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Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

jueves, 10 de noviembre de 2011

La calle “30 de abril de 1977”

La primera marcha de las Madres de Plaza de Mayo
Publicado el 10 de Noviembre de 2011
Por Demetrio Iramain
 
No hay distribución de la riqueza ni transformación material que perdure, si las luchas concretas en pos de conseguirlas no se proponen cambios simbólicos. Ninguna de las dos disputas puede prescindir de la otra.
 
Hay una calle en La Paternal que cruza la Avenida San Martín, poco antes (o después) del puente. No obstante sus pocas cuadras, su nombre, que corresponde a una determinada fecha, es emblemático. Y remite a un hecho francamente desgraciado de la civilización humana. Ese día sigue siendo feriado en el calendario oficial, pero desde el año pasado ha visto alterado sensiblemente su alusión simbólica. El 12 de octubre ya no es más el Día de la Raza, sino el del Respeto a la Diversidad Cultural.
 
¿Quién podría estar en contra de seguir reescribiendo la historia de nuestro pueblo, cambiando ahora el nombre de esa calle por el de otra fecha: 30 de abril de 1977, día que recuerda la primera marcha de las Madres de Plaza de Mayo, como instancia previa a declarar feriado nacional inamovible esa jornada? Ya llegará el día en que una calle larga, céntrica, cercana a su sede en el barrio de Congreso, o contigua al Palacio de Justicia, lleve el nombre de esa organización.
Por cierto, La Paternal es un barrio de trabajadores. El más importante club de la zona, Argentinos Juniors, donde debutó Maradona, fue fundado en una biblioteca anarquista, cierto día de agosto de 1904. Inicialmente, el club se llamó Mártires de Chicago, en honor a los obreros ahorcados en esa ciudad norteamericana el 1 de mayo de 1886. Un día después del 30 de abril. “Mente sana en cuerpo sano”, es el lema del club campeón de América. Consigna dialéctica si las hay, propia de otra sociedad superadora de la actual, ya vieja, que todavía hoy insiste en abordar ambos componentes de lo humano por separado, enfrentados uno con el otro. También las Madres han unido conceptos que el capitalismo presenta antojadizamente inconexos: ética y política, teoría y práctica, acción y reflexión.
Algo estará mejor, “más sano” en la salud cívica de La Paternal, el día que una de sus calles recuerde la última gran epopeya de los argentinos, y no la marca en el calendario que señala el comienzo de uno de los mayores genocidios que soportó la especie humana: el de la colonización de nuestro continente por las naciones más poderosas de Europa.
Aunque las Madres que ese día marcharon por primera vez en Plaza de Mayo no lo sabían por entonces, a partir de esa fecha cambió para siempre la historia de esta parte Sur del mundo. Las Madres dejaron una huella profunda, no sólo en la herencia de lucha de este pueblo, también en la cultura de Occidente.
Como en ninguna otra experiencia similar y contemporánea a la suya, las Madres convirtieron su particular vínculo filial en vital lazo político. Hicieron del dolor único e intransferible que la ausencia del hijo o hija provoca, una profunda relación política con su pueblo. Socializaron la maternidad y se reconocieron como Madres “políticas” de todos los desaparecidos, “hijas” de sus hijos e hijas, “paridas” a la lucha por el ejemplo de ellos y ellas. Lograron lo que parecía un imposible: que un grupo de mujeres, madres de hijos arrancados para siempre de la vida, sin experiencia política alguna, totalmente heterogéneo en la formación ideológica de sus integrantes, absolutamente desconocedor del tamaño del enemigo a enfrentar, hiciera de su lucha un planteo revolucionario, humanista como pocos, singularmente eficaz y claramente vencedor de las mayores perversiones del capitalismo, que recorrió el mundo e inspiró a otros colectivos de mujeres.
El próximo 30 de abril (apenas dentro de seis meses) se cumplirán 35 años de ese día. Tres décadas y media protagonizando las Madres de Plaza de Mayo hechos emblemáticos de nuestra realidad cultural y política, nacional y latinoamericana.
La cifra redonda del aniversario subraya la pertinencia del reconocimiento hacia ellas. Y no sólo: que muchas de estas heroínas contemporáneas estén vivas todavía; que a pesar de sus 97 años, como tiene la Madre de edad más avanzada, aún continúen marchando; que cada jueves a la hora de la siesta cualquiera de nosotros pueda verlas en la Plaza de Mayo, o acercarse para conversar con ellas, justifica que ocurra eso que pocas veces sucede en la vida institucional de nuestra democracia: el homenaje en vida.
Seguramente, ciertas voces de la derecha residual y la vieja oligarquía resistirán la modificación catastral. Precisamente, porque entienden que el cambio excedería la mera variación en el registro de calles y avenidas. Son los mismos que le siguen diciendo Canning a la Avenida Scalabrini Ortiz, y que se regocijan con que la calle que recuerda a Juan Domingo Perón se llame por su grado militar y no por la condición que alcanzó con el voto de su pueblo: presidente. Hay sutilezas de grandes proporciones.
La derecha sabe, por zorra y por vieja, que un proyecto de transformación como el que transita la Argentina lo es cuando su competencia alcanza el terreno cultural. No hay distribución de la riqueza ni transformación material que perdure, si las luchas concretas en pos de conseguirlas no se proponen cambios simbólicos. Ninguna de las dos disputas puede prescindir de la otra.
No es momento de forzados consentimientos. “¿Quién ha visto al carnicero casándose con la ternera / a la ternura con el capitalismo?”, se preguntaba Juan Gelman hace 40 años. La respuesta tiene vigencia todavía hoy. En la Argentina del futuro las Madres de Plaza de Mayo representan el Km 0 de la unidad nacional. El necesario punto de encuentro de identidades políticas diversas. El puente entre generaciones. El 54% de votos favorables a la profundización de lo ya recorrido, es razón y fuerza fundamental de lo que todavía resta ser alcanzado.
Ojalá los argentinos de bien nos honremos a nosotros mismos al finalizar el mes de abril próximo, rebautizando esa calle con el nombre “30 de abril de 1977”. Homenajearlas a las Madres en vida, a 35 años del comienzo de su lucha, sería un profundo acto de justicia. De reparación histórica. También para con los socialistas y anarquistas que fundaron cerca de esa calle el club Mártires de Chicago, más de un siglo atrás. Uno más en una tierra dolorida pero entusiasmada, arrasada pero en franca reconstrucción, que lenta y decididamente va encontrándose consigo misma. 

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