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Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

jueves, 16 de junio de 2011

Los misterios no existen, las Madres sí

TIEMPO ARGENTINO


BRUTAL CAMPAÑA MEDIÁTICA


 

Publicado el 16 de Junio de 2011

Ellas, mujeres simples, de su casa, paridas a la lucha política por la desesperación, les dan una revancha a sus calumniadores. Siempre. Jueves a jueves. Y siempre vuelven a vencerlos. 

Los planetas de las Madres giran en torno a la Plaza de Mayo. Como Marte o Mercurio lo hacen alrededor del sol, los proyectos de las compañeras del pañuelo blanco tienen ese centro de gravedad, que los ata unos con otros a través de un perno indestructible: la Plaza.

El pañal. La inicial carta a  la Dictadura. La solicitada en La Nación. La conformación como Asociación. La Plaza. El pañuelo blanco como territorio de su recorrido ideológico: del reclamo individual al colectivo, de las señas del nombre propio y las fechas de cada secuestro a la socialización de la maternidad, del reclamo ante la ausencia de cada hijo o hija a la continuidad del sueño revolucionario de los treinta mil. La Plaza. La marcha iniciada tras la orden policial de que circulen, y que no se detuvo nunca más. La primera Marcha de la Resistencia, la segunda Marcha de la Resistencia, las 25 Marchas de la Resistencia. La Plaza. La consigna “las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también” gritada en plena Plaza durante aquellos oscuros y patrioteros días de 1982. Las siluetas recortadas sobre jóvenes cuerpos acostados en las baldosas rojas de la Plaza. La Marcha de las Máscaras a la Plaza, la Marcha de las Manos en la Plaza. El rechazo a cobrar dinero en bonos por la vida de sus hijos, a juntar sus huesos de las fosas comunes o el mar, a darlos por muertos aun sabiéndolos asesinados, a abandonar la Plaza a instancias de la naciente “democracia”, como se hacía en llamar por el alfonsinismo y todo lo que vino después. Las tomas de la Catedral, de la Casa de Gobierno, del Cabildo, de la Bolsa de Comercio, de la Plaza. Los Boletines artesanales, el Periódico, la Librería, el Café literario, la Universidad Popular, la Editorial, la Biblioteca Julio Huasi, la Videoteca, la Revista, el ECuNHi, la Misión Sueños Compartidos, el CeMoP, la Radio AM  530, la Plaza. Los recitales de rock en Ferro, en Rosario Central, en la Plaza. La Plaza. Los viajes a Cuba, a Venezuela Bolivariana, a Irak, a Palestina, a Israel, a Yugoslavia en pleno bombardeo, a Chiapas, al Perú del MRTA, a Cutral-Có, a General Mosconi, al mundo, a la Plaza. El primer minuto del año 2000 en la Plaza, el jueves 20 de diciembre en la Plaza, el ayuno por los presos políticos en la Plaza, cierto ayuno en la Plaza para que se solucionen los conflictos docentes. La Feria de Artesanos, la Calesita, los Congresos de Salud Mental, de Economía Política, el Archivo histórico de las Madres que conserva toda su memoria y ahora está siendo digitalizado para su puesta al servicio de las nuevas generaciones, la Plaza. La Plaza este jueves y otra vez al jueves siguiente. La Plaza, hijos que faltan. La Plaza, el país.
 
Los enemigos de las Madres saben bien dónde encontrarlas. La Plaza de Mayo no tiene puertas ni ventanas; su techo es el cielo, sus paredes, la Historia. Ellas, mujeres simples, de su casa, paridas a la lucha política por la desesperación, les dan una revancha a sus calumniadores. Siempre. Jueves a jueves. Y siempre vuelven a vencerlos.

Muchos desconocen acabadamente la espesura de la que hablamos cuando nos referimos a las Madres de Plaza de Mayo. Ni lo tienen suficientemente en cuenta ante el fusilamiento mediático de estos días. Se entiende: la capacidad de los medios hegemónicos por crear sentido e instalar la orden del día de los temas políticos y coyunturales, es considerable todavía. Resisten, y cómo, el impacto que la nueva ley de Servicios de Comunicación Audiovisual tendrá sobre el cuerpo social cuando la normativa sancionada con amplia mayoría parlamentaria rija en toda plenitud.

Para perpetuarse, la versión despiadada de capitalismo que conoció estas tierras necesita regresar al hombre hacia atrás. Desesperadamente. Todavía sueña con hacerlo en las elecciones de octubre. Ansía volverlo desconfiado, temeroso, incomunicado socialmente, aislado en la prisión de sus desmesuras: demasiada información disponible pero sin el programa necesario para administrarla convenientemente: la conciencia, que es de clase.

Que Hebe continúe diciendo que insistirá en su manía de confiar en la gente, que seguirá viviendo multiplicada, en otros; que a pesar de surtidas traiciones seguirá brindando con infinita generosidad su amor de madre y trabajadora a los jóvenes que, así hayan delinquido alguna vez, quieran ingresar a trabajar en las obras de la Misión Sueños Compartidos, es, francamente, un escándalo. En ellas el dolor sí, pero la tristeza o el desánimo jamás. Nunca las quebró el sufrimiento.

De ahí la feroz campaña mediática de estos días, rayana en el odio. Enlodar a las Madres de Plaza de Mayo y a Hebe en particular, lastima la sensibilidad común que supimos alcanzar los argentinos. Hieren el pudor. Quienes lo hacen desafían una construcción social, una marca indeleble en nuestra cultura, que excede largamente a esas mujeres que portan el pañuelo blanco. Hebe, como el Che, representa eso que todos quisiéramos ser alguna vez, y nunca nos animamos, aunque nunca lo confesemos en público.

Una mueca de venganza asoma, ahora, por detrás de los opinadores de la derecha. Se quieren cobrar en una semana los 34 años de derrota simbólica que las Madres les vienen propinando puntualmente, día a día. Le exigen a Hebe que alce la bandera blanca de la rendición. Que pida perdón por sus osadías. Creen estar a las puertas de un escenario similar al que previeron la noche del 28 de junio de 2009. Y se vuelven a equivocar. No entienden que la justicia del reclamo de las Madres, el consenso social de su lucha, su perenne exigencia de “Aparición con vida” con que todavía hoy rasgan la legitimidad de origen de un sistema que recién en 2003 empezó a ser realmente democrático, son previos a los litros de tinta empleados estos días para desconfiar de ella. “Turros”, quizá esté pensando Hebe, invicta, embroncada, al fondo de sus ojos celestes como la tormenta que sobrevendrá algún día. Y yo también.

La derecha trivializa todo lo que toca. Sus resortes ideológicos procuran abreviar la riqueza de la subjetividad humana y recetan que sean las guerras, la mano dura, el consumo desenfrenado, el individualismo, la antisolidaridad los que resuelvan la complejidad del hombre contemporáneo. El hombre es, en verdad, su enemigo. Las Madres, su blanco móvil.

Quien por desconocimiento no crea en la maravilla de las Madres, que pase y vea su pasión. Deténgase en el instante previo al inicio de su marcha de cada jueves. Que observe el modo, la cadencia de estas mujeres al tomarse todas juntas del cartel y dar el primer paso. Que mire sólo eso, el primer paso. Todos los pies juntos hacia delante, al mismo tiempo. Una orquesta de Cámara, con instrumentos de cuero, rompiendo el silencio en el Teatro Colón.

Los misterios no existen, pero que los hay, los hay. Yo vine aquí serio, asombrado, a hacerle un poema a mi hija, y me salió a las Madres de Plaza de Mayo.

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