Clarín-Techint resisten al nuevo capitalismo
Macri, Clarín y Vargas Llosa histeriquean con Techint porque ya no pueden disimular el franco retroceso del capitalismo neoliberal que trafican sus ideas en cuanto a legitimidad social y su expresión en las elecciones. Un conglomerado de medios a favor de esas recetas bastardea todo lo que toca.
Clarín, estratega de ese partido del orden que no encuentra líder ni libreto, sí que tiene conciencia de clase. Ha sacado la conciencia para sí afuera a luchar como un ejército. Se muestra activo y solidario con sus iguales en la clase poseedora, atributo que, dramáticamente, extravió el insólito y circunstancial aliado de Paolo Rocca en Siderar: la seccional San Nicolás de la Unión Obrera Metalúrgica.
La representación sindical en la conducción de una factoría a la que accede en virtud del Plan de Propiedad Participada, no convierte en absoluto a los obreros en burgueses, como tampoco transforma en patronal a un Estado que se sienta a discutir de igual a igual con los privados, y que tiene en los trabajadores al objeto central de sus políticas públicas.
Lo que está en juego es el capitalismo argentino de las próximas décadas. Si como Clarín, Techint y hasta Obama ansían, u ese otro que propició el ministro Julián Domínguez días atrás: con empresas argentinas, de capitales formados con acumulación de plusvalía, sí, pero con hondo sentido nacional, y un enfoque estratégico en su rubro productivo: el de un país en crecimiento, con desarrollo sustentable y en aceptables condiciones de armonía social, esa felicidad relativa a la que puede aspirar la clase obrera en un país como éste, a esta altura de la Historia y en el particular momento que atraviesa el continente.
La discusión alrededor del decreto 441 es parte de la misma reyerta que recorre el país desde 2003: reconstruir un Estado inteligente, dinámico, que no se inhibe ni ahí de ocupar sus posiciones y maximizar sus potencialidades, o volver al Estado bobo, que sólo garantice negocios privados, que venda barato activos societarios para que los cobren otros particulares, privados, cuando éstos rindan mucho debido a las propias políticas económicas de ese Estado.
La dupla Clarín-Techint no protesta por el “capitalismo de amigos” que ofertaría el gobierno, sino por no estar ellos entre esos “amigos” por conveniencia de lo público.
¿Existe condición más revolucionaria que la realidad dada? ¿Se puede intervenir en ella, incluso para hacer una Revolución, sin conocerla acabadamente? Por el contrario, ¿habrá algo más reaccionario que negarla, y construirse una virtual, en paralelo, a imagen y semejanza del deseo propio o la necesidad inmediata, aunque sea ella de izquierda, o parezca, absolutamente inconducente, improbable y todo lo demás? Difícil. ¿Qué esperan los revolucionarios argentinos para incidir en las contradicciones principales, y no las reyertas secundarias, ese partido en cancha de papi que cautiva a Pino, Donda y aledaños?
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