opinión
Las "irreconciliables" discrepancias
incluían, faltaba más, la poca democracia sindical en la CGT. Difícil
explicar el giro de última hora, que le permite al "horizontal" Micheli
coincidir en una medida de acción directa con quien supo decretar un
paro en los estudios de TN Pictures.
Peor el líder de la Federación Agraria Argentina, a quien el paro le recuerda las jornadas de 2008. El fervor de Eduardo Buzzi en la evocación es inversamente proporcional al deseo de olvidarlo todo que debe sentir Moyano. Muy suelto, Buzzi avisa (¿o amenaza?) que aquel chofer que circule por la ruta con carga como combustible, será exhortado amablemente a "volvete o continuá mañana". Posiblemente, les habr á dicho lo mismo a los 25 camioneros que Moyano dijo haber enviado a Ceibas en aquel 2008, para frustrar el incipiente desabastecimiento a las ciudades. Fue el mismo Moyano quien lo confesó en Huracán, en diciembre pasado, cuando pateó definitivamente el tablero. Ahora estará arrepintiéndose de tanta honestidad brutal. El argumento que hasta ayer empleaba para exigir candidatos en las listas electivas y espacios propios dentro de la estructura de poder gubernamental, hoy resulta demasiado incómodo.
Por lo demás, es mentira que el paro sea la primera huelga general de trabajadores durante el ciclo kirchnerista. Primero, porque no es general, sino la puesta en común de dos centrales sindicales (tres, diría Luis Barrionuevo) que reúnen bajo sus ampulosas siglas, de dudosa legalidad, una decena de gremios menores, excepto los camioneros y bancarios. Aunque sin barcos ni aviones, un "paro general" con subtes, trenes y colectivos no se ha visto nunca. Menos aún, una huelga "general" netamente política, convocada por las fracciones de dos centrales sindicales, que sólo se ponen de acuerdo en la fecha de no ir a trabajar, y que no logran coordinar ni una movilización conjunta. No importa: las flaquezas del paro las empatan la profusa cartelería y la manija mediática.
Segundo, porque el primer paro general desde el 25 de mayo de 2003, se produjo el 9 de abril de 2007, cuatro días después del asesinato del maestro Carlos Fuentealba. Entonces, la única CGT, la única CTA y las múltiples corrientes clasistas y antiburocráticas coincidieron en la calle para repudiar el crimen y exhortar a que el fin de la represión al conflicto social y la protesta que el kirchnerismo portaba como bandera sea definitivo y se convierta un logro histórico y cultural de la democracia y la política.
Algo hemos avanzado, en proporción similar al retroceso evidenciado en ciertas prácticas sindicales. Las protestas de trabajadores ya no son por demandas tan excluyentes, la defensa de la vida y la fuente laboral. A pesar de un mundo que tira para atrás, de un sistema global que se contrae y exige a las economías más débiles ahorro y expulsión de vastos segmentos de la población, la Argentina recorre otro camino: el de la inyección de recursos en los sectores populares para no detener la rueda que hace girar el círculo virtuoso de la economía, el único posible dentro del corset capitalista: consumo, trabajo, producción, Estado que recauda y se fortalece para contrarrestar los ciclos adversos. Pero algunos no lo entienden. ¿Seguirá Piumato preguntándose, como un zombie, "quién cambió"?
El "paro general" de dos fracciones sindicales
Durante la campaña electoral para el secretariado general de la CTA, Pablo Micheli había recurrido a los servicios de la sobreactuación: calificó de "insalvables" a las diferencias con el cegetista Hugo Moyano. Dos años después se comprueba que no lo eran tanto. Pura retórica. Para el estatal, el apéndice del camionero era Hugo Yasky, su rival en la interna, y no él mismo, como terminó siendo.
Peor el líder de la Federación Agraria Argentina, a quien el paro le recuerda las jornadas de 2008. El fervor de Eduardo Buzzi en la evocación es inversamente proporcional al deseo de olvidarlo todo que debe sentir Moyano. Muy suelto, Buzzi avisa (¿o amenaza?) que aquel chofer que circule por la ruta con carga como combustible, será exhortado amablemente a "volvete o continuá mañana". Posiblemente, les habr á dicho lo mismo a los 25 camioneros que Moyano dijo haber enviado a Ceibas en aquel 2008, para frustrar el incipiente desabastecimiento a las ciudades. Fue el mismo Moyano quien lo confesó en Huracán, en diciembre pasado, cuando pateó definitivamente el tablero. Ahora estará arrepintiéndose de tanta honestidad brutal. El argumento que hasta ayer empleaba para exigir candidatos en las listas electivas y espacios propios dentro de la estructura de poder gubernamental, hoy resulta demasiado incómodo.
Por lo demás, es mentira que el paro sea la primera huelga general de trabajadores durante el ciclo kirchnerista. Primero, porque no es general, sino la puesta en común de dos centrales sindicales (tres, diría Luis Barrionuevo) que reúnen bajo sus ampulosas siglas, de dudosa legalidad, una decena de gremios menores, excepto los camioneros y bancarios. Aunque sin barcos ni aviones, un "paro general" con subtes, trenes y colectivos no se ha visto nunca. Menos aún, una huelga "general" netamente política, convocada por las fracciones de dos centrales sindicales, que sólo se ponen de acuerdo en la fecha de no ir a trabajar, y que no logran coordinar ni una movilización conjunta. No importa: las flaquezas del paro las empatan la profusa cartelería y la manija mediática.
Segundo, porque el primer paro general desde el 25 de mayo de 2003, se produjo el 9 de abril de 2007, cuatro días después del asesinato del maestro Carlos Fuentealba. Entonces, la única CGT, la única CTA y las múltiples corrientes clasistas y antiburocráticas coincidieron en la calle para repudiar el crimen y exhortar a que el fin de la represión al conflicto social y la protesta que el kirchnerismo portaba como bandera sea definitivo y se convierta un logro histórico y cultural de la democracia y la política.
Algo hemos avanzado, en proporción similar al retroceso evidenciado en ciertas prácticas sindicales. Las protestas de trabajadores ya no son por demandas tan excluyentes, la defensa de la vida y la fuente laboral. A pesar de un mundo que tira para atrás, de un sistema global que se contrae y exige a las economías más débiles ahorro y expulsión de vastos segmentos de la población, la Argentina recorre otro camino: el de la inyección de recursos en los sectores populares para no detener la rueda que hace girar el círculo virtuoso de la economía, el único posible dentro del corset capitalista: consumo, trabajo, producción, Estado que recauda y se fortalece para contrarrestar los ciclos adversos. Pero algunos no lo entienden. ¿Seguirá Piumato preguntándose, como un zombie, "quién cambió"?
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