Triste ocaso
Tan
sólo seis meses atrás, en Huracán, Hugo Moyano se jactaba de la heroica
intervención de un grupo de camioneros, militantes de su gremio, que
lograron vencer el cerco que en 2008 las patronales rurales mantenían
sobre las rutas.
Triste ocaso
Cómo lanzar un paro desde la TV
Demetrio Iramain
Tan
sólo seis meses atrás, en Huracán, Hugo Moyano se jactaba de la heroica
intervención de un grupo de camioneros, militantes de su gremio, que
lograron vencer el cerco que en 2008 las patronales rurales mantenían
sobre las rutas. Aquel bloqueo de los exportadores de soja era tal que
los grandes centros urbanos comenzaban a ser desabastecidos de productos
esenciales para la vida en comunidad. Ahora el que quiere
discontinuarlos es Moyano.
Cuando
el 14 de diciembre pasado contó aquella hazaña de los camioneros en la
entrerriana Ceibas, el todavía jefe de la CGT lo hizo para justificar su
aparente derecho a protagonizar con sus hombres el gobierno asumido
sólo cuatro días antes. Ningún gesto altruista, faltaba más: apenas una
excusa para reclamar cargos. Para sumar poder propio dentro de las
segundas filas estatales. Moyano sabrá manejar un camión, mas lo
colectivo nunca fue su fuerte. Su noción de épica es tan volátil como
los precios oscilantes de los productos que carga en su carrito del
supermercado. Ya había apelado al mismo argumento para exigir lugares en
las listas electivas, que la Presidenta desautorizó olímpicamente.
Los
tiempos cambian. El paro contra Clarín, con posterior movilización a
las puertas de sus medios, anunciado estruendosamente en marzo de 2011 y
suspendido dos días después en la sede de Camioneros, lo anuncia ahora,
en vivo y en directo, por las cámaras de TN.
Nadie,
ni Magnetto, le pedían tanto. Tras renegar por su pasado k y pedir
perdón por haber osado creer que los hijos de la señora de Noble podían
ser apropiados durante la dictadura, Ernestina estaba satisfecha. No
hacía falta más.
Después
de criticar a los funcionarios del gobierno por “payasos” y
“alcahuetes”, entre otros, se sirve de las cámaras y micrófonos del
multimedio y le regala la primicia. Los cuerpos orgánicos del gremio se
enteran de la medida viendo lo que sucede en el living de A dos voces, y
no en un plenario de delegados, como hubiera correspondido, ni siquiera
en la puerta del canal, de cara a los trabajadores que lo acompañan.
Por más facultado que haya estado por las bases para decidir fecha y
hora de las medidas, el gesto resulta desafortunado para quienes
desearían mayor democracia en las organizaciones gremiales.
Para
Moyano, sin embargo, la arrogante es la Presidenta. “Soberbia”, le
dice. Tanto como evaluar de “circo” a la acción desplegada por el
gobierno nacional. A esa altura Marcelo Bonelli ya no sabe qué
preguntar, ni cómo hacerlo. “Vos dejalo hablar”, le dicen por cucaracha.
Extrañamente,
Moyano gesticula con su entrevistador, creyendo que la cámara no lo
enfoca. Se parece demasiado a una estrategia comunicacional prevista de
antemano. Según él, no obstante, los "payasos" son los funcionarios del
gobierno. Dice que conforman un "circo", pero se contradice ao vivo con
Pablo, su hijo, quien, desde La Matanza decreta para el viernes la
movilización a Plaza de Mayo, mientras él, su padre, dice que "no, nene;
mañana decidimos, así garantizamos la presencia del aparato camionero
del interior del país".
Hay
más: Moyano se rebaja a que lo rete el consultor financiero Carlos
Melconian, a quien no contradice en absoluto. “Esto no se arregla con un
aumento en el mínimo no imponible”, sermonea el economista elegido por
Menem para su eventual tercer gobierno; Moyano calla. "Nosotros sí vamos
por todo", dice Pablo Moyano. No hace falta explicarle a la audiencia
que el plan camionero excede largamente el reclamo paritario. ¿Doblegar
al gobierno, tal vez?
Evidentemente,
que el operativo gubernamental comandado por el Secretario de Seguridad
Sergio Berni haya logrado transportar de la planta en Gregorio de
Laferrere los ocho camiones de combustible por una puerta lateral,
burlando las bolsas de basura y el vallado de trabajadores camioneros
que querían impedirlo, fue demasiado para el declinante jefe de la CGT.
Clarín quería irse con sangre a dormir. Ambos tendrán que seguir
participando.
Si
Moyano está tan seguro de su triunfo en julio, y confía en la legalidad
del quórum que convocó al Congreso en Ferrocarril Oeste, no se entiende
bien por qué decide quemar las naves ahora, casi un mes antes de su
hipotética reelección al frente de la CGT.
Lamentable
ocaso de una conducción gremial que, antes de verse vencida, tira del
mantel de la mesa de la que ya no se siente parte, para que se caiga
todo al suelo. Incluidos el alimento, el trabajo, el gas para producir y
calentarse. La democracia, si fuera necesario.
Como
los camiones llenos de combustible por estas horas, los
desestabilizadores tampoco pasarán. Paradojas de la realidad argentina a
esta altura de su profunda transformación.
Aquel bloqueo de los exportadores de soja era tal que los grandes
centros urbanos comenzaban a ser desabastecidos de productos esenciales
para la vida en comunidad. Ahora el que quiere discontinuarlos es
Moyano. Cuando el 14 de diciembre pasado contó aquella hazaña de los camioneros en la entrerriana Ceibas, el todavía jefe de la CGT lo hizo para justificar su aparente derecho a protagonizar con sus hombres el gobierno asumido sólo cuatro días antes. Ningún gesto altruista, faltaba más: apenas una excusa para reclamar cargos. Para sumar poder propio dentro de las segundas filas estatales. Moyano sabrá manejar un camión, mas lo colectivo nunca fue su fuerte. Su noción de épica es tan volátil como los precios oscilantes de los productos que carga en su carrito del supermercado. Ya había apelado al mismo argumento para exigir lugares en las listas electivas, que la Presidenta desautorizó olímpicamente.
Los tiempos cambian. El paro contra Clarín, con posterior movilización a las puertas de sus medios, anunciado estruendosamente en marzo de 2011 y suspendido dos días después en la sede de Camioneros, lo anuncia ahora, en vivo y en directo, por las cámaras de TN. Nadie, ni Magnetto, le pedían tanto. Tras renegar por su pasado k y pedir perdón por haber osado creer que los hijos de la señora de Noble podían ser apropiados durante la dictadura, Ernestina estaba satisfecha. No hacía falta más.
Después de criticar a los funcionarios del gobierno por “payasos” y “alcahuetes”, entre otros, se sirve de las cámaras y micrófonos del multimedio y le regala la primicia. Los cuerpos orgánicos del gremio se enteran de la medida viendo lo que sucede en el living de A dos voces, y no en un plenario de delegados, como hubiera correspondido, ni siquiera en la puerta del canal, de cara a los trabajadores que lo acompañan.
Por más facultado que haya estado por las bases para decidir fecha y hora de las medidas, el gesto resulta desafortunado para quienes desearían mayor democracia en las organizaciones gremiales. Para Moyano, sin embargo, la arrogante es la Presidenta. “Soberbia”, le dice. Tanto como evaluar de “circo” a la acción desplegada por el gobierno nacional. A esa altura Marcelo Bonelli ya no sabe qué preguntar, ni cómo hacerlo. “Vos dejalo hablar”, le dicen por cucaracha. Extrañamente, Moyano gesticula con su entrevistador, creyendo que la cámara no lo enfoca. Se parece demasiado a una estrategia comunicacional prevista de antemano. Según él, no obstante, los "payasos" son los funcionarios del gobierno.
Dice que conforman un "circo", pero se contradice ao vivo con Pablo, su hijo, quien, desde La Matanza decreta para el viernes la movilización a Plaza de Mayo, mientras él, su padre, dice que "no, nene; mañana decidimos, así garantizamos la presencia del aparato camionero del interior del país". Hay más: Moyano se rebaja a que lo rete el consultor financiero Carlos Melconian, a quien no contradice en absoluto. “Esto no se arregla con un aumento en el mínimo no imponible”, sermonea el economista elegido por Menem para su eventual tercer gobierno; Moyano calla.
"Nosotros sí vamos por todo", dice Pablo Moyano. No hace falta explicarle a la audiencia que el plan camionero excede largamente el reclamo paritario. ¿Doblegar al gobierno, tal vez? Evidentemente, que el operativo gubernamental comandado por el Secretario de Seguridad Sergio Berni haya logrado transportar de la planta en Gregorio de Laferrere los ocho camiones de combustible por una puerta lateral, burlando las bolsas de basura y el vallado de trabajadores camioneros que querían impedirlo, fue demasiado para el declinante jefe de la CGT. Clarín quería irse con sangre a dormir. Ambos tendrán que seguir participando.
Si Moyano está tan seguro de su triunfo en julio, y confía en la legalidad del quórum que convocó al Congreso en Ferrocarril Oeste, no se entiende bien por qué decide quemar las naves ahora, casi un mes antes de su hipotética reelección al frente de la CGT. Lamentable ocaso de una conducción gremial que, antes de verse vencida, tira del mantel de la mesa de la que ya no se siente parte, para que se caiga todo al suelo. Incluidos el alimento, el trabajo, el gas para producir y calentarse.
La democracia, si fuera necesario. Como los camiones llenos de combustible por estas horas, los desestabilizadores tampoco pasarán. Paradojas de la realidad argentina a esta altura de su profunda transformación.
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