Datos personales

Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

jueves, 24 de mayo de 2012

Bienvenidos al Club del Progre

Los periodistas que se mueren por tocar
  
 
A ninguno de quienes impugnan la misión comercial a Angola so pretexto de la situación política y socioeconómica de esa nación africana, se le ocurriría reclamarle al gobierno argentino que suspenda las relaciones con Obama hasta su gobierno concrete el cierre de la cárcel en Guantánamo. Los gobiernos de Venezuela y Estados Unidos se detestan mutuamente, pero la compra-venta de petróleo no se altera. Con el trato que Occidente brinda al medieval sistema político que rige en Arabia Saudita, igual. El comercio internacional no es, por cierto, una congregación de buenas conciencias.
 
“Angola es menos importante que China”, quieren corrernos luego, no ya por izquierda o derecha, sino apelando al más tosco sentido común. Pero cuando un Premio Nobel destaca el plan económico argentino tampoco dicen nada. Su lujo es vulgaridad.
 
La payasada protagonizada por un capocómico en Luanda es la demostración más cabal de que aquellos periodistas reunidos en una marcha de protesta convocada en un canal privado de televisión (y no en una plaza pública), no quieren preguntarles nada especialmente a los funcionarios del gobierno, sino, apenas, hostigarlos. Desviar el eje de las políticas oficiales, desvirtuándolas. Tratar de ponerlos en ridículo, y poco más. Después se quejan de Alicia Castro.
 
Tanto se detuvieron en la anécdota del cotillón con la leyenda “Clarín miente”, que hubo uno que llegó al extremo de decir, con tono paternal: “¿Sabrán esos niños para qué sirve una media?” El lenguaje no traiciona.
 
Desde luego, el gobierno no fue a misionar por los derechos humanos de los angoleños, sino a ofrecer bienes argentinos y abrirle nuevos mercados a la producción nacional. Es una medida de estricta racionalidad económica, que complementa el esfuerzo por dinamizar la estructura productiva, sumarle valor agregado e industrializarla. El paso siguiente al proceso abierto con la sustitución de importaciones. Simple: más trabajo argentino, mejor salario, y aumento del consumo.
 
A ver: esos periodistas que “quieren preguntar” son los mismos que sembraron dudas sobre la legalidad del resultado de las elecciones presidenciales. Son los mismos que en abril de 2010 fueron a llorarle al Congreso de la Nación –que les abrió las puertas entornadas por el Grupo A–, para pedirle que sea censurado un acto de las Madres en Plaza de Mayo. Son los mismos que anunciaron con voz oscura y grave la proximidad de un crimen político en la Argentina. Son los mismos que durante una conferencia de prensa del ministro Randazzo, la interrumpieron a gritos y patadas sobre las puertas vidriadas de la Casa de gobierno. Son los mismos que –WikiLeaks mediante– nos enteramos de que figuraban en las listas de influyentes comunicadores amigos de la embajada norteamericana.
 
Viendo quiénes son esos periodistas, ¿no tiene derecho, acaso, el gobierno de la democracia a definir con autonomía y decisión su política para con los medios que lo destratan hasta el límite de la provocación?
 
Cierta mirada progresista de la política no pasa más allá de lo testimonial. Se pierde por el agujerito de lo ideológicamente puro e ideal. Se siente más cómoda en la permanente oposición, que en la construcción de otro destino claramente superador del presente actual. Su única razón de ser es buscarles el error de forma a los gobiernos, y no la errata de contenido a los poderosos. Apenas un ejercicio profesional. De tan “críticos” que parecen, resultan neutrales a lo que verdaderamente se discute en la base material. Son simples utilitarios.
 
Porque una cosa es el poder formal del Estado y otra muy distinta el poder fáctico de las corporaciones. Los gobiernos se eligen cada cuatro años, y renuevan bianualmente su representación parlamentaria, pero los grupos económicos se eligen a sí mismos y lo hacen todos los días. Para ellos el derecho a la reelección es permanente, y su mandato, indefinidido. No necesitan reformar la Constitución , con el capitalismo les alcanza. Hasta el fallo de la Corte del martes, ante cualquier contingencia recurrían al “fuero cautelar”. ¿A qué cartuchera apelarán ahora?
 
El kirchnerismo rompió con esa imposibilidad autoimpuesta del progresismo. Antepuso el destino común por sobre su propio ombligo. No hizo caso a su ego y hasta tensionó su indiscutible identidad peronista. El progresismo se la pasó durante años diciendo qué estaba mal y qué estaba bien, y cuando un gobierno se decidió a encarar los desafíos por ellos mismos sugeridos, se quedó afuera por decisión propia, contándole las costillas al gobernante que decidió tal abordaje. Es una lástima; la pregunta es por qué.
 
¿Por la política oficial en Derechos Humanos, acaso? Reveladora de sus formas, al kirchnerismo no le bastó con promover la prisión de los genocidas; allí también dijo “vamos por todo” y sumó un nuevo prólogo al libro Nunca Más (aquel de la Teoría de los Dos Demonios), aunque sin quitar el texto original, para que quedara plasmada en las siguientes ediciones y antes las futuras generaciones de argentinos, el cambio de concepción que guía al Estado desde 2003. Fue demasiado para los histriónicos y selectos socios del Club del Progre.
 
Mal que les pese a muchos, el kirchnerismo sobrepasó los límites recomendados por los fundamentalistas de la imposibilidad. Néstor primero y Cristina después obraron con firmeza ante poderosos enemigos, no durante los años en que ocuparon cargos de menor importancia institucional, sino al arribar a la investidura más significativa de la democracia.
 
Tras el traspiés electoral de 2009 no se sentaron a negociar su retirada con los poderes invisibles, que mantuvieron a la democracia “en libertad ambulatoria”; fue justamente allí cuando profundizaron su visión inclusiva de país. Fueron al revés de todo lo conocido y aconsejable por ese inútil manual del posibilismo que siguieron al pie de la letra sus actuales adversos por centroizquierda de centroderecha. No fueron idealistas y socializantes cuando jóvenes, y tecnócratas y talibanes del mercado al momento de asumir, grandes y maduros de edad, la más alta función del Estado.
 
¿Qué ejemplo ilustra mejor el presente y el desafío inmediato de los argentinos; cuál gesto político y comunicacional es más edificante socialmente: el de los diputados de La Cámpora , en jeans y camiseta, entre el barro del temporal, ayudando a los vecinos de Ituzaingó, o el de Lanata negándose a dejar de fumar en cámara hasta tanto “dejen de robar”? ¿Cuál concepto debe prevalecer en nuestra democracia: “al país lo reconstruimos entre todos” o “que nada cambie sino cambia todo, al mismo tiempo y como a mí me gusta”? El fascismo nunca se llevó bien con la contradicción.
 
Los recursos de la reacción son múltiples. La derecha es versátil y puede disimular en superficie lo que yace en su fondo. Por algo mantiene el poder real desde hace décadas, genocidio incluido. Tiene suerte: el progresismo cubre las espaldas del oscurantismo conservador.

lunes, 21 de mayo de 2012

QueremosProfundizar

El periodismo militante de la oposición

Audible como pocas, la derecha no quiere saber nada especialmente, sino dominar la agenda pública y someter la política a su exclusivo arbitrio. 

 

¿Magdalena quiere preguntar, acaso? ¿Justo ahora? ¿Por qué no lo hizo el 6 de septiembre de 1977, en Washington, cuando estuvo sentada frente al carnicero Videla, al que trató de “señor presidente”? ¿Para que responda “qué piensa sobre este programa”, como propuso el analista Fernando Bravo? ¿También Joaquín Morales Solá, el que censuró a Clemente y guardó bajo siete candados el contrato “por asesoría” que lo unía a Repsol? ¿Son ellos los delegados de la cole periodística que siente dificultada su labor?
Ver “baja calidad republicana” en la política oficial para con los medios pasa por alto un singular mérito histórico de este gobierno: haberles puesto nombre y rostro a los enemigos de la democracia agazapados en las sombras de la institucionalidad. Magnetto, entre los más cardinales. Ningún otro lo hizo. 


Quienes compartieron gaseosa y canapés en el programa insignia del principal grupo comunicacional devuelven la imagen que la derecha quisiera ver proyectada en su propio espejo: la unidad en la acción de los objetores al gobierno. Eso que no logran alcanzar los dirigentes de la oposición lo consiguen Leuco y Viau, Rojas y Santoro. Un Grupo A periodístico, montado al caballo cansado de la censura, aunque todavía con apreciable capacidad de daño: cada una de sus “preguntas” ahogadas en el “silencio presidencial”, se reproduce al mismo tiempo por 301 bocas de expendio, sin contar aquellas que no forman parte de la factoría Clarín pero sintonizan el mismo libreto.  
 

Los profesionales de la comunicación que se jactan de sus intervenciones públicas como si a través de ellas lograran un hecho político determinante, desmerecen la política. Aspiran a un protagonismo que les pertenece a otros. 


¿Qué diría Rodolfo Walsh de ellos? Quizás, que la lucha política se dirime con la acción de los pueblos, dimensión que no excluye a los periodistas, por supuesto, pero mucho menos a las masas. Las pujas intrínsecas a ella, tanto más en una sociedad del conflicto como lo es la capitalista, se zanjan en la historia, no en la televisión. 


Cuando merma la participación social y los mecanismos institucionales fracasan, ahí sí pueden (y deben) cumplir un rol definitorio los periodistas. Definitivamente, no es este el caso. 6-7-8, Tiempo Argentino, y tantas experiencias similares, no serían igual de intensas si no mediara el parte-aguas abierto tras el conflicto con las patronales rurales, que algunos quisieran reeditar, y que encontró unidas como pocas veces a las corporaciones mediáticas. 


La épica que triunfa en la historia es la de los pueblos, no la de las individualidades. Después de la movilización popular que siguió a la muerte de Néstor Kirchner, ¿puede considerarse épico un hashtag opositor en Twitter? Difícil. Nada hubo más heroico que el contragolpe que siguió al 28 de junio de 2009, cuando el kirchnerismo que muchos creían en retirada, sangrante en la nariz, quitó al Grupo Clarín una de sus principales fuente de ingresos: la transmisión del fútbol.  


Poco tiempo después de aquel esquivo resultado electoral, las políticas del oficialismo se ahondaron exponencialmente. Nadie pensaba que habría de optar por sus aristas más progresivas y, sin embargo, Cristina desechó los dogmatismos y no desensilló hasta que aclare, como aconsejara uno hace muchos años. 


Fútbol Para Todos inauguró un tiempo político excitante y vertiginoso, vigorizado por las sucesivas confrontaciones que sucederían luego, hasta hoy. Los argentinos pudieron ver, no sólo el rostro de la política, sino, esencialmente, su cualidad transformadora. Tocarla con las manos. Palpar en toda su brutalidad el denso poder de las corporaciones. Fueron lecciones de democracia y civilidad que difícilmente puedan transmitir con mayor efectividad los libros y ensayos sociológicos. 


A la vez que material (por el volumen del negocio que afectaba), la televisación gratuita del campeonato sugería una transformación simbólica y de alto impacto en la subjetividad de millones de argentinos. La sociedad advertía en poco tiempo la necesidad de sancionar una nueva Ley de Medios, hito que la democracia nunca había conquistado. Eran los tiempos en que Biolcati reclamaba desesperadamente al todavía en ciernes Grupo A que tomara la pelota que estaba picando en el área porque, de lo contrario, volvería a controlarla el gobierno.


Como la Resolución 125, la rescisión del contrato AFA-TyC Sports aludía al indefectible cambio cultural que debía acompañar un concepto político central, para que fragüe: distribuir riquezas significa inquietar intereses; privilegiar a muchos que no tienen nada supone alterar a algunos que concentran en demasía. Teléfono para el moderador bonaerense. 


La versión de la presidenta de estos días es la perfecta continuidad de aquel gesto épico de agosto de 2009. Un sutil hilo, no por invisible menos fuerte, ata la televisación del fútbol con el control estatal sobre los recursos hidrocarburíferos, y también las perspicaces respuestas de sus enemigos. El tono aplomado y categórico con el que Cristina exhorta ahora a trabajadores y empresarios poco se parece al de aquel desparpajo. Y sin embargo es su exacta prolongación. 


Aquellos últimos meses de 2009 fueron, sin dudas, la puerta de ingreso a discusiones más determinantes, que vinieron luego. Como dijo Cristina, ella pudo subir los retratos del Che y de Allende a las paredes de la Casa Rosada porque Néstor bajó antes los cuadros de los genocidas del Colegio Militar. He ahí una síntesis acabada y simple de explicar un proceso histórico. De hacerlo ver. De hacerles sentir a los 40 millones de argentinos responsabilidad sobre algo que los trasciende (la historia) y que, en su envés, componen sensiblemente: la sociedad de su tiempo. 


¿Se habrá avanzado lo suficiente en la conciencia como para lograr mayor unidad y organización? El reto es un mandato. Con ellas difícilmente pueda ser ungido un candidato de conservador para abajo. Con Cristina en la Rosada, o con ella entre quienes andan a pie, será el pueblo movilizado y consciente quien custodie lo conseguido. La cohesión y el grado de organicidad que alcance serán la única garantía de continuidad.

jueves, 3 de mayo de 2012

La metáfora del parto

Cristina, las Madres y la juventud

 

 
El parto resume la intensa experiencia de lo humano: el amor, el dolor, los sueños. El parto reúne llanto, sorpresa, misterio, nostalgias por lo que alguna vez será. En el rostro del recién parido se reconocen las esperanzas de quienes lo gestaron. El nacimiento trae preguntas, dulces aventuras, cambios. Un parto revoluciona la vida.
 
Carlos Marx utilizó la metáfora del parto para explicar las transformaciones de la realidad. Que la violencia es la partera de la historia, dijo. Que no hay manera de acceder a un estadio social más aliviado de injusticia sin pasar antes por sufrimientos a veces extremos.
 
“Yo he vivido la difícil gestación de esta revolución, sus incertidumbres y su culminación del 17 de octubre de 1945”, dijo Eva Perón en su discurso del 1º de Mayo de 1949.
 
Las Madres de Plaza de Mayo, igual. Hace muchos años que ellas, en representación de toda la vida que va a ser, decidieron quedarse embarazadas para siempre. Nacidas de la ausencia de sus hijos, encontraron en sus aguas de útero profundo el sitio donde ahogar su sufrimiento. No tuvieron tiempo para sentarse a hacer el duelo. Ni ganas. Fecundo, fértil de sueños dejarán el suelo que hoy habitan, cuando ya no lo pisen con sus pies de barro y de hierro. A 35 años de aquel primer jueves, en su patria regada por sus pasos ya florece la revolución, asoma como sol que sale a calentar.
 
En el acto central en celebración de sus tres décadas y media de lucha, con todos sus días y sus noches, Hebe de Bonafini volvió a la metáfora del parto. “Cuando una está pariendo a veces hay dolor, pero enseguida viene la felicidad del nacimiento. Y esta Patria está naciendo. Néstor empezó a hacernos sentir que la Patria nacía. Y Cristina todos los días es la partera grandiosa del parto de esta nueva Patria”, dijo Hebe.
 
La presidenta también señaló algo parecido, aunque de costado: “La incorporación de los pibes a la política es lo mejor que hemos hecho, porque no somos eternos. Los verdaderos custodios del legado no somos los que estamos en el escenario, que estamos viejos, sino todos ustedes, que no van a permitir jamás dar un paso atrás”, expresó Cristina en Vélez.
Resulta por demás interesante, sin embargo, el siguiente tramo del discurso de la mandataria: “La voluntad, el compromiso y el sacrificio personal sirven para que las cosas salgan bien: por eso tenemos que trabajar juntos y organizados para que las cosas en el país salgan mejor”.
 
Por cierto, sólo con unidad y organización el sacrificio y la voluntad personal podrán volverse invencibles. Sin aquellas, la entrega individual sólo será un voluntarismo que conduzca demasiado cerca. La única épica posible sobrevendrá de organizarnos. La multitud de jóvenes altruistas que salió a las calles a llorar a Néstor Kirchner, sosteniendo con sus cuerpos al gobierno que hasta entonces había hecho posible la esperanza de alcanzar otro país, debe dar paso ahora a una construcción de nuevo tipo. Profundamente ideológica y no por eso menos práctica. De alcance más prolongado.
 
Hasta quienes no las quieren no tienen más remedio que reconocer en las Madres su coraje, su valentía, su voluntad para poner generosamente a disposición de la lucha su cuerpo. Pero no sucede igual con sus aportes teóricos a la cultura y la filosofía políticas de la clase trabajadora, que también son sobresalientes y casi nunca fueron tenidos suficientemente en cuenta.
 
De todos ellos, tres se imponen por sobre el resto: la conversión de su vínculo filial en lazo político, el salto de trascender el reclamo puntual de saber dónde estaban sus hijos, quiénes los secuestraron, a otro más genérico: reivindicar sus ideales y continuarlos mediante las formas de lucha que les permitió su tiempo histórico. Enseguida, la socialización de la maternidad.
 
Pasar del planteo individual a la lucha colectiva. Saberse madre de cada hijo o hija en singular y convertirse luego en Madres de todos. Finalmente, el reconocimiento de sus hijos como revolucionarios. No el lugar de víctimas, sino el de sujeto histórico. Jamás perejiles, militantes.
 
A propósito, cuando las Madres empezaron a reunirse en Plaza de Mayo, sin otro punto en común que el dolor y la búsqueda desesperada, advirtieron que no debían preguntarse entre ellas por las elecciones militantes de sus hijos. Saberlo podría haber conspirado contra la necesaria cohesión que debían alcanzar. Seguramente las hubiera motivado a organizarse por afinidades heredadas, ajenas a su dolor de madres. Pero ellas necesitaban otra cosa: ceñirse a una única aproximación, nueva, propia, de ellas solas.
 
Con los años arribaron a una formulación ideológica de esa ligazón que construyeron en la peor de las circunstancias imaginables: ser Madres de revolucionarios. Para ellas, sus hijos no eran marxistas, o peronistas, o maoístas, o trotskistas, ni guerrilleros o tercermundistas, trabajadores o intelectuales, alumnos o profesores, sino todo eso junto. Revolucionarios. Alumbraron así una nueva identidad para la generación diezmada por la represión y el olvido que los poderes constituidos dictaron para ella.
 
Algo igual nos señalan ahora, 35 años más tarde, cuando nos instan a organizarnos como “Juventud del Bicentenario”, y quitarnos de encima, al menos por un momento, la multiplicidad de siglas e identidades previas que nos contienen. No abandonarlas, sino fundirlas en una nueva. No renegar de los orígenes, sino arribar a uno superador, que incluya a todos, sin importar tanto su nombre, sino su condición. Basta de discutir si el kirchnerismo es peronismo o no. Y peor aún: basta de polemizar sobre las eventuales diferencias entre kirchnerismo y cristinismo. Basta de clavarles cuchillitos a las medidas de la presidenta para ver si son herencia de Evita o de Fidel. Basta de medir al gobierno según categorías que ya fueron superadas por la historia, esa caprichosa que se rige por sus propias leyes. De lo contrario frustraremos la riqueza política e ideológica actual, convirtiéndola en una “cáscara vacía”, plagada de viejos dogmas que poco tienen que ver con la dinámica del proceso abierto en 2003.
 
La metáfora de nacer lo nuevo a través de la mixtura de dos o más equivalencias no iguales, pero necesariamente complementarias, vuelve a cobrar gran vitalidad para el presente. Expresa con claridad la obligación del momento actual. El desafío político e ideológico, teórico y práctico, más inmediato que tenemos por delante. No podía ser de otra manera: el parto es, sin dudas, la síntesis más acabada de la vida. Lo humano en potencial. Quizás todo el misterio del mundo se compendie en ese instante tan distinto a todo, nunca igual a nada. Tan común y tan corriente y, sin embargo, tan irrepetible y único. Como vivir y luchar al mismo tiempo, en el mismo acto, sin jactancias de una por sobre la otra. Con naturalidad. Como parir y dar a luz una nueva luz que alumbre y dé calor.