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Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

jueves, 7 de junio de 2012

“Dólares para todos”, país para poco

Queremos Desestabilizar
 

Los grandes actores económicos se arrogan para sí la exclusiva representatividad de los intereses del conjunto, pero no los defienden con igual intensidad. Por supuesto, basan su legitimidad, no en los resultados electorales, sino en su poder de fuego fáctico: la guita.


Las medidas para contener la presión sobre el dólar apuntan a un solo propósito: detener la demanda absolutamente injustificada sobre la divisa extranjera sin alterar el consumo interno, procurando obtener los billetes que se necesitan para cumplir con los compromisos de pago internacionales asumidos por el Estado argentino post renegociación (con millonaria quita incluida) de su deuda externa.

No es un “ajuste” de estilo noventista, ni un “soviet”, como lo calificó uno algún tiempo atrás. Menos aun, un gesto ampuloso e innecesario del “Fidel Franco” de nuestro tiempo, como describen contradictoriamente y sin precisión alguna la performance de Guillermo Moreno. Se trata, nada más y nada menos, que de una serie de medidas que demuestran una firme decisión estatal: doblegar a un mercado experto en cargarse gobiernos, tanto más ante la profunda crisis internacional, y la eventualidad de su impacto en nuestra economía. En conjunto, configuran una receta de estricta racionalidad fiscal, en medio de un capitalismo en severo aprieto, con países centrales en declive, y economías emergentes en ascenso. Sintonía fina, que se dice. Mas la derecha argentina, no lo entiende así.


A veces la realidad imita a la poesía. “Cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada”; menos que menos a una divisa en permanente depreciación. Sin embargo, en nuestro país ocurre frecuentemente a la inversa. Hastiados e históricamente críticos de las políticas de inclusión social, de los subsidios a las tarifas de servicios públicos, de las inyecciones al consumo popular, de la intervención estatal en favor de los sectores más vulnerables de la sociedad, grandes jugadores económicos y financieros reclaman ahora al Estado su decidida intervención: que liquide hasta 3000 millones de dólares de sus reservas en el Banco Central para calmar la sed de quienes especulan con la divisa estadounidense.
¿En qué quedamos? ¿Querrán ahora un plan “Dólares Para Todos”, acaso? Evidentemente, no. Los grandes actores económicos se arrogan para sí la exclusiva representatividad de los intereses del conjunto, pero no los defienden con igual intensidad. Por supuesto, basan su legitimidad, no en los resultados electorales, sino en su poder de fuego fáctico: la guita. Desde luego, a los grandes especuladores les importa un “corno” (como dijo la presidenta en el Congreso) que dos recién casados consigan reales para su luna de miel en Buzios; lo suyo es la obtención rápida de grandes sumas, sin más esfuerzo que comprar barato, retener y vender caro moneda extranjera, en una ecuación sin anclaje alguno en la producción de bienes y servicios.


Que no existan controles estatales para nadie, claman, aunque en el fondo quieran la dispensa para los poquísimos afectados por el rigor oficial. Saben que la rigidez gubernamental que beneficia a las mayorías y busca evitar las “distorsiones” del mercado, se cierne especialmente sobre los grandes actores financieros, enemigos del actual ciclo argentino, y que son los únicos con capacidad cierta de luxar el modelo económico, de creación de empleo, suma de valor agregado a las producciones primarias y reparto crecientemente igualitario de las riquezas socialmente generadas.


El plan es obvio: aprovechar la coyuntura internacional y las urgencias específicas del ciclo productivo, para imponer su pliego de condiciones. Debilitar al gobierno nacional, desfinanciándolo. Tensar tanto la cuerda que el camino se bifurque en dos senderos irreconciliables: radicalizar al extremo las medidas, obviando todo análisis sobre la correlación de fuerzas, o volver a los noventa. Aquello que el subdirector de La Nación, Claudio Escribano, le planteó a Néstor Kirchner apenas asumió en mayo de 2003, creen estar a las puertas de lograrlo nueve años más tarde: alineamiento incondicional con los Estados Unidos en detrimento de Cuba y Venezuela, y, por qué no, reivindicación de la represión dictatorial. Si no, ¿qué estaba haciendo Cecilia Pando entre los “espontáneos” vecinos movilizados en Callao y Santa Fe?


Para sostener la opereta, entonces: cacerolas. Sojeros amenazantes al borde de las rutas. Paro patronal rural. Histeria en los medios para que la haya también (y muy especialmente) en las calles. Con poco, la acción psicológica ligada al dólar corrió de los titulares la recuperación de YPF.


A propósito, de los cacerolazos en las esquinas más acomodadas de Buenos Aires supimos más por sus desbordes de intolerancia que por su nivel de convocatoria. A pesar del énfasis que pusieron los medios hegemónicos para relatarlos, el favor mediático no alcanzó a remplazar una condición indispensable: la falta de una condición objetiva que los justifique y seduzca a mayores segmentos de la población que excedan el núcleo duro de las familias más acaudaladas del país.


No obstante, cierta “rebelión” en Recoleta es predecible. Macri no ganó porque sí. Ciertos grados de polarización social, si bien deben ser atenuados, son inevitables. Tanto como advertir que esta vez no bramó ninguna olla en los barrios del sur de la ciudad, cuyos vecinos ya aprendieron que su situación socioeconómica no la defienden las patronales del campo.


Los cobardes ataques al fotógrafo de este diario y antes al equipo de 6,7,8 no nacieron de la nada. Parecen hechos más que aislados. Son el fruto tardío de un clima gestado por quienes se victimizan constantemente, y provocan ante la apatía de los dirigentes de la oposición, reacciones desmedidas que expresan la imposibilidad intrínseca de la derecha por conducir su tirria. Si el gobierno planifica el “exterminio” (sic) de los sectores agrarios, como afirma temerariamente Eduardo Buzzi, es natural que los trastornados de siempre se sientan llamados por Dios a intervenir del único modo que saben hacerlo: los golpes. El posterior silencio de la gran prensa hará el resto: una trama miserable en la que no se priva de tejer para su propia bufanda el jefe de Gabinete porteño Horacio Rodríguez Larreta, sobreactuando una agresión por la que fue señalada irresponsablemente La Cámpora, sin ninguna prueba documental que lo acredite, como sí tuvieron los periodistas golpeados bárbaramente. Una reedición rastrera, apenas utilitaria de la teoría de los dos demonios, para aplicación con fecha de vencimiento, en la perentoria coyuntura.


Ahora resulta que actuar para frenar la escalada del dólar paralelo es ilegal, pero no lo es publicar en la portada de los diarios el valor de cotización en las cuevas clandestinas. Raro. Guarda con el doble discurso mediático: sutiles operaciones en micrófonos hegemónicos, y mentiras y golpes en la acción directa, bajo el batir insoportable de las ollas Essen. Lo que no dice el cronista de TN, lo grita con su rostro desencajado por el odio de clase el vecino boina verde de Las Heras y Coronel Díaz. Pero ambos modos de intervención construyen un mismo mensaje. La derecha siempre viene por todo.

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