España le baja el tono al
conflicto. Para el FMI y el G-20, apenas una disputa bilateral.
Si “expropiar” es lo mismo que “confiscar”; si los trust de exportadores de
soja son “el campo”; si la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual
sancionada por ambas cámaras con un margen holgado de votos, provenientes de
distintos bloques legislativos, es lo mismo que “Ley de Medios K”; si
garantizar la democratización del espectro comunicacional de radio y
televisión, que como no es ilimitado necesita regulaciones estatales, significa
que “TN puede desaparecer”, entonces estamos en presencia de otra cosa.
Había que verlos el domingo a Mariano Grondona y Pablo Rossi corriendo por
derecha a Nito Artaza. El Senador de la Nación por Corrientes parecía Rosa
Luxemburgo de tanto discutir las quejas aireadas, insolentes, de sus
entrevistadores, que lo increpaban sin ninguna clemencia por la decisión del
bloque radical de acompañar en general el proyecto de ley que establece la
expropiación del 51 por ciento de las acciones de YPF, hasta hoy en manos de
Repsol. “Pero nosotros somos respetuosos del voto popular”, se defendía el
imitador Artaza. ¿Acaso es una posibilidad desconocerlo, una alternativa válida?
¿No sería un golpe eso, una maniobra destituyente? “¿Angelicales o cómplices?”,
le preguntaba visiblemente incómodo, fastidioso, Rossi, por no decirle,
palabras más, palabras menos, “tarados o encubridores, que no entienden que el
golpe es la única salida posible”.
Así
estamos en la oposición de derecha, evidentemente aturdida por la
decisión política del oficialismo, y la escasa adhesión que, por una
vez, ha recogido entre sus empleados más dilectos detrás del mostrador
de la
representación democrática. Sugieren a dos voces un golpe destituyente;
sueñan
con un corte de rutas in eternum que desabastezca de productos esenciales las
grandes ciudades, pero ya no hay quién les haga caso. La yerba mate sola no alcanza.
“El Estado se quedó con más del doble del precio del barril del petróleo en una
política muy parecida a la que se intentó aplicar al sector agropecuario con la
resolución 125. Pero los petroleros no tienen la inserción social que sí tienen
los productores rurales”, se lamenta, al borde del llanto, Joaquín Morales
Solá.
Evidentemente, no fue un buen negocio utilizar el dinero gastado en
contratar periodistas y políticos afines a sus intereses, y no emplearlo en
extraer más petróleo y gas de los yacimientos. De haberlo hecho, Repsol quizás
podría argumentar más y mejor y pretender algún Euro en su disputa netamente
comercial con el Estado argentino que ha decidido expropiarla. Pero no. Eligió
el camino más corto y en vez de arribar al sitio más lejano al que podía
aspirar, llegó a un punto sin retorno, de tasación más cercana a cero que a
diez mil millones.
Hasta el gobierno de España ha decidido bajarle el tono al conflicto y dejar
bufando a Brufau. La ideología es la ideología, pero los negocios son los
negocios. Para el gobierno del Partido Popular, la solución es ahora posible y
depende del monto indemnizatorio que ambas partes acuerden. Clarín y La Nación se quedan así sin la tercera guerra mundial tantas veces
anunciada. ¿Qué van a decir ahora? ¿Que Cristina guarda armas químicas para recuperar
las Malvinas, acaso?
A no desesperar, Magnetto: si la OMC, el Banco Mundial, el FMI, la CIA y el
FBI yanquis desisten de aislar a la Argentina del mundo, será la SIP quien ofrezca
altruista y solidariamente sus servicios a la libertad de prensa. Y de empresa,
claro. A falta de una “Tormenta del desierto” de la OTAN sobre Buenos Aires, un
buen consuelo es la columna de Mario Vargas Llosa en El País de Madrid. El PP, como la UCR, ¿“angelicales” o “cómplices”
de La Cámpora?, se preguntan con un dejo de resignación los opinólogos que ya
sabemos.
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