COHERENCIA DE AYER A HOY 
Publicado el 23 de Junio de 2011
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Las Madres no tenían nada que esconder, igual que ahora, 31 años más tarde, cuando un juez ordena revisar su sede y ellas conducen a los oficiales de policía hasta sus armarios.
Las  Madres de Plaza de Mayo siempre libraron su lucha a plena luz del día.  Contra lo que muchos les aconsejaban, eligieron el sitio más sensible y  peligroso de todos, en horario diurno, para mostrarle al mundo lo que  estaba ocurriendo en el país. Su desesperación de madres daba así la  primera respuesta a la adversidad y el dolor extremos, y comenzaba a  doblegarlos. Mientras el capitalismo descendía hasta el más sombrío de  los infiernos, la humanidad descubría que era capaz de contragolpear de  un modo que hasta ese momento no creía posible.  
Si  la clandestinidad, el no frecuentar los lugares  habituales, el cumplimiento de rigurosas condiciones de seguridad  personal habían resultado insuficientes para preservar la vida de los  hijos, ellas resolverían actuar públicamente en forma inversa: a la  vista de todos, también de los guardianes del Terrorismo de Estado.  
“Adentro  del edificio, una imagen fuerte: los afiches que recuerdan a los  desaparecidos de fondo, y la Federal , custodiando los movimientos de la  documentación”, describe ahora, con fingida aflicción, el cronista del  diario Clarín. Se  refiere  al allanamiento que en el atardecer del pasado miércoles 15 de junio el  juez Oyarbide ordenó sobre la sede de las Madres de Plaza de Mayo. 
La  hipocresía a la que recurren los editores de poderosos emporios  mediáticos severamente sospechados de complicidad con los autores de  delitos de lesa humanidad (o su llana comisión), es patológica. A esta  altura de la política nacional, su perversión debiera estar medicada,  puesto que malogra a los mismos sujetos que la emplean. En vez de  potenciar su  mensaje, frustra a sus emisores. No hieren tanto a sus interlocutores,  mucho menos a las Madres, sino a sí mismos. Chorrean venganza y se les  nota.
Las  Madres, en cambio, los rebaten con su historia. Y con el arrojo que  surge de ella. A propósito, hacia junio de 1980, la organización decide  dar un nuevo paso en su batalla comunicacional. El primero había sido  ocupar la Plaza de Mayo; el siguiente hacerse visibles entre la multitud  informe que iba en peregrinación hasta la Basílica de Luján, cuando  idearon ponerse en la cabeza un pañal blanco, de tela, que todas  conservaban de los tiempos en que sus hijos  eran bebés. Pero ahora iban por más: crear una herramienta de prensa  propia, en papel, de confección casera, pero importantísima: el Boletín  Madres de Plaza de Mayo, para dejar sentado en él todas sus actividades  (entrevistas, cartas, acciones) y expandir su labor de denuncia al  exterior, venciendo la parálisis y la fragmentación que el sistema de  terror insistía en decretarles.
Hace  poco más de un año, cuando las Madres realizaron su Juicio ético y  político a los periodistas cómplices de la dictadura, en Plaza de Mayo,  Hebe volvió a recordarlo: “Difícil fue hacer el primer boletín, en 1980.  Sin  plata, sin saber, pegando de a pedacitos; hasta poníamos los  cumpleaños, de ignorantes que éramos (…) Algunas cosas denunciábamos.  Secábamos el papel con una estufa a kerosén. Lo hacíamos en una  fotocopiadora en una casa.”, relató aquel jueves 29 de abril de 2010.
Esa  casa era la de Hebe, en La Plata. Como también era de Hebe la  responsabilidad de conducir al movimiento Madres de Plaza de Mayo, por  elección de sus compañeras, desde el día que la organización se  constituyó como Asociación Civil, el 22 de agosto de 1979, ya sin la  presencia señera de Azucena Villaflor, Mary Ponce y  Esther Ballestrino, secuestradas entre el 8 y el 10 de diciembre de  1977. 
¿La  casa de cuál otra Madre podía ser? Seguramente la de muchas, porque en  política la audacia nunca puede ser un atributo meramente individual;  Hebe apenas si resume de exacto modo las singularidades de cada una,  incluidas las suyas propias, y las colectiviza. Y las potencia. Ella es  algo así como la raíz cúbica que contiene el misterio y la maravilla de  todas las demás.
Esa  misma cualidad es lo que pone de relieve el periodista Víctor Hugo  Morales en su discurso al momento de entregarle a Hebe de Bonafini el  Premio Rodolfo Walsh, el viernes 17, también en La Plata : la valentía,  el coraje, eso de lo que tanto adolecen quienes embisten sin anestesia  contra las Madres. “Conozco muy pocas personas que se hubiesen animado a  escribir con la tinta de la sangre de sus hijos esa carta (abierta a la  Junta Militar ) que firmó Rodolfo Walsh. Estoy seguro que una de las  primeras firmas, sino la primera, era la de esta mujer”, dice el  uruguayo.  
Alguna  otra vez, Hebe misma había recordado que  mientras confeccionaban el número uno de aquellos emblemáticos  Boletines, agentes policiales que aparentaban ser una cuadrilla  telefónica se acercaron hasta el domicilio de la “imprenta” montada en  su casa, y con excusas vagas pretendieron ingresar para ver de qué se  trataba. “Tomá un ejemplar, lleváselo a tus jefes, y no jodas más”, le  dijo Hebe, palabras más, palabras menos, al espía disfrazado de obrero  de Entel.
Las  Madres no tenían nada que esconder, igual que ahora, 31 años más tarde,  cuando un juez ordena revisar su sede y ellas conducen a los oficiales  de policía hasta sus armarios,  seguras de su accionar, confiadas de su conciencia limpia.
Hace  dos jueves, desde que las Madres son puestas con malicia en la primera  plana de los diarios que ya sabemos, Hebe de Bonafini se vale en cierto  tramo de su discurso de la historia política de su organización. Elige  algún hecho puntual, que coincida con la misma fecha del mes en que  estamos ahora, pero de hace dos décadas atrás, y lo narra con lujo de  detalles. La sola contraposición con este presente en el que tanto (y  mal) se habla de ellas debiera helar la sangre de esos periodistas que  escriben litros de tinta contra las Madres desde  esos mismos medios que por entonces callaban las atrocidades del  régimen cívico-militar.
Hebe  sabe que en la historia de las Madres se encuentran las claves para  comprender su actualidad. Que su recorrido explica en forma clara y  sucinta su presente. Quien quiera entender a las Madres que revise su  historial. Allí está todo. Existe una diáfana línea de coherencia que  ninguna portada en los diarios de mayor tirada nacional podrá  tergiversar. Nunca. Esa trayectoria las defiende mejor que cualquier  declaración de apoyo, aunque resulten ellas necesarias y abrigadoras, y  más en estos  tiempos.
Su  Norte son sus hijos, la Plaza de Mayo, y su pertenencia a la clase  trabajadora. Su más central concepto ideológico: la certeza de luchar  como se vive, de vivir para otros, de no querer nada para sí, de servir a  la causa y no servirse de ella. Nada ni nadie las mueven de esas  verdades sencillas, aprendidas de sus hijos, de su gente, en la cocina,  todas juntas. Así, y no de otro modo, han llegado ellas hasta el último  rincón del mundo con su grito, que seguirá gritando mientras alguien  alce la bandera de la sociedad sin clases, del hombre hermano del  hombre, de la Revolución.
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