planetaria.

Pero hete aquí que en nuestro país estuvieron las heroicas Madres de Plaza de Mayo. Su lucha, iniciada mientras la represión militar alcanzaba su punto más alto y descendía hasta el más sórdido de los infiernos, plantada en el corazón mismo del sistema de terror, a plena luz del día, frente a los edificios de las instituciones clave del genocidio en curso, malogró el intento de la burguesía propia y el imperialismo, por arrasar por completo con las luchas del complejo segmento popular.

Quisieron hacer tabla rasa de la rica historia de lucha de este pueblo. Y no pudieron. Todo lo que vino después, desde la restauración de nuestra legalidad republicana, hasta esta cima en las conquistas, la conciencia y la organización popular desde la cual nuevamente asistimos a la posibilidad concreta de disputarles el poder a las clases altas, se logró porque estuvieron las Madres en el preciso lugar de nuestra historia social para impedir el triunfo definitivo de la burguesía terrorista.

Sin mediar la lucha de los pañuelos blancos, su puente entre generaciones, su formidable gesto ético de rechazar la cosificación de la vida de sus hijos expresada en el dinero que ofreció el Estado para “reparar” el genocidio y comprar impunidad, ¿se llenarían hoy las calles de jóvenes que se identifican con el camporismo? ¿Crecerían como hongos locales políticos en las ciudades más grandes del país, y en otras más chicas también, que se proponen organizar a los vecinos de esas barriadas desde su referencia territorial? ¿Volveríamos a leer con fruición aquellas ediciones del matutino.