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Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

lunes, 6 de mayo de 2013

simplemente, hebe

El regreso de la presidenta de las Madres

Hebe es así. La militancia, primero; ella, después. Sus compañeras, siempre. Sus 30 mil hijos e hijas, ante todo.



Después de un largo mes de ausencia en la escena política, Hebe de Bonafini volvió a hablar en público. Fue el martes pasado, en el acto central de las Madres de Plaza de Mayo en celebración de sus 36 años ininterrumpidos, increíbles, vitales de lucha. El formato de su aparición fue singular, pero igual de intenso: a través de una video conferencia desde la casa de su hija, María Alejandra, quien la cuida. Sus compañeras y cientos de militantes que colmaron el salón mayor de la Universidad de las Madres, la escucharon con atención. Y se emocionaron con las lágrimas de Hebe, visiblemente conmovida.

En más de 40 minutos de discurso, Hebe recorrió circunstancias emblemáticas de la historia de las Madres, repasó anécdotas y hasta hizo reír al auditorio. No dejó dudas: sigue siendo la misma de siempre, y volvió a salir invicta en una disciplina en la que es ciertamente imbatible: la oratoria. Ni la ajenidad y extrañeza propias del Skype la intimidaron. Alguna vez, cuando se quebró la tibia y el peroné y desde la Casa de las Madres y con muletas siguió dirigiéndolo todo, dijo: "Dolor es lo que no se puede curar, lo que no tiene solución; lo otro, lo que se cura con aspirinas o tratamiento, eso no es dolor, apenas es una molestia." Indudablemente sigue pensando lo mismo.


Por si alguien no lo sabe, durante todo este tiempo Hebe estuvo volando bajito, recuperándose de un ataque de asma bastante más pronunciado que los que la acompañaron y fueron parte de ella durante toda su vida. Tan pronunciado que durante tres días varios temieron por su vida, según ella misma contó el martes. Es que Hebe había estado en la segunda semana de marzo en gira de trabajo por Italia. La agenda de actividades programada por el Grupo de Apoyo en la Península fue muy intensa, y su cuerpo le pasó factura. A su edad (cumplirá en diciembre 85 años), es difícil cruzar el océano y pasar del verano tardío al último frío en cuestión de horas, sin resentir los bronquios de tanto apurar el regreso para llegar a tiempo a los actos por el 24 de marzo y la vuelta al aire de la radio de las Madres, su querida AM 530.


No es difícil imaginar la bronca que habrá sentido Hebe al ver lo que sucedía en La Plata, su ciudad de toda la vida inundada, mientras ella estaba en la cama del sanatorio, sin poder ayudar con su propio cuerpo en las tareas más elementales de la solidaridad. Nunca Hebe les preguntó a sus pulmones qué pensaban sobre su lucha; esta vez, los fueyes le plantearon una severa discusión. De ahora en más ambos tendrán que ponerse de acuerdo.


Hebe es así. La militancia, primero; ella, después. Sus compañeras, siempre. Sus treinta mil hijos e hijas, ante todo. Pero, ¿quién es Hebe? ¿A qué misterio estamos haciendo referencia cuando sobre ella hablamos?


Hebe María Pastor, que así figura en su documento, nació en el barrio El Dique, en Ensenada, cierto día de diciembre del año 1928. El mismo año, pero unos meses antes, había nacido el niño Ernesto Guevara, que tres décadas más tarde sería conocido en el mundo entero como Che.


Hija de trabajadores, Hebe se crió en un hogar en el que no sobraba mucho, pero al que tampoco le faltaba nada. La economía de la casa era sostenida por el empleo de su padre en la destilería de YPF, cerca de donde Hebe había salido al mundo por primera vez. Aquellos valores aprendidos en el seno de su hogar obrero y con los que crió a sus hijos, guiaron toda su vida pública. También a sus compañeras, la gran mayoría de ellas nacida en familias de la misma condición social.


Al igual que las demás Madres, Hebe descubrió la Plaza de Mayo y su sentido político una vez que desaparecieron sus hijos y empezó a reunirse y marchar en forma circular alrededor de la pirámide, junto a sus compañeras de búsqueda y dolor compartidos. Para entonces, Hebe había dejado de ser Pastor para llamarse Bonafini, el apellido que sus hijos, secuestrados por la dictadura cívico-militar, comenzaron a dejar vacante. Utilizar el apellido de casadas es la única concesión que las Madres les hicieron al recuerdo en singular, individual de sus hijos e hijas, que ellas siempre rechazaron. Haber socializado la maternidad en un país cuyo sistema de dominación siempre tendió a privatizarlo, particularizarlo y atomizarlo todo, fue su gran aporte a la conciencia de lucha del pueblo al que pertenecen y del cual son unas de sus más destacadas hijas.


Debido al carácter transformador y vital del colectivo Madres de Plaza de Mayo, la conducción de Hebe, elegida inicialmente en 1976 y confirmada en 1986, se revalida a diario. Su cualidad reside en la capacidad que tuvo para expresar en sí, como una síntesis, las singularidades de cada Madre que compone la Asociación, potenciándolas.


Para Hebe el mundo es la Plaza de Mayo. Su estética, los hijos; la épica, sus compañeras; y la filosofía, el hombre y la mujer que pasan por enfrente, silbando, yendo contentos al trabajo, al amor, a la militancia, eso tan simple y a la vez tan definitorio: apenas la clara victoria de lo humano por sobre el odio y la mezquindad tan característicos en el capitalismo.


Se lucha como se vive, enseñaron las Madres. Con naturalidad y pasión. Sin ninguna pose. 


Sabias y desconfiadas, nos hacen mirar de reojo a quienes enfatizan demasiado su "compromiso". "La revolución es lo único importante, y cada uno de nosotros, solo, no vale nada", aprendieron del Che, que se los dijo a sus hijos en su última carta, de despedida. La vida entera se pasaron las Madres buscando lo importante, despejando la maleza, cantando el estribillo de esta canción. Lo encontraron. Ahora les toca a quienes siguen detrás suyo continuar llevándola al triunfo final. Más que una tarea militante, es un mandato histórico.

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