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Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Perseguidos por indeseables

LA JAURÍA MEDIÁTICA CONTRA HEBE Y ZAFFARONI








Publicado el 3 de Agosto de 2011



“Quienes se aventuran en transformar el tiempo histórico que les toca, y deciden transgredir los cercos impuestos a su alrededor, por una sociedad de dominación, patriarcal y excluyente, suelen ser perseguidos”.


 

Dos meses atrás, ya en medio de la insaciable campaña mediática desatada contra las Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini fue condecorada con el Premio Rodolfo Walsh por la Universidad Nacional de La Plata. Al momento de recibir el galardón, Hebe leyó una carta que el militante y periodista caído mientras luchaba contra la dictadura militar, en cuyo honor se instituyó el premio, le escribiera a su hija, María Victoria, a modo de semblanza de su vida y en la que narraba, también, las circunstancias que rodearon su asesinato por un grupo de tareas. 

  No olvidaré jamás el silencio entre tenso y frágil, como de un par de ojos grandes y rasgados, que se hizo en el auditorio platense cuando Hebe se quebró mientras leía ese tramo, que no alcanzó a terminar: “Nosotros morimos perseguidos, en la oscuridad”, dijo la presidenta de las Madres, hasta que un inesperado e inoportuno llanto le subió por la voz, impidiéndole leer “el verdadero cementerio es la memoria. Ahí te guardo, te acuno, te celebro y quizá te envidio, querida mía”, como seguía la carta. 

  Y sí. Quienes se aventuran en transformar el tiempo histórico que les toca, y deciden transgredir los estrechos cercos impuestos a su alrededor por una sociedad de dominación, patriarcal y excluyente, que tan cabalmente se expresa escaleras arriba de los tribunales, suelen ser perseguidos. 

  Si no son muertos, o encarcelados, o confinados al olvido o la locura, cuanto menos resultan calumniados y maldecidos por el discurso establecido, común y corriente, cada vez menos corriente y común, sin embargo. Excepto en la justicia argentina, cuya mayoría de magistrados entorna fuertemente las ventanas ante los vientos de cambio que soplan desde las calles y plazas del país, y que el juez de la Corte Suprema, Eugenio Raúl Zaffaroni, insiste en abrir a doble hoja, con gusto y satisfacción por lo nuevo. 

  Las transformaciones que se dan en las sociedades, así sean en su cultura, en sus expresiones simbólicas o en la base material, tardan cierta cantidad de tiempo en condensarse en la superestructura legal. Cuando la necesidad al fin alcanza el grado de “derecho”, como la Ley de Medios, todavía le resta recorrer el arduo camino de lograr ser aceptado como tal en las interpretaciones de los mismos jueces que antes ejecutaban la vieja partitura de la antigua ley. 

  Zaffaroni abrevia el tránsito. He ahí el verdadero “delito” que persiguen en él los sectores conservadores y rancios, que resisten y demoran todo lo que pueden eso que parece ser inexorable: su declive hacia abajo en la pendiente cuesta arriba de la Historia. 

  Ahora que ya no hay hogueras inquisidoras, ni guardias blancas a la sombra de la institucionalidad persiguiendo rebeldes y críticos del sistema de dominación, están los medios hegemónicos. Desde sus púlpitos se bendice o condena, según lo demande la construcción en paralelo de otra realidad, inventada a conveniencia, antojadizamente “real”, por gracia de su Santidad, el rating y las múltiples licencias para operar medios audiovisuales concentradas en poquísimas manos.   

  ¿A quién le importa que las Madres sean aceptadas como querellantes en la causa que investiga la estafa que ellas mismas sufrieran en su Fundación? En ese mundo artificioso, ficticio, la especulación es ley, y la verdad a secas siempre está bajo secreto de sumario. El daño a Hebe en esa “realidad” virtual ya está hecho, y será más efectivo (y dañino) que la inocencia que las Madres puedan demostrar en la justicia formal. Con las casas de Zaffaroni, igual, denunciadas paradójicamente por las mismas corporaciones periodísticas que ningunean el decreto presidencial que persigue el proxenetismo. 

  En suma, el linchamiento mediático es otro de los procedimientos que suelen sufrir los protagonistas de los cambios que hacen andar al mundo a su favor, sin cuyos esfuerzos militantes, rebeldes, de tantas y tantos mujeres y varones que tensionan el tiempo circundante, regresarían al Hombre hacia atrás, sobre sí mismo, “como farsa o tragedia”.  

  Ahora resulta que algunos le piden la renuncia a Zaffaroni por un problema que no debiera superar una reunión de consorcio, amparados en excusas “éticas”, más electorales que morales. Increíblemente, las formulan aquellos que dicen que el análisis de la conducta de los jueces debe ceñirse únicamente al contenido de sus sentencias, siempre y cuando, claro, se trate de magistrados que consientan los intereses que persiguen sus mandantes económicos o eclesiásticos, o ambos a la vez. 

  Raro. Tanto como el silencio guardado hasta hoy por la Asociación de Magistrados, gremio de los Señorías, habituado a la defensa incondicional y corporativa de sus miembros, entidad cuya conducción, extrañamente, no ha observado en la campaña contra Zaffaroni un ataque a la independencia judicial ni a la división de poderes. 

  Y más raro aún que sea justamente el candidato de la UCR quien reclame la renuncia del ministro, siendo su partido el que más tenazmente sostuvo a otro integrante del mismo Tribunal, que fuera nombrado por su padre, ya jubilado sin juicio político alguno, a pesar de que sobre él sobrevolaban dudas penales respecto del suicidio de su “colaboradora” (léase amante), en París, contingencia infinitamente más grave que el descuido sobre algunos bienes inmobiliarios en que podría haber incurrido Zaffaroni. 

  No es la primera vez que se piden sanciones ejemplares contra el ministro, ni es probable que sea la última. Torpe, hace muy pocas semanas Elisa Carrió avisó, quizás sin quererlo, hacia dónde apuntaría próximamente la patrulla de perros mediáticos, cuando reclamó un juicio político contra el juez por su conocida posición acerca de la necesidad de virar hacia un sistema institucional parlamentario, propio de democracias modernas, quizás más participativas. Carrió, como Duhalde, sabe que si esa opinión académica del más popular de los ministros de la Corte tuviera correlato en el barro de la realidad se frustraría el loco sueño presidencial de quienes quieren llegar a la primera magistratura de cualquier modo, incluida la hendija que puedan abrir la violencia y la desestabilización.   

  En un momento tan crucial de la historia argentina, acercándose un proceso electoral que podría inaugurar un tiempo aún más progresivo en la distribución de las riquezas, las voces y los soportes para reproducirlas, quienes saltan los cercos son indefectiblemente perseguidos, incluso con mayor énfasis que antes. Sin piedad, ni pudor por la mentira. Hasta el hastío, el hartazgo o el ansiado desequilibrio emocional. Para destruir la fortaleza moral del adversario, que se dice. Como en la guerra, esa situación desesperada  que guarda bajo la manga el bloque dominante si las circunstancias lo obligaran a decir “basta para mí, basta para todos”.

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