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Buenos Aires, Argentina
Buenos Aires, Argentina Demetrio Iramain nació en Buenos Aires, en mayo de 1973. Es poeta y periodista. Tiene algunos libros de poemas publicados, otros permanecen inéditos, y algunos textos suyos integran tres antologías poéticas editadas en el país. Dirigió la revista Sueños Compartidos y actualmente, ¡Ni un paso atrás!, ambas de la Asoiación Madres de Plaza de Mayo. Es columnista de Tiempo Argentino y Diario Registrado. En radio, co conduce el programa Pra frente (P’frenchi), en la AM 530, La Voz de las Madres.

jueves, 4 de julio de 2013

aguafuertes peronistas



A Massa, Estados Unidos no le retendría el avión

Complicados ante el afianzamiento del kirchnerismo, insisten otra vez con un peronismo chic, concheto, marquetinero, cual perfume: Massa.

Sergio Massa ocupa hoy el mismo cono de sombra que en 2009 habitó la humanidad de Francisco De Narváez. Es un mérito político del proceso que atraviesa la Argentina desde 2003 que las cosas se hayan puesto así de claras. Tanto, que a veces se oscurecen.

A poco de andar la campaña, el esfuerzo del tigrense por no parecer De Narváez y la sobreactuación del multiempresario por diferenciarse de sí mismo, incluso aliándose con el sindicalismo opositor, desdibujan la oferta electoral del pejotismo de derecha, y consiguen lo que querían evitar: potenciar la calidad e identidad de la propuesta kirchnerista.


En el campo de la "nueva política" que propone Massa brillan con estrella propia intendentes tan modernos en la gestión y tolerantes con sus críticos como el de Malvinas Argentinas, el duhaldista residual Jesús Cariglino; opinadores televisivos todoterreno, y hasta una doctora en jubilación que confunde el rojo del socialismo con el pelo colorado del ex dueño de Casa Tía.


Está visto: a la derecha no le bastó con el Ricardo Fort de la política nacional para conducir al peronismo. Fracasó con total éxito, incluso mediando su triunfo por escasísimo margen en junio de 2009. Complicados ante el afianzamiento del kirchnerismo, insisten otra vez con un peronismo chic, concheto, marquetinero, cual perfume: Massa.


No la entienden: esa versión oligárquica del justicialismo se convirtió, una vez superada la estafa ideológica de los años '90, en una simple nota al pie, nostálgica, como una borrachera triste, que ya no puede impedir la otra narración, ese gran relato de la historia social y política argentina, de la que el movimiento peronista ha escrito sus páginas más vibrantes, sintetizando de mejor modo las multiplicidades de la clase obrera.
No es un giro lingüístico, sino una verdad de época: las luchas sociales dejaron atrás la década del noventa. A caballo de esa ofensiva popular se montó el proyecto nacional iniciado en 2003, que todavía cabalga. Ambos se contienen, se habitan, como la palabra en el lenguaje. Con los años, aquella ofensiva logró superar el escollo desarticulador del tejido social que cimentó el menemato. Se produjeron cambios drásticos y alentadores en la gestión de lo público. Fue relegitimada la práctica política. Regresó la historia. Fueron reivindicados para el buen desarrollo y la vida en sociedad, el legítimo conflicto por intereses materiales y la disputa política, que nada tienen de oscurantistas, sino que, por el contrario, vuelven ágiles, palpitantes y vivas a las sociedades modernas, única garantía de que no se estanquen y mueran. La ofensiva popular, incluso, tomó por asalto al gran partido sostenedor del statu quo, revitalizando todo lo que pudo sus anquilosadas estructuras, y creando otras nuevas.


En estos años todos entendimos que la política sirve para contener lo que de otro modo se desmadraría y anarquizaría la convivencia social, tornando al poderoso aun más poderoso, y al pobre definitivamente un pordiosero. Esa también es una enseñanza histórica, de la que la Corte Suprema, que se creía progresista y de avanzada, ha decidido prescindir. Es una lástima.


La política, que es la lucha por el poder, resuelve los entuertos sociales. Educa a la comunidad. Es a través de la disputa política, entre intereses contrapuestos, que se puede proyectar más o menos previsiblemente el rumbo económico y cultural más correcto para el desarrollo armónico de la sociedad. No hay otra.
Cada vez que hay elecciones, todo aquello que ya fuera superado por la historia y las luchas sociales intenta regresar. Siempre quiere volver. Está en gateras. Subyace. Como ayer el colombiano, ahora Massa. Viene de la mano de una derecha poderosa y versátil, que asume discursos rancios pero patinados de marketing último modelo.


"Vamos hacia una dictadura", repite sin mirar Fabián Gianola, habituado a interpretar libretos que otros escriben. En el relato que vuelven a concertar los medios dominantes, queda otra vez afuera el derecho social a intervenir en los conflictos. Ahora es hora del "consenso" –dicen–, del "diálogo” de sordos que sólo dialogan los garantes del viejo orden, convertidos por esos medios de alcance masivo en "grandes demócratas", "libre pensadores", con amplias dosis de "responsabilidad ciudadana" y "conciencia cívica". "Independientes", como le gusta a Lorenzetti. Si los fondos buitre embargan ilegítimamente la Fragata Libertad, su manual de procedimientos indica una colecta para comprar con dinero la soberanía que el kirchnerismo conquistó con política. Massa sin dudas complacería a EE UU con tal de que no le detengan el avión. 


Y todo esto sin contar lo que pasa de General Paz para adentro. Ya se acerca la insoportable campaña con el botón play sobre un fondo rabioso de amarillo. ¿Adónde quieren llevar la cultura política argentina los publicistas de la derecha? ¿Cómo explicar que el distrito más pudiente del país, con mayor acceso al conocimiento, a la oferta de bienes culturales, sea gobernado por una fuerza en cuyos avisos de campaña no hay ni una sola consigna, una idea, una reflexión siquiera sobre la política, la historia, la economía, los derechos humanos, el mundo del trabajo, la crisis internacional, el nuevo orden mundial, nada? Pura imagen. Cero ideología. O, más bien, ideología del consumo. Candidatos-gerentes. Administradores-country. PRO por "propietarios". 


Las elecciones del presente año son determinantes en tanto lo que se pone en discusión son dos alternativas de construcción social absolutamente opuestas por el vértice. Todo acto eleccionario es plebiscitario. Si bien no concluyen nada, inclinan. Toman la fiebre en medio de la noche e indican novalgina o deportes. Ya lo dijo el viejo Marx: si se repite, la historia que supo ser tragedia regresa como farsa. Pareciera no haber lugar para eso en la Argentina de hoy. Pero mejor que lo digan las urnas, eso a lo que tanto le teme la derecha.

judiciales denuncian persecución sindical



 

Costos de no pertenecer a la familia judicial

 

El sindicato de trabajadores judiciales cumplió un triste papel mientras el Congreso de la Nación debatía las leyes de democratización.

 

La corporación judicial ganó por puntos de dudosa legitimidad. Su triunfo por penales tiene un costo elevadísimo. No tanto para el juez Recondo y Cía., quienes se anotaron un poroto con el fallo cortesano y sobrevivirán políticamente hasta el segundo tiempo, sino mucho más para la hegemonía disimulada de "progre" que Lorenzetti construyó trabajosamente en el Máximo Tribunal.

El fallo a lo Lorenzetti tiene menos suspenso y carga dramática que el voto no positivo de Julio Cobos. La resolución es igualmente reñida con la democracia, pero menos flagrante. No se trata de un mérito de la Corte, sino del tiempo político y sociohistórico que vivimos los argentinos desde aquel voto no positivo: cuando las cosas se ponen claras, un dictamen semejante sorprende menos. La sentencia de la Corte, como cabeza del Poder Judicial, dándose razón a sí misma, es tan forzada como salir campeón en un escritorio de la AFA.


Lorenzetti volvió a mostrarse enérgico ante el pueblo, y prescindente ante el escenario más dramático de la democracia: las corporaciones que insisten en querer cogobernar. Si algún día la cosa se pusiera paraguaya u hondureña, ya todos sabemos de qué lado ha de situarse la Corte. A partir de ahora serán muchos más quienes desconfíen del cuidado interés del juez de Rafaela por los jubilados y el pueblo qom.


El Tribunal renovado en 2003 expresa así su techo, lo estrecho de sus límites y lo férreos que terminaron siendo los compromisos que la atan con pernos oxidados a lo más rancio de la juricatura argentina. Con la honrosa excepción de Raúl Eugenio Zaffaroni, el fallo corrió al Poder Judicial un paso más afuera de la historia. El pueblo sigue.


La Corte no demostró tener razón, sino, apenas, tener poder. Por ahora a la derecha le alcanza. Pero sabe que con el tiempo será insuficiente. La grieta abierta en la comunidad judicial es ostensible. Y tenderá a profundizarse. La resolución fue el último gesto de prepotencia, autoridad y autoprotección de una casta en retroceso, de un sistema en crisis terminal, y que como tal asume su rostro más peligroso cuanto más en retirada se encuentra. Ejemplo: la purga ordenada por Julio Piumato al interior del gremio que todavía conduce, la UEJN.


Se sabe: el sindicato de trabajadores judiciales cumplió un triste papel mientras el Congreso de la Nación debatía las leyes de democratización. Como los jueces no podían clausurar Tribunales, ni adelantar su opinión sobre lo que estaba en juego (precisamente, para poder hacerlo en las demandas sobre constitucionalidad de la reforma), fue Piumato quien puso a su disposición las facultades legales del gremio para llamar a "paro nacional" durante diez jornadas en menos de un mes y cerrar ad hoc la justicia. La carta de la Corte a Cristina reclamándole el manejo de los fondos del Poder Judicial para que la actividad no se vea paralizada en los juzgados, incluía un delicado apriete: el paro de Piumato.


Desde luego, el brutal giro ideológico de la UEJN trajo consecuencias en su interior. Un creciente número de trabajadores alzó fuerte la voz para denunciar que las huelgas en rechazo a la reforma eran en verdad un lock-out de los magistrados, sus empleadores.


Una vez concretado el fallo de la Corte, Piumato cumple su parte en el acuerdo tácito con la corporación: mientras se les suspenden contratos a los trabajadores que participaron de Justicia Legítima, como María Gabriela Ratti, del área de Notificaciones, la Comisión Directiva de la UEJN expulsa de su seno a los dos únicos miembros de la conducción nacional que hasta ahora se animaron a levantar la cabeza y cuestionar al secretario general, Carlos Minella y Víctor Hugo Dellarosa. Paradojas de un precandidato a diputado por el ala sindical de la derecha peronista: su primer acto de campaña es la expulsión de disidentes gremiales.


La parodia de "congreso extraordinario" que hoy viernes va a refrendar la decisión tomada por Piumato constituye un compendio de las manías de la vieja burocracia sindical. En vez de realizarse en las cómodas instalaciones del hotel propio del gremio, el Congreso se hará en el salón Felipe Vallese de la CGT. El escenario es el mensaje: qué difícil será para los congresales que no estén dispuestos a acompañar la maniobra alzar su mano y su voz para denunciarla ante la celosa mirada de los normales habitués del edificio de la calle Azopardo. Camioneros, por ejemplo.


Por supuesto, la irregular convocatoria no ahorró la delicadeza de exceptuar de la correspondiente notificación formal a los congresales que Piumato considera de riesgo. Nunca pasó que los representantes que deseen asistir a una asamblea extraordinaria –varios de los cuales se enterarán de su realización al leer esta nota– deban pasar previamente por las oficinas de la UEJN a obtener su acreditación. Como suele hacer cuando quiere que no todo el mundo se entere, Piumato no mandó a promocionar el "congreso" en las carteleras de los edificios de Tribunales. Como un heredero que quiere cobrar sin más trámite una sucesión, el único llamado público lo hizo a través de un aviso en el porteño diario La Prensa, tan centenario como desconocido entre la militancia judicial. Naturalmente, les será muy difícil enterarse y concurrir a los opositores que trabajen en dependencias judiciales del interior del país, alejadísimas de Buenos Aires. 


¿Cómo harán los congresales de Resistencia o Tucumán para solicitarle al juez la licencia gremial tan sólo un día antes de la asamblea? ¿Cómo viajar a Buenos Aires el último día hábil del mes, antes de cobrar el sueldo, sin haber percibido todavía el aguinaldo, sin el pasaje y la estadía pagos por el gremio, como solía ocurrir en la UEJN?

Las disidencias en el gremio crecen, las desobediencias se multiplican; Piumato teme perder a manos de quienes hoy ningunea y/o expulsa la conducción de un gremio que dirige desde hace un cuarto de siglo. Sabe que la democratización de la justicia, y también de las organizaciones de trabajadores, son sólo cuestión de tiempo. Está visto: contra el viento de la historia no alcanzan las polleras de una corporación a la que entró tarde y por la puerta que sale al patio.