La historia, presente
De Moyano a Juanita
Justo una semana atrás, Hugo Moyano fue el orador estelar del acto en el que la Juventud Sindical recordó a Felipe Vallese. Aunque sutiles, fueron sensibles las diferencias en las coberturas periodísticas de la movilización. Mientras algunos diarios pusieron el énfasis en las definiciones ideológicas del discurso, otros subrayaron sólo sus menciones coyunturales, de estricta actualidad.
Destacó Tiempo Argentino: “Moyano aseguró que el gobierno no representa al peronismo (‘Que no digan que son peronistas, porque no tienen nada que ver con el peronismo’)”.
No es la primera vez que Moyano padre se ubica él solo en el altar de la doctrina justicialista, desde el cual decreta, cual Papa en fiestas de guardar, quién es peronista y quién no. No le alcanza que el programa de gobierno privilegie a los sectores más vulnerables de la perversa pirámide social cimentada por el capitalismo en estas tierras, como no ocurría en el país desde los años del primer peronismo. Tampoco le basta, claro, que Cristina reivindique casi a diario a Evita, y que en la misma semana del acto en el Luna Park, la presidenta haya recordado cálidamente a El Kadri y a Dardo Cabo.
Quizás, justamente ahí esté el problema. Martín Piqué agregó en su crónica en este diario, que el camionero “también incluyó cuestionamientos explícitos a la Juventud Peronista de los '70 y a Montoneros. ‘El general Perón decía que la Revolución Justicialista es una revolución en paz, de consciencia. Desgraciadamente, algunos jóvenes le incorporaron la violencia y después tuvimos que sufrir lo que sucedió en 1976’”.
En otras palabras, el moyanismo se golpea el pecho por Vallese pero parece desentenderse de lo que pasó en los años inmediatamente posteriores a su desaparición. ¿O qué cree Moyano que hacía el delegado metalúrgico junto a El Kadri y tantos otros durante los duros años de la resistencia peronista? ¿Pensará que Vallese tuvo la culpa de Trelew, por caso, ocurrida diez años después de su secuestro? ¿En su óptica, habrá tenido responsabilidad el joven trabajador en lo que “tuvimos que sufrir” a partir de 1976, como dijo el camionero de Independiente? ¿Antes, no? ¿Y la Triple A? ¿Por qué Moyano se acuerda de olvidarse de la Triple A, que asoló al país y en especial a los sectores revolucionarios del peronismo antes del golpe genocida?
Hasta Eliseo Subiela no olvida a Isabel Perón y su gobierno a la derecha del peronismo, con quien, extrañamente, el cineasta dice haber sentido su último miedo al Estado. Moyano, no. Para Moyano el terror empezó el 24 de marzo, y la culpa de él la tuvieron quienes llamaron al lobo con su fanatismo revolucionario contrario a la “paz” y la “conciencia”. Cualquier semejanza con la “subversión apátrida” y sus ideas ajenas al “ser nacional”, quizás sea, lamentablemente, mucho más que simple coincidencia.
Ahora que también Aguinis lo dice sobre La Cámpora, ¿volverá a afirmar Lanata que los miembros de la Juventud Sindical vestidos con iguales camisetas negras parecían las juventudes hitlerianas, los squadristi fascistas, como afirmó temerariamente sobre los integrantes de Tupac Amaru? ¿O será que el periodista estrella del Grupo Clarín descalifica de ese modo tan violentamente injusto e irresponsable sólo a las juventudes políticas enroladas en el kirchnerismo?
Lo del Luna Park pretendió adornar por izquierda un proyecto político claramente situado a la derecha del gobierno nacional y popular. Ni Clarín ni La Nación destacaron de aquel discurso de Moyano sus frases más polémicas, más agrias que picantes, corridas groseramente a la derecha, y demasiado lindantes con los más vulgares prejuicios macartistas, que fueron la justificación de miles de crímenes y persecuciones en este país.
Por el contrario, para estos diarios empecinados ahora en mostrar rubio y progre a Moyano, y democrática a la CGT-Tacuarí, lo más trascendental de su oratoria fue el llamado a una opción electoral propia, por fuera del kirchnerismo; la mera coyuntura, y no la profunda diferencia ideológica con Cristina.
Con su último acto, la Juventud Sindical del siglo XXI se mostró la cabal continuadora de la que fue en los años 70, cuando el movimiento popular más cerca estuvo de asaltar el cielo, a pesar, incluso, de la oposición criminal de la burocracia sindical, que marcó a los trabajadores combativos, entregó a las fuerzas de la represión las listas con los nombres de los activistas clasistas, y convalidó con su silencio el feroz régimen de terror y miseria planificada. Lástima. Algunos creíamos que podía llegar a ser otra cosa. Pero no: apenas una "cáscara vacía", como escupió al cielo Moyano padre en Huracán.
Evidentemente, los acuerdos que el camionero mostró con el kirchnerismo durante todos estos años tenían, en el fondo, una incompatibilidad de origen. Por algún lado tenía que salir el pus que le habrá provocado aquel célebre discurso de Néstor Kirchner, pronunciado en las puertas de la ESMA, el 24 de marzo de 2004, cuando el ex presidente llamó “mis compañeros” a los desaparecidos, sin discriminarlos según sus puertos ideológicos y menos aún por los métodos empleados en la lucha.
Juanita y las Madres
Lo mismo hicieron las Madres y mal no les fue. A sus 98 de edad, Juana de Pargament, miembro pleno de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, insiste en marchar cada jueves, en donde no falta desde hace 35 años. En una entrevista publicada el último viernes en Página 12, la tesorera de las Madres sostiene que “nunca supe dónde militaba mi hijo, para qué averiguar más, quizás la curiosidad no me satisfaga, tendría que hacer diferencias entre los partidos y no lo quiero hacer, porque a todos se los llevaron por algo, porque pensaban distinto y luchaban por eso, ése es el valor”.
Y sí. De haberlo hecho, quizás Hebe de Bonafini nunca habría sido compañera de Juanita, y Azucena Villaflor sólo se habría reunido con las madres de secuestrados de la misma tendencia que su hijo. A pesar del dolor y la desesperación, ya en 1977 las Madres tuvieron un gesto de lucidez y autoprotección notables: no debían preguntarse entre ellas nada que pudiera conspirar contra la necesaria cohesión que debían alcanzar.
Menos mal. La socialización de la maternidad (ser Madres de los treinta mil desaparecidos y no sólo del hijo o hija propio), y la síntesis ideológica a la que arribaron con el tiempo (reconocerse Madres de revolucionarios, y no de marxistas, o peronistas, o troskistas, o maoístas, o comunistas, o anarquistas, sino de todo eso junto), constituyen su mayor aporte al acopio de experiencias de lucha de nuestra clase trabajadora. No debieran prescindir de esas contribuciones quienes quieran protagonizar con buenas perspectivas los próximos desafíos populares.