Datos personales

Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

jueves, 14 de junio de 2012

Contra el odio, la política

La honestidad brutal de la derecha

Los caceroleros se disgustan hasta el puñetazo con quien sostiene que sus protestas se deben exclusivamente al dólar. Se sienten vulgarizados, cosificados, tratados, apenas, como un simple emergente con fecha de vencimiento. Quizá tengan razón.

Para ensuciar el proyecto iniciado en 2003 algunos apelan desesperadamente al barro. Fracasadas las operetas judiciales, recurren a la histeria colectiva, el golpe cobarde, o ambos. La respuesta deberá seguir siendo la misma: profundizar. Créditos para la vivienda, defensa de la moneda y el territorio nacionales, integración regional. Escalar el subsuelo del odio por arriba: la política. 

Por cierto, la derecha está excitada. Sus miembros son pocos, pero activan. Lo que no puede hacer su nula representatividad, lo suplen con el apoyo mediático. Tras ir perdiendo por un margen holgado el match que ya lleva nueve años disputándose, la crisis internacional les sirve un córner a favor.

El lunes 11, Máximo Kirchner no había ingresado todavía al Hospital Austral cuando el neurólogo que hace horas extras de periodismo en Radio Mitre especulaba sobre la gravedad de la dolencia. Sin ningún diagnóstico habilitante, para Nelson Castro no podía ser que se tratara sólo de una artritis. Como el lenguaje, el deseo tampoco traiciona. En la última trinchera de su subjetividad, algunos insisten en prenderle velas a la enfermedad, como en enero.

El poeta Paul Eluard decía que sólo podía haber poesía si las circunstancias exterior e interior coincidían, si contexto y corazón concordaban. Cierta derecha residual cree que –esta vez sí– ha llegado el momento de recitar su oda largamente postergada. El severo trance del capitalismo mundial y la zozobra de gobiernos hasta ayer determinantes, rectores indiscutidos del orden económico internacional, los estimula.
A propósito, los caceroleros se disgustan hasta el puñetazo con quien sostiene que sus protestas se deben exclusivamente al dólar. Se sienten vulgarizados, cosificados, tratados, apenas, como un simple emergente con fecha de vencimiento. Quizá tengan razón. Evidentemente, algo más oscuro, inquietante e inconveniente de ser reconocido los empuja a la sartén.

Quizá su más íntima motivación sea su rechazo a la política oficial en materia de Derechos Humanos. Esto es, la decisión soberana del Estado argentino de investigar y condenar hasta la cárcel común a los oficiales militares y sus mandantes civiles, que cometieron la mayor masacre de nuestra historia. Para ellos, no hay medida cambiaria que los satisfaga del todo: el kirchnerismo se ha convertido en rival irreconciliable, en extremo contrapuesto, en enemigo histórico. “Los militares tendrían que haber matado más montoneros y nos salvábamos de estar gobernados por esta”, reproduce en su nota de opinión el cronista de Radio Nacional Gerardo Mazzochi, transcribiendo lo que les escuchó decir a los pocos manifestantes que aceptaron hablar ante los periodistas en vez de correrlos a patadas.

Naturalmente, el avance en los procesos penales contra los genocidas es demasiado para ellos. Rompe con el infame “consenso” mantenido hasta el 25 de mayo de 2003, y que Eduardo Duhalde supo resumir de modo elocuente: un gobierno neutro, de rumbo indefinido, cuyas políticas contengan por igual “al que quiere a Videla y al que no lo quiere”.

El kirchnerismo violentó esa imposibilidad intrínseca de la legalidad reconquistada en 1983. Se fijó el norte de alcanzar “un país en serio”. Ese reto, si bien módico en su formulación, lo condujo hasta la cima del sistema de dominación: acabar con la impunidad cívico-militar. Reivindicar desde la más alta investidura estatal la lucha de aquella generación por un país inclusivo y profundamente más justo que el que fue. 

Declararse “compañero” de los desaparecidos, como hizo Néstor Kirchner el 24 de marzo de 2004.

Que hasta el presidente de la Corte Suprema recorra los campos de concentración de la dictadura, eche luz sobre el cambio cultural que sostiene los juicios por delitos de lesa humanidad, y hable en sus discursos más institucionales acerca de “los poderes fácticos”, son síntomas del nuevo paradigma sobre el que se fundamenta al ciclo kirchnerista. La nueva candidata a procuradora general también entiende que el Ministerio Público “debe ser independiente de los poderes fácticos” y expresa su decidido acuerdo con el “reforzamiento del rol del Estado”, la integración en “bloque con los países latinoamericanos”, la “estatización del sistema previsional” y la “revisión de los crímenes” dictatoriales.

De ahí la mano laboriosa de Cecilia Pando en las protestas de Vía del Corso y Santa Fe. Teléfono para la centro izquierda de centro derecha que durante años se la pasó desmereciendo la decisión oficial que empujó a los genocidas a la cárcel, por cuanto sería “puro rédito” para el gobierno, sin costo político alguno, apenas una sutil y eficaz manera de cubrir “por izquierda” las deudas pendientes en temas de naturaleza económica y social.
Y no sólo. Hay quien dice que el peronismo le debe a la sociedad una autocrítica formal y bien fundamentada por los crímenes de la Triple A, organización paraestatal surgida al amparo de ciertos funcionarios de ese partido. Al formular la diatriba, la acompaña con otra autocrítica todavía en falta: la del radicalismo por la masacre de peones rurales en la Patagonia, bajo el mandato de Hipólito Yrigoyen. Error: la causa penal abierta por los asesinatos de la Alianza Anticomunista Argentina tiene en la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación a uno de sus más fervientes impulsores.

Precisamente, he ahí otro de los grandes logros históricos del kirchnerismo: tensionar su identidad política preexistente –de notoria filiación peronista– buscando alumbrar una nueva, que incorpore nuevos sujetos sociales, sintetice renovadas formulaciones ideológicas, y contenga bajo su formato distantes puertos y orígenes militantes. Tanto tensionó al peronismo, que las 62 Organizaciones bajo el comando del Momo Venegas le dedicó en 2007 un sonoro cartel, con un mensaje ciertamente amenazante: “No jodan con Perón.”

Desde luego, para los fundamentalistas del viejo general, el kirchnerismo “jodió con Perón”. Se metió imperdonablemente con sus dogmas. Reactualizó sus prácticas y reescribió sus méritos. En un gesto de valentía y generosidad encomiable, luxó el propio talón donde soportaba su estructura, para ponerla en crisis y sacar de ella lo viejo y perimido, porque ya no sirve para comprender el mundo y encarar sus nuevos desafíos.

Nadie sabe cómo ha de terminar la historia. Pero es precisamente esa cualidad imprevisible la que la vuelve dinámica. Si no, sería una “cáscara vacía”, como dijo uno. Los actores sociales que la protagonizan se vuelven más activos cuando asumen explícitamente sus intereses. Cuando la política se presenta como el escenario de las más gruesas y justas disputas materiales, se reivindica a sí misma. Evidente tensión intraclases, fuerte lucha ideológica, enérgica puja distributiva, son las formas que asume la política desde el año 2003. Difícil que vaya a cambiar justo ahora, a esta altura del partido, cuando pueblo y gobierno conciertan la profundización.

No hay comentarios:

Publicar un comentario