aguafuertes de campaña electoral
El 29 de abril de 2011, ante medio millón de
trabajadores reunidos en la avenida 9 de Julio, Hugo Moyano dijo:
"Compañera Cristina Fernández de Kirchner: le pedimos (que busque la
reelección), queremos pedírselo porque (usted) es la garantía de
profundizar este modelo económico que permita seguir recuperando la
dignidad de los trabajadores."
Fue entonces cuando Julio Piumato lanzó su célebre declaración en Twitter: "Nadie se suicida, y menos la jefa." El "suicidio" no era la declinación de Cristina a una nueva candidatura, sino su firme negativa a dejarse presionar por los dirigentes moyanistas que le reclamaban cargos expectantes en las listas electivas. Evidentemente, no la conocían todavía.
Dos años más tarde, y ante una plaza raleada, incluso más despoblada que en junio del año pasado, el camionero se arrepiente, regresa vacilante a la arena electoral y exhorta a los pocos trabajadores que se dispersan escuchándolo, a saber "bien a quién vamos a votar el 27 de octubre, no volvamos a equivocarnos, eso sería imperdonable".
El perfil liberal tardío que exhibió Moyano el lunes es la perfecta continuidad de aquel que decretó un paro nacional de camioneros en los estudios de TN, resuelto en vivo con las bases representadas por Marcelo Bonelli. De ahí a objetar superficial y prejuiciosamente la entrega de computadoras portátiles hay un solo paso.
El colombiano Francisco de Narváez debe haberse sentido muy satisfecho con el reclamo de su candidato número 35: que los trabajadores no paguen Ganancias. En una de esas, las patronales tampoco. Insólitamente, Elisa Carrió se muestra coincidente con el "sucesor de Yabrán", como conceptuó a Moyano dos años atrás. "Los empresarios quieren hacer un esfuerzo para pagar más pero el gobierno se lo lleva", sobreabunda el camionero, para quedar bien con su patrón en la lista de precandidatos a diputado nacional. No era necesario.
¿Cuántos de esos trabajadores votarán en octubre por los candidatos del Frente para la Victoria? ¿Cuántos de sus hijos habrán recibido del gobierno nacional su primera netbook? ¿Cuántos de esos centenares de camioneros que mitigan el frío de julio bebiendo sorbos de fernet con cola tendrán un familiar cercano, un amigo íntimo, cuyo único ingreso es el "plan descansar", como se burla Moyano, lejísimo de la clase obrera, ajeno a sus sueños y frustraciones más inmediatos? ¿Sabrá Moyano que ya no existe el Plan Trabajar, y que toda la ayuda del Estado tiende a concentrarse en un único recurso asistencial: la Asignación Universal por Hijo, que los argentinos que la perciben no tramitan ante el puntero barrial, sino ante las oficinas de la ANSES? ¿Tendrá algo para decir sobre esa medida revolucionaria, inclusiva, estratégica del gobierno nacional, que ni siquiera es criticada por los candidatos de la oposición más inteligentes que el oportunismo a destiempo de Moyano?
El camionero indudablemente no leyó el editorial del diario Clarín del 17 de junio último. "La oposición debería mirarse en el espejo de Capriles en Venezuela. El hombre que perdió por 10 puntos con Chávez, apenas quedó un punto y medio debajo de Maduro unos meses después. ¿Qué pasó?", se preguntaba en la página 2 del matutino Osvaldo Pepe, ansioso. Y se respondía inmediatamente: "Capriles le quitó al chavismo banderas propias de aquello que se había hecho bien. Le bastó una frase ante más de 100 mil personas en un acto de campaña: 'No vamos a sacarle a ningún venezolano uno solo de los planes y beneficios sociales que dio Chávez.' (...) Asumir un compromiso público entre los líderes opositores más notorios de mantener y mejorar las políticas sociales del gobierno que hayan mostrado eficacia, como la Asignación Universal por Hijo, es correrle el arco al kirchnerismo. Sacarlo de su lógica confrontativa. Y avisarle al electorado cautivo de ese y otros beneficios que nadie le quitará nada."
Massa sí leyó el vademécum. Pero se le nota. Difícil que Mirta Tundis haga creer a sus votantes que apoya la estatización de los fondos jubilatorios: desde las pantallas de TN fue una de sus más fervientes detractoras, siempre en defensa de las AFJP.
Está visto: la campaña electoral inaugura un tiempo vertiginoso. Todo se enfatiza por demás, se sobreactúa, se exagera. Mentir se vuelve parte del juego. Pero todo tiene un límite, también. Moyano lo cruzó hace rato. No es el único.
La operación de Jorge Lanata contra Luis D'Elía supera todo lo conocido. ¿Se imagina alguien a Aramburu comprándole a Julio Troxler una versión totalmente diferente a la narrada por Rodolfo Walsh? ¿A algún sobreviviente de la Masacre de Trelew desmintiendo ante Lanusse la entrevista-libro de Paco Urondo? Lanata ya compró dos veces, y en ambas la mercancía vino en mal estado. Sus presentaciones televisivas totalmente guionadas, más propias de un teatro de revistas que de una investigación periodística, sorprenden, menos por su contenido que por lo estrepitosas que resultan sus desmentidas. Si la credibilidad del emisor que debiera ser el kilómetro cero de cualquier labor periodística o comunicacional siguiera siendo un valor en sí mismo, previo al mensaje, entonces Lanata tendría que abandonar sin más trámite el oficio. O asumir definitivamente el que probó en el Maipo, en 2008, cuando despuntó el vicio por la farándula. Pero no. Insiste. No le alcanzó con el culebrón Fariña, va por más.
En septiembre del año pasado, Lanata decía que el gobierno quería "partidizarlo" para desacreditarlo ante la opinión pública. Pero seis meses después reclamaba sin rodeos "terminar con este gobierno en las urnas". Textual del presentador: "Hay que lograr en las urnas que esta gente se vaya. Tenemos que sacar a esta gente votando a otra gente. Pero esta historia no da para más. Que pierdan de una vez el inconmensurable poder que tienen y que nos está haciendo mierda. Hay que cambiar. Yo voy a hacer todo lo posible para que eso pase." Se entiende: hacer "todo lo posible" comprende la grosera operación de prensa, el vulgar apriete, las mentiras más flagrantes. Todo.
Juan Gelman se preguntaba en un poema, hace 40 años: "¿Quién ha visto a la paloma casándose con el gavilán / al recelo con el cariño / al explotado con el explotador?" Difícil prever el maridaje de Moyano con De Narváez; de Piumato con Recondo; de Lanata con Magnetto; de Massa con la Embajada. "Falsas son esas bodas / incontables desastres nacen de esas bodas / desavenencias / tristezas", concluía.
Moyano y los desclasados
Insólitamente, Elisa Carrió se muestra coincidente con el "sucesor de Yabrán", como conceptuó a Moyano dos años atrás.
Fue entonces cuando Julio Piumato lanzó su célebre declaración en Twitter: "Nadie se suicida, y menos la jefa." El "suicidio" no era la declinación de Cristina a una nueva candidatura, sino su firme negativa a dejarse presionar por los dirigentes moyanistas que le reclamaban cargos expectantes en las listas electivas. Evidentemente, no la conocían todavía.
Dos años más tarde, y ante una plaza raleada, incluso más despoblada que en junio del año pasado, el camionero se arrepiente, regresa vacilante a la arena electoral y exhorta a los pocos trabajadores que se dispersan escuchándolo, a saber "bien a quién vamos a votar el 27 de octubre, no volvamos a equivocarnos, eso sería imperdonable".
El perfil liberal tardío que exhibió Moyano el lunes es la perfecta continuidad de aquel que decretó un paro nacional de camioneros en los estudios de TN, resuelto en vivo con las bases representadas por Marcelo Bonelli. De ahí a objetar superficial y prejuiciosamente la entrega de computadoras portátiles hay un solo paso.
El colombiano Francisco de Narváez debe haberse sentido muy satisfecho con el reclamo de su candidato número 35: que los trabajadores no paguen Ganancias. En una de esas, las patronales tampoco. Insólitamente, Elisa Carrió se muestra coincidente con el "sucesor de Yabrán", como conceptuó a Moyano dos años atrás. "Los empresarios quieren hacer un esfuerzo para pagar más pero el gobierno se lo lleva", sobreabunda el camionero, para quedar bien con su patrón en la lista de precandidatos a diputado nacional. No era necesario.
¿Cuántos de esos trabajadores votarán en octubre por los candidatos del Frente para la Victoria? ¿Cuántos de sus hijos habrán recibido del gobierno nacional su primera netbook? ¿Cuántos de esos centenares de camioneros que mitigan el frío de julio bebiendo sorbos de fernet con cola tendrán un familiar cercano, un amigo íntimo, cuyo único ingreso es el "plan descansar", como se burla Moyano, lejísimo de la clase obrera, ajeno a sus sueños y frustraciones más inmediatos? ¿Sabrá Moyano que ya no existe el Plan Trabajar, y que toda la ayuda del Estado tiende a concentrarse en un único recurso asistencial: la Asignación Universal por Hijo, que los argentinos que la perciben no tramitan ante el puntero barrial, sino ante las oficinas de la ANSES? ¿Tendrá algo para decir sobre esa medida revolucionaria, inclusiva, estratégica del gobierno nacional, que ni siquiera es criticada por los candidatos de la oposición más inteligentes que el oportunismo a destiempo de Moyano?
El camionero indudablemente no leyó el editorial del diario Clarín del 17 de junio último. "La oposición debería mirarse en el espejo de Capriles en Venezuela. El hombre que perdió por 10 puntos con Chávez, apenas quedó un punto y medio debajo de Maduro unos meses después. ¿Qué pasó?", se preguntaba en la página 2 del matutino Osvaldo Pepe, ansioso. Y se respondía inmediatamente: "Capriles le quitó al chavismo banderas propias de aquello que se había hecho bien. Le bastó una frase ante más de 100 mil personas en un acto de campaña: 'No vamos a sacarle a ningún venezolano uno solo de los planes y beneficios sociales que dio Chávez.' (...) Asumir un compromiso público entre los líderes opositores más notorios de mantener y mejorar las políticas sociales del gobierno que hayan mostrado eficacia, como la Asignación Universal por Hijo, es correrle el arco al kirchnerismo. Sacarlo de su lógica confrontativa. Y avisarle al electorado cautivo de ese y otros beneficios que nadie le quitará nada."
Massa sí leyó el vademécum. Pero se le nota. Difícil que Mirta Tundis haga creer a sus votantes que apoya la estatización de los fondos jubilatorios: desde las pantallas de TN fue una de sus más fervientes detractoras, siempre en defensa de las AFJP.
Está visto: la campaña electoral inaugura un tiempo vertiginoso. Todo se enfatiza por demás, se sobreactúa, se exagera. Mentir se vuelve parte del juego. Pero todo tiene un límite, también. Moyano lo cruzó hace rato. No es el único.
La operación de Jorge Lanata contra Luis D'Elía supera todo lo conocido. ¿Se imagina alguien a Aramburu comprándole a Julio Troxler una versión totalmente diferente a la narrada por Rodolfo Walsh? ¿A algún sobreviviente de la Masacre de Trelew desmintiendo ante Lanusse la entrevista-libro de Paco Urondo? Lanata ya compró dos veces, y en ambas la mercancía vino en mal estado. Sus presentaciones televisivas totalmente guionadas, más propias de un teatro de revistas que de una investigación periodística, sorprenden, menos por su contenido que por lo estrepitosas que resultan sus desmentidas. Si la credibilidad del emisor que debiera ser el kilómetro cero de cualquier labor periodística o comunicacional siguiera siendo un valor en sí mismo, previo al mensaje, entonces Lanata tendría que abandonar sin más trámite el oficio. O asumir definitivamente el que probó en el Maipo, en 2008, cuando despuntó el vicio por la farándula. Pero no. Insiste. No le alcanzó con el culebrón Fariña, va por más.
En septiembre del año pasado, Lanata decía que el gobierno quería "partidizarlo" para desacreditarlo ante la opinión pública. Pero seis meses después reclamaba sin rodeos "terminar con este gobierno en las urnas". Textual del presentador: "Hay que lograr en las urnas que esta gente se vaya. Tenemos que sacar a esta gente votando a otra gente. Pero esta historia no da para más. Que pierdan de una vez el inconmensurable poder que tienen y que nos está haciendo mierda. Hay que cambiar. Yo voy a hacer todo lo posible para que eso pase." Se entiende: hacer "todo lo posible" comprende la grosera operación de prensa, el vulgar apriete, las mentiras más flagrantes. Todo.
Juan Gelman se preguntaba en un poema, hace 40 años: "¿Quién ha visto a la paloma casándose con el gavilán / al recelo con el cariño / al explotado con el explotador?" Difícil prever el maridaje de Moyano con De Narváez; de Piumato con Recondo; de Lanata con Magnetto; de Massa con la Embajada. "Falsas son esas bodas / incontables desastres nacen de esas bodas / desavenencias / tristezas", concluía.
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