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Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

...cero bajo cero.

cuando mi hermana cumplió 15 años
tuvo salón de fiesta, vestido rosa
mas una amiga suya eligió viajar... viajar...
para esa época yo ya era triste  

en cambio: la hija de madre muerta y padre preso
ciudadana de un Estado que no está
(excepto la policía)
tiene 16 de edad
dos entradas en la cárcel y
mellizos sin amor ni novalgina
paridos en virtud de los derechos humanos
del niño no nacido      

¿con qué lírica emocionada
afónica de silencio en la voz
podrán explicar esta injusticia o hiato
los poetas y tener mediana eficacia
o sea: que todos los hombres sepan y
se agarren el corazón a martillazos?

porque: el poeta no es un cronista
de la realidad pero el poeta es
un cronista de la realidad

la realidad que es y aún no
también escribe sus crónicas de
dicha y malapena a través de la poesía pero
el problema siguen siendo los poetas

si los poetas –digamos– hubieran hecho un
llamamiento a tiempo contra las plazas enrejadas 
quizás habría calesitas con caballos
de crines celestes todavía

pero no
nada de eso:
“a niños que cometan delitos de adultos,
condenas de adultos” punto
tras muchos siglos de pensamiento y ciencia 
el hombre sube de nuevo a los árboles
donde pajaritos se preguntan:
“¿y estos qué hacen acá?”

insisto: ¿qué vanguardia estética de
la retaguardia política podrá
narrar superficie y bajofondo
sin sangrar por las sienes sangre toda roja
espesa como suela o caldo que secó?

por lo demás morir es fácil
distinto es la vida
ejemplo: darío santillán que le tapaba con el dedo
el agujerito de la muerte a kosteki
mientras le decía: “dale, maxi, viví”
sin saber
sabiéndolo debidamente
que minutos después ambos morirían

allí sí hay pasto o pan para que la poesía beba:
el pueblo y sus tercas flores bellas
de barro en la raíz 

pero yo digo los otros:
el señor del subterráneo los encargados de
todos los edificios de mi cuadra mi vecina
sin amor por las noches repitiendo
todo el santo día cómplices de culpa y cargo:
“dale la muerte, dale, dale”

. . . a Maxi y Dario.