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Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

jueves, 23 de junio de 2011

Las Madres en pasado y presente

COHERENCIA DE AYER A HOY 

Publicado el 23 de Junio de 2011

Las Madres no tenían nada que esconder, igual que ahora, 31 años más tarde, cuando un juez ordena revisar su sede y ellas conducen a los oficiales de policía hasta sus armarios. 



Las Madres de Plaza de Mayo siempre libraron su lucha a plena luz del día. Contra lo que muchos les aconsejaban, eligieron el sitio más sensible y peligroso de todos, en horario diurno, para mostrarle al mundo lo que estaba ocurriendo en el país. Su desesperación de madres daba así la primera respuesta a la adversidad y el dolor extremos, y comenzaba a doblegarlos. Mientras el capitalismo descendía hasta el más sombrío de los infiernos, la humanidad descubría que era capaz de contragolpear de un modo que hasta ese momento no creía posible.  

Si la clandestinidad, el no frecuentar los lugares habituales, el cumplimiento de rigurosas condiciones de seguridad personal habían resultado insuficientes para preservar la vida de los hijos, ellas resolverían actuar públicamente en forma inversa: a la vista de todos, también de los guardianes del Terrorismo de Estado.  

“Adentro del edificio, una imagen fuerte: los afiches que recuerdan a los desaparecidos de fondo, y la Federal , custodiando los movimientos de la documentación”, describe ahora, con fingida aflicción, el cronista del diario Clarín. Se refiere al allanamiento que en el atardecer del pasado miércoles 15 de junio el juez Oyarbide ordenó sobre la sede de las Madres de Plaza de Mayo. 

La hipocresía a la que recurren los editores de poderosos emporios mediáticos severamente sospechados de complicidad con los autores de delitos de lesa humanidad (o su llana comisión), es patológica. A esta altura de la política nacional, su perversión debiera estar medicada, puesto que malogra a los mismos sujetos que la emplean. En vez de potenciar su mensaje, frustra a sus emisores. No hieren tanto a sus interlocutores, mucho menos a las Madres, sino a sí mismos. Chorrean venganza y se les nota.

Las Madres, en cambio, los rebaten con su historia. Y con el arrojo que surge de ella. A propósito, hacia junio de 1980, la organización decide dar un nuevo paso en su batalla comunicacional. El primero había sido ocupar la Plaza de Mayo; el siguiente hacerse visibles entre la multitud informe que iba en peregrinación hasta la Basílica de Luján, cuando idearon ponerse en la cabeza un pañal blanco, de tela, que todas conservaban de los tiempos en que sus hijos eran bebés. Pero ahora iban por más: crear una herramienta de prensa propia, en papel, de confección casera, pero importantísima: el Boletín Madres de Plaza de Mayo, para dejar sentado en él todas sus actividades (entrevistas, cartas, acciones) y expandir su labor de denuncia al exterior, venciendo la parálisis y la fragmentación que el sistema de terror insistía en decretarles.

Hace poco más de un año, cuando las Madres realizaron su Juicio ético y político a los periodistas cómplices de la dictadura, en Plaza de Mayo, Hebe volvió a recordarlo: “Difícil fue hacer el primer boletín, en 1980. Sin plata, sin saber, pegando de a pedacitos; hasta poníamos los cumpleaños, de ignorantes que éramos (…) Algunas cosas denunciábamos. Secábamos el papel con una estufa a kerosén. Lo hacíamos en una fotocopiadora en una casa.”, relató aquel jueves 29 de abril de 2010.

Esa casa era la de Hebe, en La Plata. Como también era de Hebe la responsabilidad de conducir al movimiento Madres de Plaza de Mayo, por elección de sus compañeras, desde el día que la organización se constituyó como Asociación Civil, el 22 de agosto de 1979, ya sin la presencia señera de Azucena Villaflor, Mary Ponce y Esther Ballestrino, secuestradas entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977. 

¿La casa de cuál otra Madre podía ser? Seguramente la de muchas, porque en política la audacia nunca puede ser un atributo meramente individual; Hebe apenas si resume de exacto modo las singularidades de cada una, incluidas las suyas propias, y las colectiviza. Y las potencia. Ella es algo así como la raíz cúbica que contiene el misterio y la maravilla de todas las demás.

Esa misma cualidad es lo que pone de relieve el periodista Víctor Hugo Morales en su discurso al momento de entregarle a Hebe de Bonafini el Premio Rodolfo Walsh, el viernes 17, también en La Plata : la valentía, el coraje, eso de lo que tanto adolecen quienes embisten sin anestesia contra las Madres. “Conozco muy pocas personas que se hubiesen animado a escribir con la tinta de la sangre de sus hijos esa carta (abierta a la Junta Militar ) que firmó Rodolfo Walsh. Estoy seguro que una de las primeras firmas, sino la primera, era la de esta mujer”, dice el uruguayo.  

Alguna otra vez, Hebe misma había recordado que mientras confeccionaban el número uno de aquellos emblemáticos Boletines, agentes policiales que aparentaban ser una cuadrilla telefónica se acercaron hasta el domicilio de la “imprenta” montada en su casa, y con excusas vagas pretendieron ingresar para ver de qué se trataba. “Tomá un ejemplar, lleváselo a tus jefes, y no jodas más”, le dijo Hebe, palabras más, palabras menos, al espía disfrazado de obrero de Entel.

Las Madres no tenían nada que esconder, igual que ahora, 31 años más tarde, cuando un juez ordena revisar su sede y ellas conducen a los oficiales de policía hasta sus armarios, seguras de su accionar, confiadas de su conciencia limpia.

Hace dos jueves, desde que las Madres son puestas con malicia en la primera plana de los diarios que ya sabemos, Hebe de Bonafini se vale en cierto tramo de su discurso de la historia política de su organización. Elige algún hecho puntual, que coincida con la misma fecha del mes en que estamos ahora, pero de hace dos décadas atrás, y lo narra con lujo de detalles. La sola contraposición con este presente en el que tanto (y mal) se habla de ellas debiera helar la sangre de esos periodistas que escriben litros de tinta contra las Madres desde esos mismos medios que por entonces callaban las atrocidades del régimen cívico-militar.

Hebe sabe que en la historia de las Madres se encuentran las claves para comprender su actualidad. Que su recorrido explica en forma clara y sucinta su presente. Quien quiera entender a las Madres que revise su historial. Allí está todo. Existe una diáfana línea de coherencia que ninguna portada en los diarios de mayor tirada nacional podrá tergiversar. Nunca. Esa trayectoria las defiende mejor que cualquier declaración de apoyo, aunque resulten ellas necesarias y abrigadoras, y más en estos tiempos.

Su Norte son sus hijos, la Plaza de Mayo, y su pertenencia a la clase trabajadora. Su más central concepto ideológico: la certeza de luchar como se vive, de vivir para otros, de no querer nada para sí, de servir a la causa y no servirse de ella. Nada ni nadie las mueven de esas verdades sencillas, aprendidas de sus hijos, de su gente, en la cocina, todas juntas. Así, y no de otro modo, han llegado ellas hasta el último rincón del mundo con su grito, que seguirá gritando mientras alguien alce la bandera de la sociedad sin clases, del hombre hermano del hombre, de la Revolución.

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