Corría el año 1928 en el país y ella, que recién nacía, no sabía que tras de sí, en el agujero o hueco que hizo  Hebe cuando cayó en la tierra, piedras quedaron, costra se hizo el piso, duro se puso el suelo.  
83  años pasaron luego, con todos sus días y sus noches, veranos y al  revés, y ahora sale petróleo de allí, un platino todo negro que hace  andar al mundo.
Para  Hebe el mundo es aquí nomás: la Plaza de Mayo. Su estética, los hijos;  la épica, sus compañeras; y la filosofía, el hombre y la mujer que pasan  por enfrente, silbando.
Millones  de años tiene el mundo sobre esta historia de tres siglos nada más, y  muchos menos aún si el kilómetro cero es El Dique: Kica  primero, buena esposa después, madre siempre.  
Cuando  la peste que sembraron en la Tierra pica en el talón de Hebe, otra que  sudestada; ¡le crece en la memoria un recuerdo de lo que tiene que  pasar!
Ay Hebe, todo lo que todavía tiene que pasar.
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Me  pregunto por qué cuando corría el año 28 en el país y Hebe salió al  mundo por primera vez, hubo otro que también nació y más tarde, ponele  unos treinta años, sería el Che.
¿Por  qué a él lo reconocieron tarde y nunca del todo bien, como eso que  quisiéramos ser alguna vez y no nos animamos, lo mismo que con Hebe?
¿Por qué el mismo año los dos? ¿Por qué en el mismo cuadrante sur del mundo?
¿Qué tiene la Revolución adentro que no se apaga nunca y habla por ella con señas o fortuitos?
¿Nunca pensó la Historia que a su paso quedan huellas de lo que va a  pasar?
¿Que  a pesar de muertes, hambre, el olvido, el desamor en cualquiera de sus  manifestaciones, existen hechos o situaciones aún menores a la anécdota,  que anotician a uno sobre otra cosa cuando esto pase, sobre la otra  vida que va a ser?
¿Por ejemplo, esa extraña coincidencia en determinado año de un siglo por demás particular en el sino de la especie humana?
¿Será  entonces que el palito elige a la madera para ser, y no al revés? ¿Que  recién después viene el parche, cuero de animal o plástico de fábrica,  que será tambor sólo si el palito quiere?
¿Qué está primero: el río o la correntada, la cabeza o el corazón?  Y lo que es aún más definitorio: ¿a quién le importa eso? ¿Pregunta  acaso la hora a qué minuto pertenece el próximo segundo? ¿No suma  sesenta y a otro día mariposa? La Revolución, igual, mas la generación  que siguió a la de los desaparecidos no lo sabía. Lo aprendió como se  pudo. De las Madres de Plaza de Mayo.  
Demetrio Iramain 
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