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Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

jueves, 21 de junio de 2012

Tertulias con el poder económico

De Macri a Moyano

Como una canilla que pierde en el baño, el inconformismo de las clases medias-altas y altas del todo podría convertirse en parte del paisaje cotidiano de la escena política. Escaramuzas propias de la profundización, sobreestimuladas con el cacerolazo camionero.

Las portadas de Clarín y La Nación del día posterior a la sonora derrota de Boca en el torneo local son ilustrativas. Mientras los demás diarios ponen la tilde en el gran triunfo de Arsenal, en aquellos el sujeto es el equipo xeneize. Su fracaso. Las caras largas al piso de sus jugadores más emblemáticos. “Boca se cayó de la cima”, titula uno; “Cayó Boca”, el otro. Asociación libre. ¿Quiénes desearían Mitre y Magnetto que salieran derrotados de la cancha, con la mirada torva en dirección del suelo? ¿Mouche y Cvitanich? ¿O Moreno y Kicillof? Cuánto gozo en la conjugación del verbo “caer”. ¿Como el gobierno, acaso?

 Detalles, después de todo. (Des)ilusiones ópticas. Apenas la porfía de las interpretaciones. Desde luego, las notas editoriales de los diarios que ya sabemos, la acostumbrada prepotencia de clase que distingue a las patronales rurales, el persistente aunque cansado tronar de las ollas más caras en las esquinas más coquetas de la Ciudad, no logran detener la marcha del proyecto nacional y popular. Como una canilla que pierde en el baño, el inconformismo de las clases medias-altas y altas del todo, podría convertirse en parte del paisaje cotidiano de la escena política. Escaramuzas propias de la profundización, sobreestimuladas con el cacerolazo camionero. Apenas un goteo incapaz de frustrar el sueño de la noche ni impedir el recorrido a la mañana siguiente.

Dijo la presidenta Cristina Fernández ante el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, en Nueva York. “Las familias más acomodadas hacían tertulias con el invasor”. Se refería al generoso trato dispensado por las elites locales a la avanzada inglesa que en 1806 y 1807 asaltó Buenos Aires, y que fue vencida valerosamente por la población negra, mulata y criolla. 

LA TERTULIA CONTINÚA. Algunos, en la embajada; otros bajo el formato “asesoría comunicacional”, como aquella singular merienda que compartían Repsol y ciertos políticos y periodistas locales. El resto –más populares ellos– jugando teatrales partidos de papi fútbol.
 Ante la reunión en Los Cabos, la derecha quisiera ofrendarles una foto a los miembros más poderosos del G-20: la unidad en la acción de los múltiples interesados en cobrarle a la Argentina la falta de “seguridad jurídica” que existiría en nuestro país, o al menos en las viejas condiciones que garantizaban híper rentabilidad para algunos pocos en detrimento del numerosísimo resto. Coincidencia en los intereses, bardo morocho en las calles, ¿cuándo dejará el amigo Moyano de levantar la basura?

Pero no hay caso. Sólo a Cristina puede ocurrírsele espetar en la “cocina del mundo” –como una vez le dijo Magdalena al dictador Videla en Washington– “¿Por qué no van a hacer un referéndum a Afganistán o Irak a ver qué se piensa de lo que están haciendo?”
 Definitivamente, no aprende más la presidenta. Justo cuando las economías centrales entornan sus bolsillos, los mandan a cerrar en sus países satélites, y la confusión propia de toda crisis orgánica del capital lleva a las masas a votar por sus propios verdugos, como en Grecia, el gobierno argentino recupera YPF e inyecta en la economía doméstica cientos de millones de pesos a través de un novedoso plan de construcción de viviendas. 

 ¿Y todo para qué? Para que el día después de la exposición de la mandataria en la ONU, el diario Clarín publique un comentario ciertamente menor a la obviedad, más raso que la mera superficie. “Que la Presidente dijera verdades históricas ayer en un salón de las Naciones Unidas no impide preguntarse sobre el sentido del costoso viaje de Cristina a Nueva York: se le pagó el viaje en dólares a una multitudinaria comitiva”, escribe una analista en la página 7 del matutino. La apostilla no alcanza ni para la humorada. 

En tiempos de crisis económica global, algunos creen que los únicos que pueden tener políticas de Estado son los capitanes mediáticos, guardianes celosos de la “libertad”; no los Estados. Las clases históricamente privilegiadas, poseedoras legítimas de la “argentinidad”; no los gobiernos. Un equipo periodístico del Grupo Clarín puede seguir a sol y sombra la misión comercial en Angola para desacreditarla en público, desvirtuar groseramente al canciller, contratar a un notero local para burlarse por la pronunciación del portugués del secretario de Comercio, pero el gobierno no puede costearles el viaje a Nueva York a los representantes de la oposición. Raro. ¿Qué es más importante: calmar la sed de los especuladores cambiarios liquidando de apuro reservas del Banco Central o mostrar ante el alto Comité internacional que el reclamo de la presidenta argentina excede al partido en el gobierno y concierne a toda la sociedad democrática?

Menos al PRO, claro. El partido liderado por el Virrey de Buenos Aires viaja sólo si paga el gobierno de Londres. Su moral a la derecha le impide aceptar invitaciones de un gobierno popular, y menos si es para atentar contra los intereses de la metrópolis. Se recuerda cuando en febrero de 2010 la diputada macrista Paula María Bertol acudió presurosa a un llamado del Foreing Office, entonces junto a otros cuatro legisladores de la oposición cuyas estructuras partidarias parecen haber revisado ahora su férreo cipayismo. Aquella jugada del Reino Unido coincidió con la denuncia que por esos días formulaba la Argentina en respuesta al envío por parte de Londres de la plataforma petrolera Ocean Guardian, para dar inicio a actividades de exploración con fines comerciales en una de las cuatro zonas marítimas en disputa, y que habían sido concesionadas unilateral e inconsultamente por Gran Bretaña. La noticia del vergonzoso viaje de legisladores argentinos se conoció justo cuando el gobierno nacional lograba el apoyo de 32 países integrantes del Grupo Río al reclamo de soberanía.

 La triple entente: Macri, Gran Bretaña y Clarín. El grupo de los exceptuados. Los que se saltean la regla general. Los que vetan las resoluciones que rigen para todos, como en el Consejo de Seguridad, y nada los salpica, ni siquiera un procesamiento penal a las puertas del juicio oral y público, como el alcalde porteño, siempre a resguardo mediático, bajo el generoso paraguas de los influyentes medios amigos.

En el interior de Entre Ríos se cuenta la historia de Los Hermanos Zubieta, Macario y Hermenegildo. Dos hijos de misma madre que, por esas cosas de la vida, no parecían hermanos. El día y la noche, mismamente. Uno, Hermenegildo, encerrado en su permanente pesimismo. Un nihilista per se, sin noción precisa de filosofía. El otro, Macario, pura esperanza y optimismo. Cierta vez, la bataraza clueca que tenían en el fondo de la casa dio 12 pollitos. ¡Doce! Pocas horas después de romper el cascarón, sin embargo, dos de ellos murieron. Cuando el alegre Macario preguntó por la flamante cría, un consternado Hermenegildo respondió, lacónico y decepcionado: “Menos diez, murieron todos.” “Relato”, como le dicen, a gusto del consumidor.

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