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Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

jueves, 1 de septiembre de 2011

No los perdones, Señor

Nuevas provocaciones a las Madres
 
Publicado en Tiempo Argentino, 1 de Septiembre de 2011
 
 
El jueves 25 de agosto, tan solo una semana atrás, las Madres de Plaza de Mayo sufrieron una nueva provocación mientras realizaban su histórica marcha semanal. No es la primera vez que ocurre. Teniendo por delante el horizonte finito del 23 de octubre, es probable que tampoco sea la última.
 Esta vez, sin embargo, la escalada contra ellas creció en intensidad. Salto cualitativo, que se dice. Quienes fueron a la Plaza de Mayo a las 15:30 para insultarlas y hacer que el grito fuera transmitido en directo por televisión, previeron muy bien la operación política contra los pañuelos blancos. Tanto, que lograron acercarse demasiado a ellas, que tienen entre 80 y 97 años, y no obstante el frío y el reuma nunca faltan a la Plaza, aunque tengan que asistir con “cascos y chalecos antibalas”, como aseguró Hebe de Bonafini durante su discurso del jueves pasado.
 A propósito, a pesar de haber dispuesto un camión de exteriores, provisto de cámara y cronista, el canal TN mintió groseramente a sus televidentes afirmando que la marcha de las Madres y el discurso posterior no pudieron realizarse. Quizás el móvil televisivo no siguió las alternativas de la ceremonia alrededor de la Pirámide. Entra en el cálculo de probabilidades que el periodista a cargo no haya querido escuchar la arenga de Hebe del final. Pero algo es seguro: la decisión editorial fue hacer que tampoco nadie la vea ni la escuche, distorsionando sensiblemente lo que ocurría en la Plaza de Mayo.
Dos días antes de esa marcha, el Auditorio Juana Azurduy de la Universidad Popular de las Madres había cobijado a más de tres centenares de personas que asistieron al concierto que el Cuarteto Cedrón brindó en apoyo a las luchadoras del pañuelo blanco. Fue un recital vibrante, pleno de poesía y tango, ese calor tan particular que puede salir de la juntura de guitarra y viola, contrabajo y bandoneón, y los versos de Manzi, de Gelman, de Brecht. No se conoce vileza humana que pueda frustrar la generosidad, que es humana también.
Aquellos tangos con poesía nos hicieron acordar que en el fondo la gente es buena, y que vamos a ganar. Muy en el fondo a veces; ni siquiera toda la gente. Pero vamos a ganar. Que a pesar de todo, el futuro es nuestro porque el presente es de lucha. Siempre el presente es de lucha, como también lo fue el ayer.
En el caso de las Madres ese ayer es grande. Como la canción, “no cabe en una caja”, según decía Raúl González Tuñón. Tiene 35 años.
Si hay clase trabajadora todavía, si queda un grito por gritarse todavía, si aún somos una formación social determinada, un pueblo mismamente, que ha alcanzado esta cima en la disputa con sus históricos enemigos, no es porque sí. Si aún hay una canción buscando a esa guitarra, es gracias a ellas. Por ellas. Desde ellas. Gracia y virtud de ellas. No fuimos ni usted ni yo solos. Ni, en estricto rigor, juntos.
Menos que menos fueron esos que el jueves se molestaron hasta la Plaza de Mayo para gritarles a las Madres, para golpearles los vidrios de su combi, para increparlas ante las cámaras de televisión, quizás llevados ahí por esas mismas cámaras. Sin dudas ese gesto de ingratitud es parte de la disputa política de estos tiempos. Evidentemente, no van porque sí. Tienen motivos que exceden lo salarial. ¿Quién les da manija? ¿Acaso querrán descontar de aquí a octubre parte de esa mitad más uno que fuimos el 14 de agosto, o imposibilitar que la Fundación se recupere y contra viento y marea logre que los múltiples proyectos de las Madres continúen? Quién sabe.
Sin embargo, ¿no siente usted que este país de más debajo de todo tiene ya suficiente castigo como para tener que soportar tanta injusticia? ¿Otra más? ¿Existirá alguna más inmoral? ¿Cuál podría dejarnos más desnudos, si eso fuera posible? ¿Cuánto escarnio más para estas mujeres, valientes mujeres, despojadas mujeres, que sólo se aferran a sus hijos, a la entrega de sus hijos, para defenderse así? Justo ellas, que los protegieron en la peor de las circunstancias, contra la más cruel de las infamias, y ahora recurren a su ejemplo, esa creación propia, su única creación, la más monumental, para arroparse. “Nosotros morimos perseguidos, querida hija”, dijo Rodolfo Walsh en la carta a Vicky, caída en combate contra la dictadura militar.
Resulta conmovedor que quienes trajeron hasta las nuevas generaciones las enseñanzas de sus hijos, ahora recurran a ellos, los nombren, para conjurar la lapidación mediática. Las que con mucha entrega militante, sobreponiéndose a todo, rescataron para la memoria social de los argentinos el ejemplo de quienes lucharon por la Revolución y nada pidieron para sí a cambio de entregar para el pueblo al que pertenecían sus mejores años, su juventud, su sueños, su sensibilidad, su capacidad para la ciencia y el arte, nos interpelan ahora. En silencio.
 ¿Podemos dormir tranquilos a la noche, despertarnos descansados a la mañana, si en la tarde las Madres fueron agredidas en su propia casa, esa que no tiene puertas ni ventanas, que es de todos y es de nadie, pero que esencialmente es de ellas: la Plaza de Mayo? Ante tamaña cobardía, ¿no se siente usted también, vos, yo, vejados? ¿No están en verdad apuntando contra nuestro deseo de ser mejores personas cada día? ¿No quieren, acaso, malograr nuestro ideal de “cambiar la vida”, como reivindicaba Rimbaud para todo lo humano? ¿No sentís vos, usted, yo, vergüenza ajena siguiendo en Telenoche las alternativas de la marcha de los jueves? ¿Quién puede sostenerles la mirada a las Madres de Plaza de Mayo?
Por eso, Dios, si es verdad que existís, si es cierto que sos todopoderoso y fuente de toda razón y justicia, no perdones a los pusilánimes que quieren ofenderlas. No les des otra oportunidad sobre la Tierra. No la merecen. Hijos sin madre. Patria sin lengua. Dueños sin título. Pedazo de suelo sin cielo adonde caerse vivo.
Porque saben perfectamente bien lo que hacen, no los perdones. Y si no lo saben, peor. Ni ahora ni nunca, no los perdones. Con las Madres, no. Algo de nosotros quiere irse para siempre cada vez que alguien que se dice trabajador las insulta. No lo permitiremos. No pasarán.
 

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