LAS MADRES NO SE MANCHAN
Demetrio Iramain
Poeta / Director de la revista Asoc. Madres de Plaza de Mayo
Qué triste es decirse “nacional y popular” y pedir la escupidera en la revista Noticias.  Hasta el más desprevenido sabe que las críticas con buenas intenciones a  un proyecto emancipador como el que transita la Argentina , no se hacen  por televisión, menos que menos ante los ojos desorbitados de Luis  Majul, engolosinado como un chico con el rating que tienen la  alcahuetería.    
¿Qué  hace un “servidor de causas nobles”, un cruzado contra la corrupción  estatal, un filántropo de sí mismo que dice cargar con la  responsabilidad del destino laboral de 6000 familias humildes, posando  montado a su Kawasaky Ninja, negra como lo que queda de su humanidad,  vestido como un gángster, fumando a lo estrella de un thriller policial?
¿No  siente pudor al objetar los esfuerzos estatales por revertir la  problemática habitacional y jactarse al mismo tiempo de sus onerosos  ingresos mensuales, que le permiten comprar un yate y un avión y pagarse  vacaciones de lujo? “Una Ferrari no, porque no me gusta; prefiero un  Porsche”, llegó al extremo de decir. La vergüenza es un  noble sentimiento, que suele recordarles a ciertas personas su ex  condición de humanas. Algunos, ni eso: extravían trágicamente ese  atributo en vaya uno a saber qué cuenta de banco, en cuál propiedad.  Nunca el lujo fue tan vulgar, pero ofende. Hasta el mínimo recato se  pone colorado.  
Qué  pena ser citado por la derecha al Congreso e ir presuroso en calidad de  “arrepentido” a dar la lata de las coimas ante la mujer de Barrionuevo.  Qué sombrío aquel que se arrepiente. Pobre el que descubre frente al  espejo ser un sujeto muy diferente al que simuló alguna vez, cuando  conjugaba las palabras Che, Madres, Revolución, y decide quedarse  afanosamente con el que es ahora, para gozo de los históricos enemigos  de los trabajadores y el pueblo, convertidos de la  noche a la mañana en sus aliados. ¿De la noche a la mañana? ¿Desde  cuándo se venía pergeñando todo esto? ¿Así que “necesitamos equilibrio  en el Congreso sino va a ser una monarquía”? Exactamente el mismo  libreto de la oposición mediática y política. Se te nota, Schoklender.  
Hasta  Julio Cobos se queda perplejo ante semejante muestra de bajeza humana. Y  sí, había uno peor que el vicepresidente, aunque más inofensivo en lo  institucional. Astiz se regocija en la oscura celda donde pasa sus días.  “Después de todo, no fui el único”, se consuela.
“El  Arrepentido” concede que  la presidenta Cristina Fernández tiene la condición suficiente como  para conducir al próximo gobierno y la circunstancia histórica que  atraviesa el país. Gracias. No hacía falta tanta forzada galantería. Son  las formas a las que obliga el rotundo resultado electoral de hace un  mes atrás. 
Por  cierto, cuando aparecen los pañuelos blancos asociados a una mentira o  un escándalo, tergiversados otra vez más, otros que son millones  renuevan su confianza en las Madres. La credibilidad ganada por ellas en  35 años de lucha excede el resultado de una pericia caligráfica, pero  enhorabuena que la Justicia que tantas veces le dio la espalda así lo  certifique.  
Es  muy conmovedor que Hebe sitúe a Cristina como el gran objetivo de la  vasta campaña a la que asistimos desde hace meses, y no a ella misma, o a  su hija, ni siquiera a la organización que integra junto a sus  compañeras. “Me duele en mis hijos”, dice Hebe, en un gesto de  desprendimiento y de alteza que la vuelve a distinguir. ¿Qué nos está  queriendo decir? ¿Acaso que hay que vivir multiplicado en el misterio de  los demás, y no en los bienes de los demás? 
Hebe  tiene una fuerza para sobreponerse a la injusticia ciertamente inusual y  que pocos –muy  pocos– son capaces de contraponer. No en vano conduce un movimiento que  nació en la denuncia, y que se extendió luego hasta ensayar múltiples  respuestas a un sistema de dominación enormemente poderoso. Tan poderoso  que muy frecuentemente ocurre que quienes lo desafían terminan  desertando.
Poderoso,  sí; pero invencible, nunca. Ejemplo: las Madres. Por lo demás, la  muerte podrá durar millones de siglos, hasta la eternidad mismamente, y  la vida apenas si unas pocas decenas de años. Y sin embargo, la vida  vence. Siempre. La confianza, también.
¿Quién  puede sostenerles la mirada a las Madres de Plaza de Mayo? ¿Cómo  aguantarle los ojos claros a Hebe, penetrantes y azules como quien sabe  que mañana va a llover? ¿Se banca la vergüenza un careo con la verdad?  ¿Cuál palabra para habitarle la boca?
A  la esperanza la traicionan una vez y otra; le clavan hojitas de afeitar  en el riñón cuando se da vuelta a preparar la comida, y ella continúa  igual. Como si nada. Terca y tenue. Tibia y bulliciosa. Se burlan de  ella y fracasan. No se conoce miseria humana que borre del rostro la  sonrisa  que permite la honradez, porque ella también es propia de lo humano.
Como  la esperanza se frustra muchas veces y el dolor jamás, creen algunos  que es mejor dolor conocido que esperanza por conocer. “Más vale dolor  en mano que cien esperanzas volando”, dicen. Las Madres, al revés.
Quieren  que no seamos mejores personas. Que nos conformemos con zafar en el  estrecho mundo que nos propone el  ruin capitalismo. Que declinemos el sueño de querer cambiar la vida,  como reclamaba Rimbaud para todo lo que se precie de humano. Que nos  agarremos del bolsillo cuando pase ante nosotros un enfermo, un  hambriento, un desocupado, el que no tiene techo, el que le falta  abrigo, el que no recibe amor.
Eso  quieren al rozar con palabras de desprestigio el claro ejemplo de las  Madres de Plaza de Mayo. ¿Creerán realmente posible lograrlo? ¿Incluso  hoy, que demostramos ser muchos más que ellos, tanto que pasamos el  cincuenta por ciento de los votos? Las Madres van ganar. Vamos a ganar.  Como pocas veces, lo que está en juego es todo aquello por lo que  todavía queremos habitar este país. 
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